domingo, 7 de febrero de 2010

Cuando el ciudadano Kane posó sus garras en Segovia


  

Al magnate del periodismo norteamericano William Randloph Hearst (1863-1951), cuya vida inspiró Citizen Kane, la obra maestra de Orson Welles, no se le tiene mucho cariño en España. Varios historiadores a ambos lados del Atlántico, entre ellos Upton Sinclair, lo acusan de haber inventado la prensa amarilla para provocar, ganándose el apoyo popular, la guerra de Cuba. Hearst acabaría siendo conocido además por su impresionante colección de arte, de la que fue víctima también nuestra provincia. En concreto, se encaprichó, como es bien sabido, del claustro medieval, la sala capitular y el refectorio del Monasterio de Santa María la Real, que fue fundado en 1141 y luego adquirido (y rebautizado en nombre de San Bernardo de Clairvaux) por monjes cistercienses en un valle cerca de Sacramenia donde habían habitado San Juan de Pan y Agua y otros eremitas. 


 El edificio fue desmantelado cuidadosamente, numerando cada piedra y colocándolas en cajas de madera también numeradas y llenas de paja. Randolph lo compró en 1925 por 40.000 dólares pero, tras sufrir una grave crisis financiera durante la Gran Depresión, decidió no reconstruirlo. Además había surgido un problema: las cajas en que venían las piedras se pusieron en cuarentena debido a la fiebre aftosa que afectaba al ganado segoviano de la época. Más tarde, parte de la información del etiquetado se perdió porque, después de que quemar la paja de las cajas en prevención de posibles contagios, los encargados no se fijaron en los bien números y las colocaron como quisieron. El rancho californiano del multimillonario se quedó sin su claustro segoviano.


Durante casi tres décadas, las piedras del que ahora es uno de los edificios más antiguos del hemisferio occidental, quedaron olvidadas en un almacén de Brooklyn, Nueva York, adonde habían sido transportadas en carguero. Después de que finalmente otros dos magnates, Raymond Moss and William Edgemon, se acordaron de ellas y las compraron en 1952, fueron transportadas a North Miami Beach, al norte de Miami, donde las más de 35.000 piedras fueron reensambladas pieza por pieza. La broma les costó un millón y medio de dólares de la época y los más de veinte obreros, bajo la dirección de Allen Carswell, tardaron diecinueve meses, entre 1952 y 1953, en reconstruir el rompecabezas (si bien algunas de las piedras nunca se llegaron a usar). Años más tarde, volvió a pasar por varios dueños: el obispo Henry I. Louttit lo compró en 1964 para la Diócesis Episcopal del Sur de la Florida y luego se lo vendió al coronel Robert Pentland, Jr., quien acabaría regalándoselo a la parroquia episcopal de San Bernard de Clairvaux.

Además de servir oficialmente como templo episcopaliano, el “Antiguo monasterio español”, como se lo conoce ahora”, se ha convertido en atracción turística, que lógicamente es de especial interés para los segovianos (por si tienen interés, la dirección es 16711 West Dixie Highway, North Miami Beach, Florida 33160). Allí se celebran ahora misas y bodas. Afortunadamente, la abadía románica sigue siendo uno de los principales monumentos de Sacramenia.

Parte del desinterés que se demostró en la época por este edificio se debe a que después de siete siglos de uso religioso y como consecuencia de la desamortización de Mendizábal en 1835, que nacionalizó los bienes de los monasterios, el monasterio cisterciense pasó a manos de un terrateniente de la comarca que lo transformó en granero y establo. De la Iglesia de San Martín de Fuentidueña, cerca de Sacramenia, también se llevaron los norteamericanos un ábside, que ahora cumple las funciones de sala de conciertos en The Cloisters, parte de Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. En el mismo lugar se encuentran partes de otras iglesias españolas.
Aunque algunas agencias internacionales acusan a España de estar a la cola de Europa en el cuidado del patrimonio artístico, afortunadamente pruebas del desprecio por las joyas artísticas nacionales como éstas son ya cosa del pasado. No obstante, siguen abandonados los valiosos restos otros monasterios que cayeron también a raíz de la desamortización de Mendizábal, como el de las Hoces del Duratón y muchos otros que se hallan cerca de la capital, que desde luego podrían haberse cuidado mejor.

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