Prologue to Javier Fernández Díaz’s
La alegría de las influencias: Roberto Bolaño y la
literatura latinoamericana (Murcia,
Spain: Editum, 2017). 9-13.
Ignacio López-Calvo
University of California, Merced
Jorge Luis
Borges, en su ensayo “Kafka y sus precursores”,
incluido en Otras Inquisiciones, afirmaba:
En el vocabulario crítico, la palabra
precursor es indispensable, pero habría que tratar de purificarla de toda
connotación de polémica o rivalidad. El
hecho es que cada escritor crea sus precursores. Su labor modifica nuestra
concepción del pasado, como ha de modificar el futuro. En esta correlación nada
importa la identidad o la pluralidad de los hombres. El primer Kafka de
Betrachtung es menos precursor del Kafka de los mitos sombríos y de las
instituciones atroces que Browning o Lord Dunsany.
En este marco
teórico borgiano se puede encuadrar La
otra América. Influencia de la literatura estadounidense en Roberto Bolaño,
en donde el crítico Javier
Fernández establece una genealogía
literaria, una cartografía de diálogos entre Bolaño y un buen número de textos
y autores estadounidenses como Walt Whitman, Mark
Twain, Edgar Allan Poe, William Burroughs, Ezra
Pound, Herman Melville, T.S. Elliot, Ernest Hemingway, Phillip K. Dick, William Faulkner, Malcom Lowry, Thomas
Pynchon, Hunter S. Thompson y Jack Kerouac. Este estudio de la
formación de un canon literario norteamericano en la obra del escritor chileno
revela cómo, en términos borgianos, va creando a sus propios precursores e
instalando su obra estratégicamente dentro de una tradición literaria
específica.
Teniendo en cuenta que el diálogo
intertextual de Bolaño con autores franceses o de otros países occidentales ha
recibido mucha más atención crítica que la de la tradición literaria
norteamericana, Fernández examina más de cien citas en las que el chileno
menciona la presencia de autores estadounidenses, detectando un tipo diferente
de “ansiedad de la influencia”: en lugar del enfoque agónico propuesto por
Harold Bloom, se halla un enfoque lúdico con el que juega a invitar al lector a
adivinar las referencias literarias con las que salpica sus textos literarios.
Con este ejercicio se trata no sólo de determinar dichas influencias, sino
también de analizar los rasgos principales de la literatura del autor chileno. Fernández
haya las claves no sólo en la obra narrativa de Bolaño, así como en algunos de
sus artículos en los que ofrece consejos prácticos para escribir literatura,
como “Consejos sobre el arte de escribir cuentos” y “Un
narrador en la intimidad”. En este
sentido, el presente estudio comparativo constituye una importante herramienta
o guía para comprender tanto las fuentes literarias como los mecanismos
principales de la poética de Bolaño.
Según Fernández, por medio de un
impresionante número de referencias literarias, Bolaño, incansable lector, crea
redes de autores y libros interconectados por fronteras comunes, lo que abre
las puertas a una nueva interpretación crítica de su estilo narrativo y sus
leitmotivos. El prolífico escritor que publicó once novelas en trece años
utilizaba una metodología creativa tipo collage que Fernández denomina
“composición fragmentaria”, trabajando simultáneamente en diferentes
manuscritos, encontrando inspiración en la vida diaria y la prensa, o
transformando otros libros al estilo del argentino Jorge Luis Borges. La
literatura del chileno, así como las de Borges y Burroughs, aparece
saturada de citas de otros autores y ofrece líneas de conexión temáticas y
estilísticas. En la misma línea, los personajes una novela reaparecen en otras
y será el lector quien deba compone el rompecabezas para encontrar significados
más profundos. Fernández sostiene que fue precisamente la influencia de
Burroughs la que llevó a la literatura de Bolaño a ofrecer diferentes versiones
de una misma historia y a mantener referencias intertextuales entre las
diferentes obras que publicó: “En ambos autores literatura y
vida se articulan en fragmentos narrativos, textos móviles, a veces
intercambiables, como elementos que viajan a otros libros para ser narrados
idénticamente y conformar un mismo universo” (Fernández 494).
Se explora asimismo la tendencia de Bolaño
a elaborar listas de autores que utiliza con frecuencia para simular relatos. Esta
peculiaridad evoluciona a lo largo de su carrera, disminuyendo la cantidad de
listas a medida que su narrativa va madurando. Según Fernández, entre las
posibles causas por las que Bolaño rocía sus textos con una taxonomía de
nombres de autores y textos están las siguientes: para condensar su literatura;
para hacer alarde de sus innumerables lecturas; para dignificar su nombre al
rodearlo de clásicos de la literatura occidental; y, sobre todo, para ofrecer
su experiencia biográfica y literaria compartiendo con el lector sus mutuas
lecturas o invitándolo a iniciar nuevas lecturas. Tienen sus obras, por tanto,
un carácter didáctico de invitación a describir otras lecturas, otros mundos
literarios.
No obstante, como explica Fernández, no
siempre los nombres que más menciona Bolaño son los que más le influyeron; por
ejemplo, si bien menciona más a Whitman y a Twain, Burroughs y Kurt Vonnegut son mucho más influyentes en su obra. Burroughs, por ejemplo, lo influyó a la hora de elaborar una leyenda que
transforma al propio autor en uno de sus personajes; por otra parte, el
carácter autobiográfico, confesional y distante los narradores de Bolaño recuerda
a los de Vonnegut.
La sombra de varios otros autores estadounidenses se palpa en las páginas
de Bolaño. De Poe, por ejemplo, toma prestados, según Fernández, el sentido de
constante inminencia, la omnipresencia del horror y los personajes
intelectuales en permanente búsqueda de algo. Los ecos de Twain aparecen en su
sentido del humor, su habilidad para recrear con ternura ciertos personajes
marginales y la interesante mezcla de oralidad y lirismo que produce una
sensación de espontaneidad y verosimilitud. Con Melville comparte el valor
alegórico de novelas como 2666. La obra de Keouac, por otra parte, influye su
sentido de la parodia y compasión por aquéllos (heroicos poetas en muchos
casos) que dedicaron su vida a la literatura. Fernández también explora la
educación sentimental que Henry Miller le proporcionó a Bolaño o el modelo para
los monólogos extraordinarios que encontró en la obra de Faulkner. Los
narradores neuróticos y sarcásticos de Hunter S. Thompson tienen igualmente un
eco en la obra de Bolaño.
Más adelante, Fernández estudia las modalidades y temas literarios
posmodernos presentes en la obra del chileno, incluyendo la fragmentación
narrativa, los elementos gráficos y la autoficción, es decir, la ambigua mezcla
de autobiografía y ficción. Por el mismo camino, la ciencia ficción, que tanto atraía
al autor chileno, le inspira a encontrar argumentos, motivos, puntos de vista
narrativos y acertijos para futuros lectores. El crítico señala también la
omnipresencia del humor y la ironía para compensar la narración del horror y
hacer guiños al lector por medio de veladas alusiones. Los principales
referentes estadounidenses para este peculiar uso del humor ácido y el sarcasmo
se encuentran, según Fernández, en Ambrose Bierece y en la visión satírica de
la profesión de escritor que tenía Hunter S. Thompson. Ve además en Los
detectives salvajes los motivos del viaje y el enigma, que Bolaño
consideraba los caminos fundamentales hacia la “gran novela americana”.
Entre los tres temas recurrentes en la obra del chileno, Fernández señala
el fracaso con matices épicos, y en particular, la muerte de los sueños
revolucionarios de los jóvenes chilenos. Bolaño elabora este motivo literario desde
la desconfianza en la “Historia oficial” y la memoria colectiva, lo que a su
vez revela la naturaleza inestable de la historia. Otro de los temas señalados
es el aprendizaje poético, que abarca los motivos de la literatura, el sexo
(con ecos de Henry Miller y Charles Bukowski) y la enfermedad, que con frecuencia se manifiesta en
relación con la locura (Poe, Melville, Lovecraft). El tercer tema recurrente
que señala Fernández es la existencia de la violencia y el mal puro e
injustificable de personajes que juegan a ser dioses en gran parte de la obra
de Bolaño. Los referentes literarios norteamericanos para este
tercer tema serían, según Fernández, Melville y el Cormac McCarthy de Blood Meridian. Por otra parte, el uso
que hace Bolaño de la hipérbole y la repetición a la hora de representar la violencia
nace, según Fernández, de su intención de “conmover a un lector insensibilizado
por la exposición continua a sus manifestaciones audiovisuales” (500). El libro
incluye, además, un examen de la influencia de la poesía en la obra narrativa
de Bolaño.
En definitiva,
Fernández ha logrado, con este estudio comparativo de la narrativa de Bolaño,
la difícil tarea de añadir un valioso, novedoso e indispensable enfoque al
impresionante volumen de ensayos críticos sobre la obra del chileno que ha ido
apareciendo en pocos años y que se puede observar en la abundante lista
bibliográfica incluida al final de libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario