Ignacio
López-Calvo
University of
California, Merced
Uno de los problemas de ser
profesor de literatura, si se me permite sincerarme, es que para nuestra
investigación, muchas veces nos toca leer demasiados textos de cuestionable calidad.
Y en poesía, donde se publica tanto y con tan poca rigurosidad, lo insípido
abunda quizás aún más. A veces, lo confieso, ya ni leo los poemarios que me regalan
mis amigos por miedo a toparme con otro libro infumable. Pero hay días en que
cae en nuestras manos un poemario que de veras nos divierte, nos emociona, nos
provoca y finalmente nos hace pensar y cuestionarnos a nosotros mismos y a
nuestra sociedad. Eso es justamente lo que me acaba de ocurrir con uno de
edición bilingüe, Poemas de un zombi / Zombi Poems (2012), del poeta mexicano
Martín Camps, que acaba de salir con la editorial Samsara. El también autor de
los poemarios Desierto sol y La invención del mundo nos sorprende con
un lenguaje que se podría considerar heredero de Nicanor Parra (pero a lo
mexicano). Con una sutileza impecable, el poeta aborda el tema zombi con
definiciones desenfadadas de lo que son estos seres y con explicaciones de cómo
se comportan, qué comen, cuáles son sus preocupaciones… para terminar connotando
que de lo que se habla más bien es de la sociedad urbana moderna y quizás incluso
de su Ciudad Juárez natal, que aparece explícitamente mencionada en uno de los
poemas. (Se me pasó por la cabeza decir que quizás haya que haber nacido en
Juárez para escribir algo así, pero ni en broma me atrevería a sugerir algo tan
esencialista). Ese terreno híbrido y fronterizo (como Juárez) entre la vida y
la muerte, entre lo serio y lo cómico, entre la alegría y el tedio ("Es
probable que el zombi nazca del aburrimiento intenso", sospecha uno de los
versos) queda representado en la figura icónica del zombi. Del zombi de
Hollywood y del zombi que todos llevamos dentro.
Se dice que la poesía es
"palabra en el tiempo". Pues bien, puede que después de tanto tratar
de definir la posmodernidad, la pos-posmodernidad y demás posts, al final estos
poemas nacidos del "lado muerto del cerebro" nos revelen que nos
hallamos realmente en plena Edad Zombi y nos acabamos de enterar. Quizá haya
llegado la hora del "superhombre muerto", dueño y señor de una
civilización zombi. "Ser o no ser zombi, ese es el dilema". Resulta
que empecé leyendo el poemario desenfadadamente —como parece que los primeros
poemas te lo recomiendan morbosamente—, entre risas por las ocurrencias ingeniosas
que salpican algunos de los poemas (pero qué libro tan mexicano, cómo se ríe de
la muerte, me dije ya por la mitad del libro) para acabar mirándome al espejo
del gimnasio (donde estaba leyendo los poemas sentado en una bicicleta estática)
y viéndome cada vez más cara de zombi. Mi consejo para todo lector que quiera
descubrir al zombi que siempre ha llevado dentro es que lea este hallazgo de
libro. Sin caer en el sermón moralizante ni pseudodidáctico, la voz poética va
desgarrando como un zombi, mordisco a mordisco, a la sociedad urbana en que le
ha tocado vivir. Desde el presente se pasa a veces al pasado de la conquista y a
nuestro pasado antropofágico, donde se dice que algunos zombis (¿serán aquellos
famosos caníbales caribeños?) gustaban más de la carne de los franceses porque
los españoles eran demasiado correosos. De repente, salen también unos versos
sacados de una canción de Peret, que quizás lleva décadas hablándonos de un
vampiro amigo suyo y no habíamos caído: "No estaba muerto, andaba de
parranda".
Otro consejo (aunque no se me haya
pedido): si los primeros poemas chocan, sigan leyendo porque la calidad y la
sutileza van a más a medida que avanza el poemario, quizás llegando a la cima
con "Diez lecciones para esquivar zombis, escritas por un zombi",
donde esos zombis que infestan las ciudades aparecen como seres que han
"resistido el insulto de la muerte" y sobre todo con "Reflexiones
para esperar el fin del mundo", lleno de versos casi quevedianos (léase,
por ejemplo, "todos somos zombis porque somos seres para la muerte") que
contextualizan el resto del libro bautizándolo con un marco histórico y
sociopolítico específico. Allí aprenderá el lector que si los vivos odian a los
zombis no es por otra cosa que "porque son libres, han perdido el
miedo"; reconocerá que no hay cosa que el ser humano tema más que a los otros
hombres; se dará cuenta de que la sociedad de consumo nos hace zombis y, sobre
todo, de que "El infierno no son los otros, somos nosotros." Ah, y
para los amantes de Rulfo, nos advierte Camps que Comala es el primer pueblo
zombi de la literatura mexicana. El poeta zombi nos recuerda también que
llevamos todos dentro tanto células vivas como muertas… en fin, no quiero
asustarles más. Si conseguí despertar su curiosidad, lean, queridos zombis,
lean, queridos oficinistas.
*U.S. copyright law prohibits reproduction of the articles on this site "for any purpose other than private study, scholarship, or research" (see Title 17, US Code for details). If you would like to copy or reprint these articles for other purposes, please contact the publisher to secure permission.
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