Por Ignacio López-Calvo
Un poema, una oración, la música del violonchelo, banderas, discursos, promesas, himnos y bendiciones dan la bienvenida a un nuevo comienzo y una nueva era. Entra por fin el siglo XXI en la América del Norte. Pero, ¿no será un espejismo? ¿No será otro vacío discurso de otro político elocuente más?
Yo me atrevo a contestar con otra pregunta: ¿cuántos políticos recientes de Estados Unidos rechazaron ofertas para enriquecerse en el mundo de los negocios o de la bolsa para dedicarse a ayudar a los necesitados en barrios pobres? ¿Cuántos pueden realmente considerarse ciudadanos del mundo, habiendo nacido en una isla en medio del Pacífico y crecido en un país musulmán del fin del mundo? ¿Cuántos han sido hijos de un inmigrante africano, se llaman Hussein y cargan una historia reciente (de poco más de medio siglo) de discriminación aberrante sobre sus espaldas?
El mundo quiere creer; necesita creer… y yo también quiero creer que la arrogancia unilateralista se alejará de Washington y que se acercará la hora del diálogo y del sentido común. Idealismo, quizá, pero por algo se empieza.
El discurso con el que Obama aceptó ser el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos y el presidente número 44 no fue altisonante, como quizá se esperaba. Sorprendió con un estilo directo, a veces sombrío, pero siempre pragmático. En lugar de buscar el aplauso facilón, se concentró en animar a su pueblo a seguir luchando y a intentar reestablecer la confianza de su pueblo. Curiosamente, no fue un discurso dirigido solamente a los americanos, sino al mundo entero. Habló de los valores en los que cree, de lo que tienen que entender las naciones islámicas, las ricas y las pobres, de la fraternidad entre naciones. En fin, de una nueva forma de entender el mundo.
Y, hablando de cosmovisiones, hay quienes comprenden el mundo en oposiciones binarias: no se puede entender el bien, si antes no se comprende lo que es el mal; no se sabe bien lo que es un hombre, si antes no se ha visto una mujer; no sabemos qué significa “dentro” sin antes haber estado “fuera”. Yo me atrevo aquí a intentar adivinar el futuro: para imaginarse cómo será la presidencia de Obama, uno tendría que imaginarse cómo sería un presidente diametralmente opuesto a George W. Bush (por cierto, ¿le habrá llegado la inteligencia para notar las referencias indirectas a su presidencia que había en el discurso?). Otra cosa: si Obama dirige su país como ha dirigido su campaña presidencial, las cosas mejorarán.
Un poema, una oración, la música del violonchelo, banderas, discursos, promesas, himnos y bendiciones dan la bienvenida a un nuevo comienzo y una nueva era. Entra por fin el siglo XXI en la América del Norte. Pero, ¿no será un espejismo? ¿No será otro vacío discurso de otro político elocuente más?
Yo me atrevo a contestar con otra pregunta: ¿cuántos políticos recientes de Estados Unidos rechazaron ofertas para enriquecerse en el mundo de los negocios o de la bolsa para dedicarse a ayudar a los necesitados en barrios pobres? ¿Cuántos pueden realmente considerarse ciudadanos del mundo, habiendo nacido en una isla en medio del Pacífico y crecido en un país musulmán del fin del mundo? ¿Cuántos han sido hijos de un inmigrante africano, se llaman Hussein y cargan una historia reciente (de poco más de medio siglo) de discriminación aberrante sobre sus espaldas?
El mundo quiere creer; necesita creer… y yo también quiero creer que la arrogancia unilateralista se alejará de Washington y que se acercará la hora del diálogo y del sentido común. Idealismo, quizá, pero por algo se empieza.
El discurso con el que Obama aceptó ser el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos y el presidente número 44 no fue altisonante, como quizá se esperaba. Sorprendió con un estilo directo, a veces sombrío, pero siempre pragmático. En lugar de buscar el aplauso facilón, se concentró en animar a su pueblo a seguir luchando y a intentar reestablecer la confianza de su pueblo. Curiosamente, no fue un discurso dirigido solamente a los americanos, sino al mundo entero. Habló de los valores en los que cree, de lo que tienen que entender las naciones islámicas, las ricas y las pobres, de la fraternidad entre naciones. En fin, de una nueva forma de entender el mundo.
Y, hablando de cosmovisiones, hay quienes comprenden el mundo en oposiciones binarias: no se puede entender el bien, si antes no se comprende lo que es el mal; no se sabe bien lo que es un hombre, si antes no se ha visto una mujer; no sabemos qué significa “dentro” sin antes haber estado “fuera”. Yo me atrevo aquí a intentar adivinar el futuro: para imaginarse cómo será la presidencia de Obama, uno tendría que imaginarse cómo sería un presidente diametralmente opuesto a George W. Bush (por cierto, ¿le habrá llegado la inteligencia para notar las referencias indirectas a su presidencia que había en el discurso?). Otra cosa: si Obama dirige su país como ha dirigido su campaña presidencial, las cosas mejorarán.
*U.S. copyright law prohibits reproduction of the articles on this site "for any purpose other than private study, scholarship, or research" (see Title 17, US Code for details). If you would like to copy or reprint these articles for other purposes, please contact the publisher to secure permission.
No hay comentarios:
Publicar un comentario