viernes, 4 de agosto de 2017

Prologue to Javier Fernández Díaz’s La alegría de las influencias: Roberto Bolaño y la literatura latinoamericana

       Prologue to Javier Fernández Díaz’s La alegría de las influencias: Roberto Bolaño y la

            literatura latinoamericana (Murcia, Spain: Editum, 2017). 9-13. 

Ignacio López-Calvo
University of California, Merced


Jorge Luis Borges, en su ensayo “Kafka y sus precursores”, incluido en Otras Inquisiciones, afirmaba:
En el vocabulario crítico, la palabra precursor es indispensable, pero habría que tratar de purificarla de toda connotación de polémica o rivalidad. El hecho es que cada escritor crea sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro. En esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres. El primer Kafka de Betrachtung es menos precursor del Kafka de los mitos sombríos y de las instituciones atroces que Browning o Lord Dunsany.

En este marco teórico borgiano se puede encuadrar La otra América. Influencia de la literatura estadounidense en Roberto Bolaño, en donde el crítico Javier Fernández establece una genealogía literaria, una cartografía de diálogos entre Bolaño y un buen número de textos y autores estadounidenses como Walt Whitman, Mark Twain, Edgar Allan Poe, William Burroughs, Ezra Pound, Herman Melville, T.S. Elliot, Ernest Hemingway, Phillip K. Dick, William Faulkner, Malcom Lowry, Thomas Pynchon, Hunter S. Thompson y Jack Kerouac. Este estudio de la formación de un canon literario norteamericano en la obra del escritor chileno revela cómo, en términos borgianos, va creando a sus propios precursores e instalando su obra estratégicamente dentro de una tradición literaria específica.
Teniendo en cuenta que el diálogo intertextual de Bolaño con autores franceses o de otros países occidentales ha recibido mucha más atención crítica que la de la tradición literaria norteamericana, Fernández examina más de cien citas en las que el chileno menciona la presencia de autores estadounidenses, detectando un tipo diferente de “ansiedad de la influencia”: en lugar del enfoque agónico propuesto por Harold Bloom, se halla un enfoque lúdico con el que juega a invitar al lector a adivinar las referencias literarias con las que salpica sus textos literarios. Con este ejercicio se trata no sólo de determinar dichas influencias, sino también de analizar los rasgos principales de la literatura del autor chileno. Fernández haya las claves no sólo en la obra narrativa de Bolaño, así como en algunos de sus artículos en los que ofrece consejos prácticos para escribir literatura, como “Consejos sobre el arte de escribir cuentos” y “Un narrador en la intimidad”. En este sentido, el presente estudio comparativo constituye una importante herramienta o guía para comprender tanto las fuentes literarias como los mecanismos principales de la poética de Bolaño.
Según Fernández, por medio de un impresionante número de referencias literarias, Bolaño, incansable lector, crea redes de autores y libros interconectados por fronteras comunes, lo que abre las puertas a una nueva interpretación crítica de su estilo narrativo y sus leitmotivos. El prolífico escritor que publicó once novelas en trece años utilizaba una metodología creativa tipo collage que Fernández denomina “composición fragmentaria”, trabajando simultáneamente en diferentes manuscritos, encontrando inspiración en la vida diaria y la prensa, o transformando otros libros al estilo del argentino Jorge Luis Borges. La literatura del chileno, así como las de Borges y Burroughs, aparece saturada de citas de otros autores y ofrece líneas de conexión temáticas y estilísticas. En la misma línea, los personajes una novela reaparecen en otras y será el lector quien deba compone el rompecabezas para encontrar significados más profundos. Fernández sostiene que fue precisamente la influencia de Burroughs la que llevó a la literatura de Bolaño a ofrecer diferentes versiones de una misma historia y a mantener referencias intertextuales entre las diferentes obras que publicó: “En ambos autores literatura y vida se articulan en fragmentos narrativos, textos móviles, a veces intercambiables, como elementos que viajan a otros libros para ser narrados idénticamente y conformar un mismo universo” (Fernández 494).
Se explora asimismo la tendencia de Bolaño a elaborar listas de autores que utiliza con frecuencia para simular relatos. Esta peculiaridad evoluciona a lo largo de su carrera, disminuyendo la cantidad de listas a medida que su narrativa va madurando. Según Fernández, entre las posibles causas por las que Bolaño rocía sus textos con una taxonomía de nombres de autores y textos están las siguientes: para condensar su literatura; para hacer alarde de sus innumerables lecturas; para dignificar su nombre al rodearlo de clásicos de la literatura occidental; y, sobre todo, para ofrecer su experiencia biográfica y literaria compartiendo con el lector sus mutuas lecturas o invitándolo a iniciar nuevas lecturas. Tienen sus obras, por tanto, un carácter didáctico de invitación a describir otras lecturas, otros mundos literarios.
No obstante, como explica Fernández, no siempre los nombres que más menciona Bolaño son los que más le influyeron; por ejemplo, si bien menciona más a Whitman y a Twain, Burroughs y Kurt Vonnegut son mucho más influyentes en su obra. Burroughs, por ejemplo, lo influyó a la hora de elaborar una leyenda que transforma al propio autor en uno de sus personajes; por otra parte, el carácter autobiográfico, confesional y distante los narradores de Bolaño recuerda a los de Vonnegut.
La sombra de varios otros autores estadounidenses se palpa en las páginas de Bolaño. De Poe, por ejemplo, toma prestados, según Fernández, el sentido de constante inminencia, la omnipresencia del horror y los personajes intelectuales en permanente búsqueda de algo. Los ecos de Twain aparecen en su sentido del humor, su habilidad para recrear con ternura ciertos personajes marginales y la interesante mezcla de oralidad y lirismo que produce una sensación de espontaneidad y verosimilitud. Con Melville comparte el valor alegórico de novelas como 2666. La obra de Keouac, por otra parte, influye su sentido de la parodia y compasión por aquéllos (heroicos poetas en muchos casos) que dedicaron su vida a la literatura. Fernández también explora la educación sentimental que Henry Miller le proporcionó a Bolaño o el modelo para los monólogos extraordinarios que encontró en la obra de Faulkner. Los narradores neuróticos y sarcásticos de Hunter S. Thompson tienen igualmente un eco en la obra de Bolaño.
Más adelante, Fernández estudia las modalidades y temas literarios posmodernos presentes en la obra del chileno, incluyendo la fragmentación narrativa, los elementos gráficos y la autoficción, es decir, la ambigua mezcla de autobiografía y ficción. Por el mismo camino, la ciencia ficción, que tanto atraía al autor chileno, le inspira a encontrar argumentos, motivos, puntos de vista narrativos y acertijos para futuros lectores. El crítico señala también la omnipresencia del humor y la ironía para compensar la narración del horror y hacer guiños al lector por medio de veladas alusiones. Los principales referentes estadounidenses para este peculiar uso del humor ácido y el sarcasmo se encuentran, según Fernández, en Ambrose Bierece y en la visión satírica de la profesión de escritor que tenía Hunter S. Thompson. Ve además en Los detectives salvajes los motivos del viaje y el enigma, que Bolaño consideraba los caminos fundamentales hacia la “gran novela americana”.
Entre los tres temas recurrentes en la obra del chileno, Fernández señala el fracaso con matices épicos, y en particular, la muerte de los sueños revolucionarios de los jóvenes chilenos. Bolaño elabora este motivo literario desde la desconfianza en la “Historia oficial” y la memoria colectiva, lo que a su vez revela la naturaleza inestable de la historia. Otro de los temas señalados es el aprendizaje poético, que abarca los motivos de la literatura, el sexo (con ecos de Henry Miller y Charles Bukowski) y la enfermedad, que con frecuencia se manifiesta en relación con la locura (Poe, Melville, Lovecraft). El tercer tema recurrente que señala Fernández es la existencia de la violencia y el mal puro e injustificable de personajes que juegan a ser dioses en gran parte de la obra de Bolaño. Los referentes literarios norteamericanos para este tercer tema serían, según Fernández, Melville y el Cormac McCarthy de Blood Meridian. Por otra parte, el uso que hace Bolaño de la hipérbole y la repetición a la hora de representar la violencia nace, según Fernández, de su intención de “conmover a un lector insensibilizado por la exposición continua a sus manifestaciones audiovisuales” (500). El libro incluye, además, un examen de la influencia de la poesía en la obra narrativa de Bolaño.
En definitiva, Fernández ha logrado, con este estudio comparativo de la narrativa de Bolaño, la difícil tarea de añadir un valioso, novedoso e indispensable enfoque al impresionante volumen de ensayos críticos sobre la obra del chileno que ha ido apareciendo en pocos años y que se puede observar en la abundante lista bibliográfica incluida al final de libro.

No hay comentarios: