Varios
párrafos de este ensayo aparecen en mi libro Dragons in the Land of the
Condor: Writing Tusán in Peru (U of Arizona P, 2014). La versión inglesa del artículo se publicó en Altertexto 3 (2013): 2-15.
Para leer la versión en castellano publicada en la revista académica peruana Desde el sur pulsar aquí
To see the published English version click here
Obras citadas
Villanueva Chang, Julio. "Carta a mi abuelo chino.
Un cantonés casero y querendón." El Comercio Lima. 12 Oct. 1999. Impreso.
---. Elogios criminales.
Mexico: Random House Mondadori, 2008. Impreso.
*U.S. copyright law prohibits reproduction of the articles on this site "for any purpose other than private study, scholarship, or research" (see Title 17, US Code for details). If you would like to copy or reprint these articles for other purposes, please contact the publisher to secure permission.
Para leer la versión en castellano publicada en la revista académica peruana Desde el sur pulsar aquí
To see the published English version click here
Ignacio López-Calvo
University of California, Merced
"En tiempos de mayor inseguridad y confusión,
una crónica ya no es tanto un modo literario y
entretenido de 'enterarse' de los hechos sino
que sobre todo es una forma de 'conocer' el mundo."
(Julio Villanueva Chang. "El que enciende la
luz")
Julio
Villanueva Chang (1967-) es uno de los autores sinoperuanos más
internacionales. Ha publicado Mariposas y murciélagos: crónicas y perfiles (1999), una antología de sus crónicas
publicadas en el periódico El Comercio entre 1994 y 1999, y Elogios criminales (2008), otra antología de siete perfiles publicados por Random
House Mondadori, Mexico. Es también el fundador y director de la revista Etiqueta
Negra, a menudo considerada una de las mejores publicaciones intelectuales
y literarias de Latinoamérica.[2]
La crónica en castellano, un género parecido al
New Journalism de autores estadounidenses como Tom Wolfe, Hunter Thompson,
Norman Mailer, Truman Capote y otros, es un género periodístico con una larga
tradición tanto en España como en Latinoamérica. Villanueva Chang lo considera
un subgénero literario. Quizás el padre de este subgénero sea el escritor
satírico romántico español Mariano José
de Larra (1809-1837). Varios autores modernistas así como muchos de los
críticos culturales latinoamericanos más importantes han recurrido también a la
crónica. Típicamente, la crónica enfatiza la interpretación subjetiva de los
hechos por parte del cronista y viene marcada por la personalidad y el estilo
personal del autor. Según Linda Egan, se trata de un género literario aparte:
The chronicle is, clearly, related to
the essay, but its distinctive textual persona feeds expectations that we will
experience as something more than a lecturer sharing insights or
recommendations on a significant current topic. We expect to be entertained and
at the same time to be challenged in a peculiarly personal way, to be surprised
by the crónica's excess.
In this respect, the chronicle exceeds not only the generic limits of the essay
but also of history, journalism, sociology, anthropology, metaphysics,
comparative religion, philosophy, and other assertive genres. (117)
Villanueva Chang, tras argüir que "cada
día es más difícil saber lo que sabemos," añade una nueva impresión sobre
las particularidades de la escritura de crónicas en su ensayo "El que
enciende la luz!": "En el siglo XXI, un cronista ya no es sólo un
buen escritor de la información. Su desafío es ser un reportero y traductor de
los acontecimientos. . . . Su reto es narrar los hechos de tal forma que lleven
a un lector a entender qué encierra un fenómeno y sus apariencias, pero
tomándose la molestia de no aburrir con ello" (n.p.).[3]
A su juicio, la crónica es una manera de traducir el mundo. Esto se evidencia
tanto en sus crónicas como en sus perfiles, que retratan la cara más humana y
desconocida de personas que admira.
Como
explica Fernando Iwasaki en su colección de ensayos Mi poncho es un kimono flamenco (My Poncho Is a Flamenco Kimono,
2005), Perú tiene una larga tradición de escritura de crónicas, con figuras
como Héctor Velarde (1898-1989), "que
nos enseñó a hacer el humor además de la guerra, pues la crónica literaria
peruana o tiene ironía o no es peruana" (n.p.). Menciona asimismo
los libros del poeta Antonio Cisneros
(1942-): El arte de envolver pescado
(1990), El libro del buen salvaje
(1995) y Ciudades en el tiempo
(2001); los de Abelardo Sánchez León (1947-): La balada del gol perdido (1993); los de Jorge Eslava (1953): Flor de azufre (1997); los de Jaime
Bedoya (1965): ¡Ay, qué rico! (1991) y
Kilómetro Cero (1995). Acto seguido,
presenta a Villanueva Chang como el último gran cronista de esta larga
tradición peruana.
Normalmente,
Villanueva Chang no se enfoca en gente o tópicos chinos en sus escritos. Uno de
los pocos textos dedicados a este tema es su "Carta a mi abuelo chino. Un
cantonés casero y querendón", publicada en el periódico El Comercio el 12 de octubre de 1999, mientras
se celebraba en Perú el sesquicentenario del comienzo de la inmigración china.
Allí, utiliza la anécdota del centésimo aniversario del nacimiento de su abuelo
para reflexionar sobre su propia herencia étnica china. De hecho, esta carta se
puede considerar una suerte de modelo de lo que le ocurre a un tusán que
redescubre su herencia china. Primeramente, Villanueva Chang informa a su ancestro
de que su apellido--el más común del mundo—fue una fuente de insultos durante
su infancia: le llamaban "Chino". El autor confiesa que pasó diez
años queriendo no ser sinoperuano, por lo que abría los ojos todo lo que podía.
La mayoría de la gente, le recuerda a su abuelo, no sabe la diferencia entre
las diferentes nacionalidades asiáticas, aun cuando las tradiciones chinas ya
son parte de la cultura peruana: "No los culpo, abuelo: más allá de unos
ojos rasgados, en todas partes ignoramos lo propio como lo ajeno. En Perú,
todos hemos sorteado las primeras decisiones de nuestra vida a ese juego de
manos infantil del yan-que-po, sin saber que en chino significan papel, piedra,
tijera. Siempre nos hemos alimentado de maravillas sin saber de dónde
vienen" (n.p.).
Dirigiéndose
a su abuelo por su apellido, Chang Ton, Villanueva Chang recuerda la historia
personal de este como un cantonés adolescente aventurero que probó suerte en
Lima y tuvo la suerte de llegar después de la primera ola de inmigrantes
chinos, que fue explotada en los campos de guano y las plantaciones de caña de
azúcar y algodón en condiciones de semiesclavitud. Aunque Chang Ton no sabía
castellano, fue un gran calígrafo y cocinero. Administró también una tienda de
fruta y dulces, y varios chifas,
incluyendo el del Teatro Chino. Villanueva Chang alaba también el refinamiento
de la cultura y comida chinas, señalando cómo medían el tiempo con un reloj de
olores o mirando los ojos de los gatos. Acto seguido, se disculpa por no saber
escribir en mandarín ni comer con palillos.
Villanueva
Chang explica que su abuelo, "como todos los chinos" (n.p.), era
apostador. Incluso fue arrestado en una ocasión por jugar al juego de mesa
chino mahjong.[4] Como
representante de la comunidad china en Lima, Chang Ton, dedicó su vida a
resolver los problemas de otras personas. Villanueva Chang, al igual que en
otros perfiles, menciona el horóscopo (esta vez la versión china) para señalar
que nació en la provincia de Guangdong, en la china meridional, bajo el signo
del cerdo, en 1899. Se nos informa, asimismo, de que fue dueño del primer
televisor del barrio y de que, cuando se hizo católico, fue bautizado con el
nombre de Carlos Alberto Chang Li. Después, el perfil lo describe como un chino
muy extraño, por estar tan bien asimilado a la cultura peruana: "Bailabas
marinera, fox trot, vals. Tuviste más de cien ahijados de matrimonio y de
bautizo. Hacías música con cucharas para acompañar a guitarras de una jarana
criolla. Fuiste padrino de los equipos de fútbol más reputados del barrio. No
te perdías una sola función de zarzuela ni de ópera" (n.p). Villanueva
Chang cierra el perfil mencionando que escuchó que su carismático abuelo era
muy buena persona; no obstante, le reprocha el haber muerto dos años antes de
que él naciera.
Villanueva
Chang le escribe también una carta abierta a su madre, quien murió de cáncer,
titulada "La indiscreción de asomarse por la espalda. Horóscopo Chino".
Comienza la carta con una anécdota nostálgica: cuando el cáncer no le permitía
dormir por la noche, su madre se levantaba a ver lo que estaba escribiendo. A
pesar de que esas visitas interrumpían su escritura para Etiqueta negra, le permitían tener conversaciones más profundas con
ella. Villanueva Chang describe cómo sufría su madre en aquellos días. El
trabajo para la revista, añade, tenía beneficios terapéuticos para sobrellevar
el dolor del fallecimiento de su madre. Fue ella la primera que se dio cuenta
del amor del autor por la escritura; y le encantaba Etiqueta negra, asegura el autor. Fue ella quien le familiarizó con
la soledad que más tarde necesitaría para la escritura. Tras su muerte,
recuerda el autor, se sintió culpable por todos los momentos que no pasó con
ella, pero también empezó a recordar los momentos felices, como el día en que
le dio un regalo relacionado con su amor a la lectura: el Libro Guinness de los
Records.
Muchos de los
perfiles y crónicas de Villanueva Chang describen tanto su propia personalidad
como la del objeto de exploración. De hecho, a menudo usa al protagonista del
perfil como pretexto para exponer verdades más profundas. Por otra parte, un
perfil más reciente provee valiosa información sobre su idea de la escritura de
crónicas: "Un chofer de ambulancia que llegaba a tiempo", publicado
en el diario español El País el 16 de
junio de 2011. Confiesa allí su admiración por las crónicas y perfiles de Hemingway,
y destaca las principales virtudes de su estilo literario, incluyendo su
habilidad para presentar una vista panorámica a la vez que cuida el detalle. Hemingway,
arguye Villanueva Chang, era capaz de saltar de la fisionomía del personaje a
la historia. Su estilo periodístico optaba por la simplicidad: "Hemingway
repetirá una y otra vez su agradecimiento con las normas de estilo del Kansas
City Star, donde publicó una docena de textos en los que predominan las
frases breves y la austeridad en los adjetivos, al punto de atribuirle una gran
deuda en su oficio de escribir" (1). Otra de las cosas que admira de
Hemingway es el profundo conocimiento que tenía de los temas que trataba y su
gran esfuerzo para explicar, como testigo, lo que no aparecía plenamente en la
prensa tradicional. Otra de las virtudes de Hemingway—que, a mi juicio,
Villanueva Chang comparte con él—es su habilidad para autorretratarse, así como
para describir tragedias por medio de sus personajes. Esto se evidencia, por
ejemplo, en "Los choferes de Madrid", donde Hemingway recrea la
atmósfera de la ciudad durante un bombardeo de diecinueve días por medio de
dichos choferes, usando un humor negro y un estilo animado. Como se señaló
anteriormente, en mi opinión, estos rasgos del estilo narrativo de Hemingway
que celebra Villanueva Chang se podrían atribuir fácilmente a su escritura
también.
Si bien el
enfoque de Elogios Criminales
son las figuras públicas nacionales e internacionales, en Mariposas y murciélagos, que
Fernando Iwasaki describe como un "retablo
de personajes patéticos, melancólicos y valleinclanescos" (n.p),
Villanueva Chang se concentra, más bien, en ciudadanos de a pie, ofreciendo
crónicas y perfiles interesantes de la vida diaria peruana. Uno de ellos es el
perfil que abre el libro, "La vida es una pose", cuyo protagonista es
Rodolfo Muñoz del Río, probablemente el modelo profesional más viejo del mundo.
Durante cincuenta años, este Narciso de sesenta y seis años ha posado para generaciones
de alumnos de la Escuela Nacional de Bellas Artes. El máximo esfuerzo a lo
largo de su vida, exagera Villanueva Chang usando una de sus típicas paradojas,
"ha consistido en tratar de no hacer nada" (17); "En sus ratos
libres, se viste", bromea el autor. El cronista describe la tristeza de
Muñoz del Río cuando robaron de su apartamento un largo espejo y todos los
retratos de él que guardaba, así como los trucos que usó para hacer creer a su
familia que era profesor de dibujo en la escuela. Curiosamente, se nos informa
de que con frecuencia los alumnos le piden consejo cuando lo retratan. El
orgulloso modelo, leemos, sabe que no solo es el más viejo, sino también el
mejor. Es consciente, asimismo, de su inmortalidad: "Pero yo no moriré
nunca, advierte este último modelo, porque en el mundo entero hay pinturas y
esculturas con mi rostro y mi cuerpo" (22).
El perfil que
cierra la colección, "El pitazo final", está dedicado al elegante
Reynaldo Nonone, un alto policía de tráfico afroperuano que acaba de morir. Según
declama Villanueva Chang con su cautivadora y humorística prosa, todo el mundo
respetaba a Nonone, quien llevaba a cabo su labor con la gracia de un torero o
un director de orquesta. Otros compatriotas, continúa el cronista, aseguran que
tenía "la elegante autoridad que hubiésemos querido tener en todo el
país" (180) e incluso el cardenal de Perú llegó a predicar que todo el
mundo debería ser como él. En una ocasión, este "diplomático de la
esquina" (180), como lo bautiza Villanueva Chang, se atrevió incluso a
parar al presidente Odría por no respetar un semáforo en rojo. Su fama acabaría
por llevarlo a actuar como él mismo en un corto y más tarde a aparecer como
extra en una película estadounidense protagonizada por John Wayne. Alfredo
Bryce Echenique lo incluyó como personaje en una de sus novelas. Hacia el final
de su vida tuvo otros empleos y trabajó hasta los ochenta años, manteniendo en
todos ellos la misma elegancia de siempre. Ahora, tras su muerte, Villanueva
Chang afirma: "Se fue a dirigir el tránsito a otra parte" (181). Otras
crónicas hablan del dentista de Gabriel García Márquez; la historia de un
pescador que se hizo millonario; de un hombre que caminó a lo largo de toda la
costa peruana en noventa días; de los accidentes de tráfico provocados por una
valla publicitaria con una hermosa modelo en ropa interior; de las preguntas
políticamente incorrectas que le hizo Mario Vargas Llosa al escritor cubano
Ronaldo Menéndez y las memorias de La Habana y sus escritores del Nobel
peruano; o de la historia de una alemana, experta en mariposas y murciélagos
(de ahí el título de la colección de ensayos), que fue la única sobreviviente
de un accidente de avión en la selva peruana en 1971. Con solo diecisiete años,
caminó sola a lo largo del río Amazonas durante nueve días hasta que dio con unos
leñadores locales. En el accidente perdió a su madre, pero entre las cosas que
más le duelen todavía están los artículos sensacionalistas que escribió la
prensa tras el accidente.
Una de las
mejores crónicas de la colección es
"Viaje al centro de la noche", con la que ganó en 1995 el Premio de
la Sociedad Interamericana de Prensa. Allí, Villanueva Chang describe el
submundo de alcohólicos y prostitutas que drogan y roban a sus clientes que se
ve en el centro de Lima de noche. Nos habla también de un joven de dieciséis
años que escribe poesía y canta en los autobuses de la ciudad, para ir a dormir
cada noche junto a la puerta del edificio donde, con solo unos cuantos meses,
lo abandonó su madre. Con su típico sarcasmo, Villanueva Chang concluye el
perfil afirmando: "Si como antaño las calles de Lima se bautizaran según
los oficios que predominara en ellas—Bodegueros, Espaderos, Mercaderes—, el
jirón Cailloma sería hoy Prostitutas, y Quilca, la popular calle Borrachos"
(122).
Pero quizás sus
más brillantes crónicas y perfiles aparecen en Elogios criminales. Dos de los siete perfiles sobre personajes
públicos incluidos en esta colección, los que hablan de García Márquez y del
director de cine alemán Werner Herzog, son versiones revisadas de los textos
originales incluidos en Mariposas y murciélagos. En el prólogo, John Lee
Anderson llega a la conclusión de que "en estos perfiles ha emergido con
nuevas verdades sobre sus personajes y también—quizás—sobre la naturaleza
humana" (9). "García Márquez va al dentista" abre la colección
preguntando en su subtítulo: "¿Qué busca un Premio Nobel con caries en un
odontólogo de provincias?" (11). Supuestamente, el perfil es la respuesta
a esta pregunta. En contraste con el resto de los textos de la colección, no es
el resultado de una entrevista con la figura pública sino con su dentista,
quien recuerda sus experiencias con el gran maestro del realismo mágico. Villanueva
Chang, consciente del hecho de que el escritor colombiano raramente concedía
entrevistas, optó por verlo a través de los ojos del dentista. La primera frase
describe una escena desmitificadora: el doctor Jaime Gazabón abre la puerta y
encuentra a García Márquez "tan solo como un astronauta en su sala de
espera" (11). El autor de Cien años
de soledad llegó a tiempo aquella tarde, al igual que lo hizo en el resto
de las citas médicas. Varias frases del primer párrafo son indicativas del
estilo original y sugerente del cronista: "unas cuantas revistas para
bostezar la espera;" "sus anteojos de lector de dentaduras;"
"y unos bigotes que se esmeraban por competir con su sonrisa
simétrica" (11). Y con su usual ironía e ingenio, Villanueva Chang menciona
que el despacho del doctor está ubicado en el área perfecta: el barrio Bocagrande.
Seguidamente, un
resumen de la historia médica de García Márquez muestra el gran sentido del
humor del colombiano. Por encima de todo, el perfil lo retrata como un hombre
campechano y agradable que salió de la casa del dentista por la cocina para
conocer a los sirvientes y preguntar "con el entusiasmo de un cura recién
ordenado" (12) cuándo era el bautismo del hijo del dentista para ser el
padrino. Curiosamente, la ceremonia del bautismo acabó siendo macondiana, según
el doctor Gazabón. A medida que avanza el perfil, Villanueva Chang va insertando
información sobre la juventud del autor colombiano, su rechazo a las
entrevistas y otras anécdotas que muestran su faceta más humana, alejándolo así
de su estatura casi mítica. Otros párrafos dirigen su mirada al dentista,
relatando cómo aquella inesperada visita cambió su vida: por ejemplo, le
empiezan a invitar a leer fragmentos de Cien
años de soledad y sus amigos le envían libros de García Márquez para que se
los firme. Su fotografía con el célebre novelista, imagina Villanueva Chang, "parecía
servir al dentista como una primera anestesia para sus pacientes" (13).
La segunda de las
cinco partes del perfil presenta a Villanueva Chang mismo como personaje. Cinco
años después del primer encuentro con el dentista, vuelven a verse en Florida,
después de que la familia tuviera que dejar el país por miedo al grupo
terrorista Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que no aprobaba
sus prédicas evangelistas en barrios populares. El doctor Gazabón, que ahora
tiene que trabajar como ceramista dental, le muestra al cronista una maleta
negra con un secreto: como en el suspenso de una novela, el lector no averigua
hasta la quinta parte del perfil que la maleta contiene una bolsa de terciopelo
con una de las muelas de García Márquez con un empaste de oro.
Las partes tres y
cuatro revelan las razones por las que García Márquez acabó visitando al
dentista. Como es típico en los perfiles de Villanueva Chang, utiliza
diferentes nombres para referirse a su objeto de estudio. A veces, García
Márquez se convierte en "El hijo del telegrafista" (15), tal y como
este se describió a sí mismo en la hoja con el historial clínico que rellenó en
su primer visita a la oficina del dentista y en su novela El amor en los tiempos del cólera (1985). Averiguamos también que
aunque García Márquez era aún más humilde cuando hablaba de política, se negaba
tajantemente a hablar de Dios. En la cuarta parte, el odontólogo especula que García
Márquez lo había escogido como compadre "para romper la rutina de famoso. Hablaba
del escritor con familiaridad, admiración y sin falsas reverencias. 'La
gente—me dijo—se olvida de que Gabo es un ser humano'" (17). La apreciada
muela es, en sí misma, otro memento del leitmotivo del perfil: en el fondo, el
genial autor colombiano no es otra cosa que un ser humano más. Irónicamente, al
igual que el malvado alcalde se sintió indefenso en la oficina del dentista
autodidacta en el cuento de García Márquez "Un día de éstos", así
encontramos también al Nobel colombiano en la oficina que tiene el Dr. Gazabón
en Bocagrande. Pero esta vez se le da un giro a la escena: "El molar de un
genio se ver tan espantoso como el de cualquiera y crea la ilusión de que todos
somos iguales bajo las tenazas de un dentista. Pero una muela de García Márquez
en tus manos es más que eso. Es la historia secreta de una sonrisa" (18).
Al final del perfil, el Dr. Gazabón afirma: "Gabo sabe que yo no puedo
esconder lo que pasó entre nosotros" (19). No obstante, como reveló Villanueva
Chang en nuestra entrevista, García Márquez nunca le perdonó al dentista que
revelara la información incluida en el perfil. Las frases finales muestran la
misma ironía que marca los otros textos de la colección: "desde esa
primera cita hubo una pérdida. En la historia de la literatura, siempre ha
sucedido: Homero fue ciego, a Cervantes le faltaba un brazo, García Márquez
tenía caries" (20). Pero quizás lo más paradójico del perfil es el hecho
de que el célebre escritor buscara ávidamente la amistad de un dentista de
provincias.
El título del
Segundo perfil de la colección, "El tenor que no sabía silbar",
ejemplifica las típicas paradojas, contradicciones y antítesis (quizás un
atavismo heredado de la poesía barroca) que Villanueva Chang, una especie de neo-conceptista
del siglo XXI, busca en su escritura.
El subtítulo pregunta: "¿Por qué uno de los divos más revoltosos de
la ópera se porta tan bien en casa de su mamá?" (21). Los dos primeros
párrafos subrayan los elogios recibidos por Juan Diego Flórez, el tenor peruano
que por aquel entonces tenía treinta y tres años. En el tercer párrafo,
Villanueva Chang se incluye a sí mismo como entrevistador en la narrativa. Al
igual que en el perfil anterior, es evidente desde las primeras líneas que el
objetivo principal es revelar el ser humano detrás de la celebridad: "Era
un escenario extraño para escuchar por primera vez a un tenor famoso, pero una
circunstancia conveniente para empezar a conocer a un hombre: Juan Diego Flórez
estaba en casa de su mamá" (23). En consonancia también con los perfiles mencionados,
el lector conoce la personalidad de la estrella de ópera gracias a los
comentarios de parientes y amigos: por ejemplo, uno de sus amigos de la
infancia le cuenta a Villanueva Chang—de nuevo otra paradoja—que el tenor jamás
aprendió a silbar. Otros amigos, así como su madre, recuerdan lo travieso que
era de niño. En contraste, el día de la entrevista en el estado de Florida, el
tenor es parco en palabras y muestra gran tranquilidad: respondía a las
preguntas de una manera monótona que revelaba su timidez o aburrimiento. Nos
enteramos así de que el energético tenor queda en stand-by cuando no está cantando. De hecho, Flórez desearía tener
una vida más normal, con una familia y más tiempo para pasar en casa. En
contraste, de niño, a este tenor formal y recatado le encantaba imitar a los
profesores, así como a los cantantes y actores famosos, y se divertía también
cantando ópera en los autobuses peruanos.
Para profundizar en
la personalidad del tenor, Villanueva Chang presenta la imagen que tiene su
exnovia de la relación entre Flórez con su madre, María Teresa Salom. Saltando
de la paradoja a la ironía, el autor señala que la cara de Flórez aparece en un
sello peruano ahora que "la gente ya no escribe cartas" (31). Igualmente
irónico es el hecho de que aunque los peruanos reconocen el rostro de Flórez,
casi nadie lo ha escuchado cantando. Como dijo una vez el escritor español
Jacinto Benavente, "la ironía es una tristeza que no puede
llorar y sonríe." Y la ironía continúa por medio de
símiles cuando se nos informa de que el tenor peruano no canta en la ducha ni
es un fanático de la música: "Un tenor fuera de serie que no es fanático
de la música es como un eximio escalador del Himalaya que le teme a las
alturas" (43). Estas anécdotas dan paso finalmente al análisis de la
psicología nacional peruana: "Pero en un país con una famélica autoestima
por tantas derrotas históricas, un cantante de ópera puede acabar por
convertirse en un asunto patriótico. Es un vencedor" (31-32). En
consonancia con su tono humorístico, Villanueva Chang continua con su tono
satírico al afirmar que la popularidad de la ópera en Perú está al mismo ínfimo
nivel que la del presidente Alejandro Toledo. Luego acusa cómicamente al tenor
de no ser capaz de distinguir entre el bien y el mal: le gusta en sentido de la
melodía que tiene Julio Iglesias. El perfil concluye volviendo a la ironía
anunciada en el título (Flórez es un tenor que no sabe silbar) y revelando que
su cara más humana: el sueño del cantante de ópera es tener un hijo.
La tercera
crónica de la colección es "El ABC del señor K", subtitulada "¿Qué
leerá un corresponsal de guerra cuando va a la cama?" Se trata del
resultado de una breve conversación con el reportero polaco Ryszard Kapuściński (o
Kapucinski, como lo escribe el autor; 1932-2007) sobre sus primeras lecturas. Como
el reportero, cuyas mejillas rojizas están "en estado de pudor
crónico" (46), solo tenía unos minutos antes de su vuelo, este texto es
mucho menos detallado que los otros incluidos en la colección. Villanueva Chang
presenta a este autor del "reportaje literario" o reportage
d'auteur (para usar el término
acuñado por el propio Kapuściński) como el reportero superstar del Tercer Mundo y como el
autor de El emperador, un texto sobre
el declive del régimen del emperador etíope Haile Selassie. Llegado a un punto
del perfil, Villanueva Chang confiesa que todo lo que le dice Kapuściński le
parece excesivo. Por ejemplo, en preparación para la escritura del libro Ebony, leyó doscientos libros sobre
asuntos africanos; igualmente, leyó 14.000 páginas para escribir otro libro
sobre Crimea; y dado que cuando está trabajando nunca hace llamadas telefónicas
ni escribe cartas ni correos electrónicos (no necesita el internet), una vez
pasó cincuenta meses sin comunicarse con su esposa. Como muchos otros
protagonistas de los perfiles de Villanueva Chang (y en esto coincide con su
compatriota Mario Vargas Llosa), Kapuściński está obsesionado con su profesión:
el periodismo es su misión en la vida y se siente culpable cuando no está
escribiendo. Villanueva Chang describe también al reportero polaco como "uno
de los últimos dinamiteros de las fronteras de género" (51): no cree en
los géneros literarios tradicionales.
Mientras que en
el perfil anterior nos enteramos de que el sueño de Flórez era tener una
familia, aquí vemos que Kapuściński siempre quiso ser filósofo. La crónica
también ofrece los consejos que da el escritor polaco sobre la escritura, que,
una vez más, coinciden con el estilo del propio Villanueva Chang: "sus
libros están plagados de moscas literarias que sobrevuelan los ojos de sus
lectores distrayéndolos de la tensión de una escena trágica. . . . La altura
asfixia y de vez en cuando hay que descender para encontrar un respiro"
(54). En la escritura de Villanueva Chang, por cierto, estas moscas literarias
son precisamente los comentarios humorísticos, sus paradojas e ironías, así
como las referencias literarias.
El siguiente
perfil, "El alcalde ciego",[5] es
uno de los más largos de la colección (setenta y seis páginas), seguido de
cerca del dedicado a Ferran Adrià, el célebre chef catalán y dueño del restaurante El Bulli (de setenta y cuatro
páginas). En el primero, encontramos la faceta más humana de Apolinar Salcedo
(1955-), el exalcalde de Cali, que es ciego y afrodescendiente, y fue
destituido por la Procuraduría General de la Nación en Colombia seis meses
después de que lo entrevistara Villanueva Chang. La primera pista sobre la
personalidad del exalcalde que se nos ofrece es que, guiado por la vanidad, usa
gafas graduadas. Más pistas: cree en la astrología como si fuera una ciencia y
cuenta con una "astróloga de cabecera" (71), en lugar de un médico de
cabecera; el reverso de su tarjeta de visita incluye versos del poeta uruguayo
Mario Benedetti; y, aun cuando nunca ha visto las calles de Cali, su mapa
mental de la ciudad le permite dar direcciones a su conductor. Más adelante, Salcedo
condena la ubicua discriminación contra las personas con discapacidades
físicas: "Una de las formas de desprestigiar mi gobierno es tratar de
demostrar que la ceguera es una incapacidad y no sólo una limitación"
(60). Recuerda también con indignación cómo un hombre trató de
"alquilarlo" para usarlo como mendigo.
Villanueva Chang ofrece
sus primeras impresiones: "El alcalde de Cali era tan simpático que al
conocerlo uno podía creer casi de inmediato en su inocencia y comenzar a
sospechar de sus consejeros de gobierno" (63). En cambio, unas líneas más
tarde enumera los casos de corrupción de los que se acusa al exalcalde. Al
final, el lector se da cuenta de que el perfil está dedicado tanto a Salcedo
como a la ciudad de Cali con su basura, baches, atascos de tráfico, mendigos,
narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares, reinas de la belleza y políticos
y policías corruptos. El texto reflexiona sobre los contrastes sociales entre
los barrios ricos de Ciudad Jardín, supuestamente habitados por
narcotraficantes y cirujanos plásticos, que Salcedo raramente visita, y las
barriadas creadas por gente desplazada por una guerra civil de medio siglo, que
sí visita frecuentemente. En definitiva, el perfil analiza Colombia en general,
incluyendo el problema del narcotráfico, la larga historia de violencia y la
tolerancia hacia la criminalidad, el origina de la guerrilla de las FARC y otros
temas relevantes. En último término, tanto Cali como Colombia acaban por convirtirse
en un microcosmos de Latinoamérica: "¿Por qué la gente decidió votar por
un hombre ciego? Parecía la historia de siempre en América Latina: David contra
Goliat, independientes versus
políticos profesionales, humildes versus
soberbios" (69). Más tarde, se nos enseña que ser una buena persona no es
recomendable para un político latinoamericano y que "la seriedad no es
carismática en América Latina. No se ganan votos por ser serio" (70). Incluso
el "alcalde junior" de Cali se convierte en "la parodia
adolescente de un tradicional político latinoamericano" (93). Lo único que
falta en el comportamiento de este joven, bromea Villanueva Chang, es que todavía
no ha comenzado a robar. Así pues, como se afirmó anteriormente, la figura del
alcalde es una excusa narrativa para hablar de la psicología nacional
colombiana, la corrupción y la política latinoamericana.
Tras describir la
prodigiosa memoria de Salcedo (que ha memorizado aproximadamente quinientos números
telefónicos), su mapa mental de Cali y su habilidad para jugar al fútbol,
Villanueva Chang recurre a otra antítesis para preguntar: "¿Por qué
entonces parece tan extraviado en la política? (75). Otros contrastes
humorísticos describen su historia personal: "En las calles de Cali,
algunos habían creído que el alcalde era el Mesías. Después algunos creyeron
que era uno de los ladrones. En ambos casos lo crucificaron" (82). Pero
para continuar con la exploración de la cosmovisión del alcalde, leemos que no
tolera la compasión por su discapacidad física o los supuestos intentos de
protegerlo, cuando en realidad están tratando de recibir favores a cambio. El
autor también compara a Salcedo con el "niño alcalde" de Cali así
como con otras figuras públicas ciegas, como el expresidente Joaquín Balaguer
(1906-2002), que fue una figura central en la política dominicana durante más
de seis décadas y sirvió siete mandatos como presidente durante los períodos1960-62,
1966-78 y 1986-96. Nuevas paradojas siguen abriendo puertas al pasado y el
presente de Salcedo: aunque lo pusieron a cargo de castigar a los
contrabandistas de tabaco y licor que estaban causando ceguera en la gente, en
Cali, la gente siente lástima por los narcotraficantes, pero no por Salcedo. Por
lo que respecta a la cara más íntima del alcalde, el perfil destaca su amor por
la pesca, su naturaleza sentimental y su miedo a acabar solo. Aunque el gran
sueño de Salcedo es trabajar para la paz mundial como líder internacional, los
residentes de Cali aseguran que el exalcalde está involucrado con la mafia
local y que fomentó el clientelismo político y la corrupción durante todo su
mandato.
El siguiente
perfil, que trata del enigmático director de cine alemán Werner Herzog (1942-), es el más corto de la colección. Su
título es "El cineasta invisible" y el subtítulo es "¿Puede ser
tan callado un director que amenaza de muerte a su actor favorito?" Al
contrario que los otros perfiles, este incluye un epígrafe del actor favorito de
Herzog, Klaus Kinski: "Herzog es un individuo miserable, rencoroso,
envidioso, apesta a codicia y ambición, maligno, sádico, traidor, chantajista,
cobarde y un farsante de la cabeza a los pies" (135). En contraste con los
otros textos, a causa de la brevedad de la entrevista que dio origen al
escrito, este no se acerca a la cara humana del personajes analizando sus
propias palabras. En realidad, se trata más bien de una suma de anécdotas sobre
Herzog. Villanueva Chang conoció al director cuando se hallaba en Perú filmando
un documental titulado Alas de esperanza sobre
Juliane Koepcke, la única sobreviviente de un accidente de avión en la selva
peruana. Entre otras anécdotas, Villanueva Chang menciona que Herzog estaba en
la lista de espera de ese mismo vuelo, que caminó de Alemania a Albania y a
París, que una vez hipnotizó a sus actores durante el rodaje de Heart of Glass (1976) y que hizo que una
tribu indígena cargara un barco a través de una montaña porque odia los efectos
especiales.
El perfil que
cierra la colección es también uno de los mejores: "Un extraterrestre en
la cocina" (143), dedicado al conocido chef
catalán Ferran Adrià (1961-) y subtitulado "¿Cuántos platos debe
romper un cocinero para convertirse en el chef más revolucionario del planeta?"
(143). Aparece dividido en dos partes, "Viaje a El Bulli 2000" y
"Viaje a El Bulli 2007". Villanueva Chang comienza con la enumeración
de las etiquetas que los críticos culinarios han puesto a la cocina de Adrià (de
todas ellas, el catalán solo acepta la de "cocina tecnoemocional" [181]). Concluye que el chef "parecía
víctima de una conspiración internacional de alabanzas" (144) y se
pregunta si hay "un idilio entre Adrià y la prensa mundial" (147). Tras
describir unas cuantas anécdotas, incluyendo la vez en que el chef rechazó un
cheque en blanco ofrecido por un magnate asiático por cocinar para él en una
fiesta del fin del milenio, Villanueva Chang describe su visita a El Bulli, el
restaurante de este "genio de carne y hueso (y sal al gusto)" (147). Primeramente
describe su ubicación escondida y lejana, y las razones por las que Adrià lo
prefiere así: "en los restaurantes de las ciudades la gente se junta más
para hablar de negocios que para disfrutar de la gastronomía" (148). Más
adelante, el autor revela los orígenes del nombre del restaurante y describe su
cocina, que, según él, parece más bien una sala de cirugía. En las siguientes
páginas pasa a la fisionomía de Adrià: "Su frente es como un campo de
concentración de tres arrugas, que se expande hasta una mata de cabello negro
domesticado. Para un fisonomista gnóstico, tres arrugas en la frente son el
rastro indudable de un artista" (149).
Aunque Villanueva
Chang se refiere al chef como "El Gran Jefe", "El
extraterrestre" y "Dios", enfatiza su "humildad con alma de
lavaplatos" (150): no en vano, espera a la cola con el resto de sus
empleados para que le sirvan el almuerzo. Se lo describe también como un hombre
hiperactivo ("Adrià es tan inquieto que parece estar siempre en otra
parte" (151) que trabaja más de quince horas al día y da órdenes como si
fuera un agitador político. Alaba, en particular, su descubrimiento de nuevas
recetas por medio del juego y del humor: inventa técnicas para jugar con las
emociones de sus clientes. Por medio de símiles, el autor describe la frenética
actividad de los cocineros en la cocina: en sus propias palabras, parecen
elegantes actores de teatro de vanguardia pero se mueven como bailarinas;
parece que están operando a microbios en platos de diseño. La última sección de
la primera parte del perfil revela que cada otoño Adrià cierra El Bulli para
dedicar todo su tiempo a su taller de investigación en Barcelona; de esta
manera, su cocina puede seguir evolucionando de manera revolucionaria.
Villanueva Chang describe el taller donde Adrià colabora con su hermano y mano
derecha Oriol Castro como el laboratorio de un alquimista.
La segunda parte
trata de su segunda visita al restaurante en 2007. En la primera escena, a uno
de los cocineros de Adrià se le cae un plato, lo que se considera un tabú en El
Bulli, según Villanueva Chang. Más tarde, se recuerda que cuando la feria
alemana de vanguardia honró a Adrià como invitado especial con uno de sus
platos, este simplemente ofreció una reserva para dos a su restaurante. Entre
otras cosas, el polifacético Adrià es escritor, dirige una fundación dedicada a
mejorar los hábitos alimenticios de los niños, tiene múltiples contratos
publicitarios y es dueño de una compañía de servicio de banquetes a domicilio. Como
es típico de los perfiles de Villanueva Chang, nada más mencionar que de acuerdo
a otro chef español, para un cocinero, ir a El Bulli es como ir a Disney World,
se refiere al chef en el siguiente párrafo como "Mickey Mouse." Seguidamente, pasa a la vida privada del chef:
en casa disfruta sentándose en el sofá sin pensar en nada y, mientras que el
tenor Juan Diego Flórez no sabe silbar, a Ferran Adrià no le gusta el vino.
Entre otras anécdotas, el perfil menciona cuando Adrià contesta preguntas de
periodistas de todo el mundo, lo hace como si estuviera jugando varias partidas
de ajedrez simultáneas en las que él es el rey. En palabras del chef, disfruta
dando entrevistas porque le ahorran dinero en terapia psicoanalítica y le
ayudan a descubrir cosas sobre sí mismo a las que luego puede recurrir en su
taller de investigación, en el que curiosamente trabaja un químico.
Villanueva
Chang resume la experiencia de comer en El Bulli en dos frases: "Adrià
había hecho de los puntos suspensivos un ingrediente de su cocina. Cuando vas a
El Bulli no sabes qué vas a comer ni qué va a suceder" (178). Volviendo a
incluirse a sí mismo en la narrativa, confiesa lo poco que sabe de la
extravagante cocina de Adrià: "Un par de expediciones a su restaurante en
siete años eran mi certificado de ignorancia" (179). Pero él no es el
único; en su opinión, solo una de cada mil personas que citan a Adrià ha
visitado el restaurante y solo uno de cada mil que ha ido entiende su cocina.
Así, el autor se pregunta, quizás con falsa modestia, por qué un hombre que no
sabe cocinar como él ha sido invitado a comer en El Bulli, cuando se rumorea
que incluso Bill Gates fue incapaz de conseguir una mesa en el mismo
restaurante. Después, procede a confesar que fue mera suerte: alguien acababa
de cancelar la reserva.
El
perfil también se hace eco de la polémica crítica del chef tradicionalista Santi
Santamaría de la cocina de vanguardia de Adrià en 2007. Tras describir los
platos que se sirvieron en su cena por "orden de desaparición" (207),
Villanueva Chang intenta definir la cocina de Adrià: "es genial, graciosa,
descarada, extraña, revolucionaria, metafísica, chiflada" (208). Después,
el autor tacha de falsas las acusaciones contra Adrià, que considera resultado
de la envidia: "No fui envenado ni el espectáculo superó al sabor. Sólo me
sentí agradecido" (214). Cierra el perfil la historia de Pascal Herny, un
gourmet suizo que misteriosamente desapareció después de comer en El Bulli.
El último perfil
que analizaré será "We're not in Kansas anymore," con título en inglés
pero escrito en castellano e incluido en la colección Se habla español. Voces latinas en USA (2000). Está dedicado tanto
a Mandalit del Barco, una cronista estadounidense que escribe para la National
Public Radio de Kansas y que fue a Perú a filmar un documental, como a los
contrastes entre Perú y Estados Unidos. Por ejemplo, Villanueva Chang describe,
con su típica ironía, la muerte de un peruano "en una de esas curvas del
Perú donde los viajeros acostumbran a morir" (191). Acto seguido se mofa
de la cultura estadounidense afirmando que conoció a esta mujer en Lima, donde
las invitaciones a fiestas no incluyen una hora de llegada y otra de salida: "estábamos
en Lima, donde el tiempo es de mentira" (191). Con el mismo tono
humorístico, tras afirmar que del Barco tiene una madre mexicoamericana y un
padre peruano, el autor señala que su nariz apunta "rumbo a los
Andes" (192).
Del Barco viaja a
la ciudad de Ayacucho, donde el grupo terrorista Sendero Luminoso asesinó a
tres de las mujeres de su familia: su abuela paterna, su tía y su prima. En el
día de los muertos, contrata a personas para que lloren y recen en quechua por
sus familiares. El Perú que descubre durante su viaje es muy diferente del país
mítico que había imaginado: "Ella ha encontrado un paisaje real
maravilloso minado por el trauma de su conquista española, la resaca de Sendero
y una pigmea autoestima histórica" (194). Villanueva Chang, que anteriormente
había comparado a del Barco con Dorothy, el personaje de The Wizard of Oz, se refiere ahora a ella lúdicamente como Dorothy,
imaginando que también ella sueña con viajar al otro lado del arco iris, donde
se encuentra Perú. Y una vez más, compara Perú con Baldwin (Kansas), donde
creció del Barco: "En Baldwin no había ladrones ni asesinos. . . . Allí
matar no era una costumbre" (194).
Otro pasaje
revela que del Barco es descendiente de Pedro del Barco, que luchó contra el rebelde
Manco Inca y fue también uno de los fundadores de Cuzco, y de Martín del Barco,
un poeta español del siglo XVI. Después, Villanueva Chang enumera las ciudades
en las que ha vivido del Barco. Se mudó primero a Miami, "una gusana
quinceañera con sueños de jet set"
(197), a trabajar en el The Miami Herald.
Allí fue violada dos veces por un hombre, pero la policía se negó a creerla.
Más tarde, se mudó a Washington, una ciudad que "le aburría con su alma
suiza" (198), a trabajara en la National Public Radio. Del Barco
finalmente se mudó a Los Angeles, donde experimentó un terremoto de nivel
siete. En la actualidad vive en otra ciudad donde nunca llueve: Lima. Desde su
ventana puede ver la calle Tarata, donde Sendero Luminoso mató a veinticinco
personas e hirió a doscientas más. A del Barco le sorprende la prominencia de
la prensa amarilla peruana que, según Villanueva Chang, aliena a la población,
la mitad de la cual sobrevive con dos dólares al día. El perfil termina con del
Barco llorando como no había llorado nunca: la policía está lanzando gas
lacrimógeno a la oposición a Fujimori. Además, tiene que evitar a los machistas
que le silban por la calle y a los estafadores que tratan de engañar a los
turistas. Pero por encima de todas estas anécdotas, el perfil presenta una
imagen deprimente de Lima, una ciudad, que como el autor nos recuerda, fue
descrita por Melville en Moby Dick como
"the strangest, saddest city thou can'st see," y por el poeta
surrealista peruano Sebastián Salazar Bondy como "Lima,
la horrible." El perfil de la cronista de Kansas acaba convirtiéndose en
una excusa para lamentar los problemas sistémicos de Lima y Perú.
Como se
ha observado, Villanueva Chang "traduce" el mundo que lo rodea por
medio de sus crónicas y perfiles, a menudo tratando de expresar lo inefable por
medio de paradojas, antítesis y contradicciones salpicadas de humor, ironía y
quizás cierta resignación mal camuflada. Sus personajes son el reflejo de las
relaciones humanas en los lugares en los que vive o que visita; al mismo
tiempo, las ciudades que describe se hacen eco de las sorprendentes contradicciones
de la naturaleza humana. Aunque muchos de los intereses del cronista muestra
una mirada internacional, su Perú nativo continúa siendo uno de los principales
marcos de referencia de su escritura. En definitiva, la prosa de Villanueva
Chang es tan cautivadora porque muestra un espíritu de innovación y frescura, a
la vez que se hace eco del ingenio y el carácter lúdico que caracteriza la
prosa conceptista de Quevedo. Por esta razón, considero a esta figura clave en
el rescate de la crónica y el perfil latinoamericanos un escritor
neoconceptista.
Egan, Linda. "Play on words: Chronicling the
Essay." The Contemporary Mexican
Chronicle. Theoretical Perspectives
on the Liminal Genre. Ed. Ignacio Corona and Beth E. Jörgensen. Albany: State University of
New York Press, 2002. 95-122. Impreso.
Iwasaki Cauti, Fernando. Mi poncho es un kimono flamenco.
Lima: Sarita Cartonera, 2005. Impreso.
Villanueva Chang, Julio. "Carta a mi abuelo chino.
Un cantonés casero y querendón." El Comercio Lima. 12 Oct. 1999. Impreso.
---. Elogios criminales.
Mexico: Random House Mondadori, 2008. Impreso.
---. "El que enciende la luz. ¿Qué significa escribir una crónica en tiempos de
crisis de la atención?" Antología de crónica latinoamericana actual.
Ed. Darío Jaramillo Agudelo. Madrid:
Alfaguara, 2012. Impreso.
---. "La indiscreción de
asomarse por la espalda Carta. Horóscopo chino." Etiqueta Negra 7 (Nov.
2011): 12. Impreso.
---. Mariposas
y murciélagos: crónicas y perfiles. Lima: Universidad Peruana de
Ciencias Aplicadas
(UPC), 1999. Impreso.
---. "We're not Kansas
anymore." Se habla español. Voces latinas en USA. Ed. Edmundo Paz Soldán and Alberto Fuguet. Miami: Alfaguara, 2000. 191-200. Impreso.
---. "Un
chofer de ambulancia que llegaba a tiempo." Reportaje: En Portada. El País. 16 June 2011.
Internet.
Notas
[1] Varios párrafos de este ensayo
aparecen en mi libro Dragons in the Land of the Condor: Writing
Tusán in Peru (U of Arizona P, 2014). La versión inglesa del artículo se publicó en Altertexto 3
(2013): 2-15.
[2] Julio
Villanueva Chang nació en Lima, donde todavía vive. Estudió pedagogía en la
Universidad Nacional de San Marcos y ha dado seminarios y charlas en varias
instituciones, incluyendo Harvard, Yale, la Universidad de Barcelona, Columbia
University, y University of California, Merced. Ha ganado el Interamerican
Press Association Award (IAPA) en "feature writing". Villanueva Chang
dirige un taller sobre escritura de crónicas y periodismo literario en la
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Sus textos han aparecido en
varios periódicos y revistas de España y Latinoamérica, incluyendo El País,
La Vanguardia, La Nación, Página
12, Reforma, Gatopardo, El Malpensante, Vogue, Marie
Claire, Letras Libres, The Virginia Quarterly Review y World Literature Today.
Cada domingo, publica una columna titulada "Horóscopo chino" en el
diario español Público. La Asociación de Prensa de Aragón y el Congreso
de Periodismo Digital de España publicaron una compilación de sus experiencias
como editor titulada Un día con Julio Villanueva Chang.
[5] Este perfil, titulado en castellano "El alcalde ciego", se
tradujo como "Through the Eyes of a Blind Mayor" al publicarse en The
Virginia Quarterly Review.
1 comentario:
Una voz original y potente, la de Chang, autor necesario. Uno de los pocos escritores hispanos a quienes leo con placer —quizá porque en estos últimos años la vida me ha llevado a interesarme por el "Lejano Oriente" —China, India y ahora Corea.
Original área de especialización, la de López Calvo, que le está dando un perfil reconocible en varios puntos geográficos de la Hispanidad: California, Perú, España.
Publicar un comentario