viernes, 28 de marzo de 2014

Review of Wilfrido H. Corral. El error del acierto. Contra ciertos dogmas latinoamericanos. Valladolid: Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2013.


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Wilfrido H. Corral. El error del acierto. Contra ciertos dogmas latinoamericanos. Valladolid: Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2013.

Ignacio López-Calvo
University of California, Merced 

            Como en Bolaño traducido: nueva literatura mundial (2011) y otras publicaciones suyas, Corral, en El error del acierto (una segunda edición ampliada del libro que se publicó en Quito en 2006), no tiene reparos en ir contra corriente con afirmaciones polémicas y controvertidas. Si el título del libro parece una inversión del La verdad de las mentiras de Mario Vargas Llosa, el subtítulo da ya pistas de que se trata de un estudio contra lo que el autor considera "dogmas", mitos y clichés en los estudios latinoamericanos, sobre todo en Estados Unidos y el mundo anglosajón. Al igual que en Bolaño traducido, se trata, por tanto, de crítica sobre la crítica. Curiosamente, el autor combina la crítica acérrima de ciertos métodos y libros, con el humor cínico, pidiéndole, por ejemplo, a Jean Franco que sea "franca", lamentando que nunca veremos "los cuadernos de doña Rigoberta" (Menchú), inventando neologismos como "imperio-listos" o parodiando títulos como "la raza cómica". El libro ofrece también varias ideas para potenciales proyectos de investigación en la crítica literaria latinoamericana.

            Corral critica, en particular, los estudios culturales latinoamericanos "concentrados en la santísima trinidad anglosajona de clase, raza y sexo" (14) y aboga en defensa de los estudios literarios. Algunas de estas ideas las había expresado ya en su artículo "Problemas y avatares de los 'estudios culturales hispanoamericanos' de hoy" publicado en 2003 en Revista Hispánica Moderna. Como académico residente en Estados Unidos, se lamenta de ver cómo antiguos especialistas en literatura del mundo anglosajón tratan de basar ahora sus estudios en múltiples ciencias humanas en las que supuestamente no son expertos. Por ende, continúa Corral, en Latinoamérica se los imita y se cita devotamente sólo a críticos de las metrópolis europeas y norteamericanas. El resultado, para el autor, es que la crítica se ha ido deshumanizando y hoy en día languidece bajo la ortodoxia y el imperio de una teoría que la hace cada vez más hermética. En este sentido, el presente estudio se enlace con la crítica llevada a cabo en la antología de ensayos sobre la muerte de la teoría literaria y cultural Theory's Empire: An Anthology of Dissent, que compiló junto con Daphne Patai. En El error del acierto se critica, asimismo, la "deslatinización" de la crítica en el mundo anglosajón, que solo recurre a publicaciones en inglés, ignorando, por tanto, lo publicado en Latinoamérica o bien citando sólo a críticos latinoamericanos con conexiones en Estados Unidos. Se repiten, por tanto, patrones económicos denunciados por la teoría de la dependencia con los que el Primer Mundo explota únicamente las "materias primas" del llamado Tercer Mundo.


            Yendo de lo general a lo particular, El error del acierto tiene dos partes con dos preguntas como títulos: "¿Cómo llegamos a los dogmas del siglo actual?" y "¿Latinoamericanizar la crítica?". La primera parte, que se inicia recordando al lector la defensa que hizo Edward Said de la filología y del humanismo, critica los estudios culturales hispanoamericanistas que, para Corral, "rara vez son estudios, menos culturales y casi nunca hispanoamericanistas" (22). Según él, en Latinoamérica no hay reconocidos practicantes de los estudios culturales, con la excepción de Carlos Monsiváis y Beatriz Sarlo. Bien podría argumentarse, no obstante, que Néstor García Canclini y Nelly Richard, por ejemplo, sí la han practicado y con bastante reconocimiento tanto en Latinoamérica como en Norteamérica. El autor pasa luego a condenar la "jerigonza" (23) hermética en la que se escribe hoy en día la crítica y teoría literarias, así como la "victimología" (34) de los estudios culturales.
Denuncia igualmente el silencio de los "naturales" que siempre necesitan de un experto occidental que hable por ellos. Según Corral, los estudios culturales sólo se enfocan en los aspectos políticos de la cultura, cuando, en realidad, no se puede estudiar a fondo una cultura sin su literatura. Por ello, continúa el autor, se cae en el folklorismo y en un multiculturalismo que considera una sublimación del racismo. Corral, no obstante, propone con optimismo estudios interdisciplinarios como The Spaces of Latin American Literature (2008), de Juan de Castro, como un ejemplo a seguir.


            En el segundo capítulo, Corral reseña varias antologías de crítica literaria, cuestionando los teóricos seleccionados y lo que él considera un rechazo a la literatura. Analiza igualmente varios textos escritos desde una perspectiva post-teórica y pone de relieve un cierto cansancio de la teoría reflejado en los últimos libros de Stanley Fish, Terry Eagleton, Harold Bloom, Edward Said, entre otros. Una vez más, el capítulo acaba de manera positiva al elogiar Theory after Theory (2010), de Nicholas Birns, que sí dialoga con críticos latinoamericanos. El tercer capítulo analiza la herencia de Derrida, al que Corral define como "el propagador del relativismo de entresiglo" (71), y las reacciones del mundo de la teoría literaria con motivo de su fallecimiento. Más adelante, define Literary Theory (1983) como una "mini-biblia de resistencia a la literatura" (75) y acusa a su autor, Terry Eagleton, de apreciar únicamente las teorías que se adhieren al marxismo.

            El capítulo cuatro nos recuerda que Roland Barthes, un "novelista sin novela" (91), fue un crítico literario toda su vida, antes de convertirse en "uno de los cuatro jinetes franceses del apocalipsis" (90) junto a Derrida, Foucault y Lacan. Su lenguaje crítico era tan literario, afirma Corral, que su crítica era casi una novela. El quinto capítulo alaba a Said, al que el autor considera lo más cercano a un intelectual público que se puede dar en Estados Unidos, subrayando su escritura autobiográfica, su compilación más literaria Reflections on Exile y sus estudios de crítica literaria. Después lo contrasta con Harold Bloom, al que tilda de "mercader crítico" (105), de quien critica su desconocimiento del canon hispano y su incapacidad para la autocrítica. En el capítulo que cierra la primera parte, Corral predica con el ejemplo al comentar la obra de varios críticos latinoamericanos, como Rafael Gutiérrez Girardot. Critica, asimismo, el culto latinoamericano del mestizaje, que, según él, se ha confundido con otros neologismos como criollismo, hibridez, heterogeneidad, transculturación. Pero los "nuevos mestizajes" a los que se refiere son "el producto clónico de unas ciencias sociales sui generis" (121). El capítulo incluye también algunas experiencias personales relacionadas con el uso ideológico del mestizaje durante los años que pasó como profesor en la universidad de Stanford.

            El séptimo capítulo (y primero de la segunda parte) está dedicado al libro Para una teoría de la literatura hispanoamericana (1995), de Roberto Fernández Retamar, un autor que admira porque, junto con el uruguayo Ángel Rama, buscó la autonomía de la crítica literaria latinoamericana. Fernández Retamar, continúa Corral, escribe desde Latinoamérica y en defensa de la literatura. Su libro, en definitiva, es un ejemplo de que en Latinoamérica se escribe teoría. El capítulo ocho elogia la obra del mexicano Carlos Monsiváis, al que considera, junto con Vargas Llosa y Carlos Fuentes, lo más cercano a un intelectual público en Latinoamérica. Este cronista dedicó gran parte de su obra a la cultura popular (no a lo kitsch o folklórico, aclara el autor), pensándola siempre desde lo literario para explicar ideas sociohistóricas. Corral, que se enfoca sobre todo en el libro Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000), admira también el hecho de que investigara los crímenes de estado en los años sesenta y setenta. El noveno capítulo está dedicado a los libros de ensayo del venezolano José Balza, a quien considera el Ciorán latinoamericano, y en especial a Espejo espeso, "una crítica literaria sobre la crítica literaria, con énfasis en este último adjetivo" (190). Corral elogia el hecho de que Balza dialogue con el "otro crítico" que no piensa como él, algo que, según el autor, brilla por su ausencia en la crítica latinoamericana actual. El décimo capítulo está dedicado al cubano Roberto González Echevarría, que, según Corral, es uno de los críticos literarios latinoamericanistas más respetados y citados en Estados Unidos después de Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama, y junto a Jean Franco, Jorge Riffinelli, Antonio Cornejo Polar y quizás Walter Mignolo. Se enfoca, sobre todo, en el libro Crítica práctica/práctica crítica (2002), del que elogia su clara prosa, pero condena el que enfoque su crítica en críticos cubanos sin ninguna influencia en Estados Unidos, cuando, a juicio de Corral, debería dialogar con los que están radicados en el país en que vive, Estados Unidos. Esta postura, por cierto, parece contradecir la condena, a lo largo de El error del acierto, a los latinoamericanistas radicados en Estados Unidos que siempre ignoran la teoría y la crítica producida en Latinoamérica, concentrándose únicamente en la producida en el país en que residen.

            El undécimo capítulo está dedicado a los críticos de Vargas Llosa, que a Corral le parecen decepcionantes excepto en contadas ocasiones. El capítulo se enfoca sobre todo en el libro de Raymond Williams Vargas Llosa. Otra historia de un deicidio (2001) y critica, en particular, el hecho de que no se haya estudiado lo suficiente prosa no ficticia del peruano, algo que afortunadamente se acaba de arreglar con el estudio de Juan E. de Castro Mario Vargas Llosa: Public Intellectual in Neoliberal Latin America (2011) y la colección de ensayos de Juan de Castro y Nicholas Birns Vargas Llosa and Latin American Politics (2012). El duodécimo capítulo se concentra en el estudio de Jean Franco Decadencia y caída de la ciudad letrada (2003), a la que critica el no haber evolucionado desde la Guerra Fría, el lamentar constantemente el abandono de la revolución en Latinoamérica, el recoger solamente discusiones de latinoamericanistas desde Estados Unidos y el suponer "que no hay conflictos o contradicciones entre los 'Otros'" (216).

            El capítulo trece está dedicado a lo que llama biografías antidogmáticas del colombiano Rafael Humberto Moreno-Durán y en concreto a su Como el halcón peregrino. La augusta sílaba (1995). Corral lo considera uno de los grandes críticos literarios latinoamericanos y, una vez más, lamenta que la academia norteamericana no estudie a autores como él y Balza, o las crónicas de Britto García y Luis Rafael Sánchez. El penúltimo capítulo está dedicado a la controversia sobre Rigoberta Menchú y la veracidad de Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (1983). Corral critica los estudios sobre dicha controversia y lo que él considera su oportunismo: "el efecto más directo del 'affaire Menchú': la manera de venderlo y aumentar ganancias materiales e intelectuales, menos para ella" (239). Hacia el final del capítulo, el autor define los estudios culturales como "la rama más reciente de cierto romanticismo que siempre ha afectado a Occidente" (250). El capítulo que cierra el libro homenajea a su admirado Augusto Monterroso, el autor al que Corral dedicó su primer libro, mencionando especialmente al último libro que publicó: Pájaros de Hispanoamérica. El autor estudia el valor de las biografías de autores y menciona, asimismo, otra veta no explotada: los textos biográficos escritos por compañeras de autores contemporáneos.

            En definitiva, Corral insiste a lo largo del libro en que la crítica de Estados Unidos debería leer, estudiar y citar los ensayos, las crónicas y la crítica de novelistas y teóricos latinoamericanos. Recomienda, igualmente, escribir en español y con un lenguaje claro. Y sobre todo, defiende los estudios literarios y la literatura que, en su opinión, se encuentran hoy en día desprestigiados por los críticos de estudios culturales que la desdeñan por considerarla una actividad elitista y antidemocrática. Para latinoamericanizar la crítica, Corral reivindica la tradición latinoamericana y el legado de estudios culturales iniciados por autores como Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, y continuados por Carlos Monsiváis, José Balza y Rafael Humberto Moreno-Durán. A la vez rescata los textos más marcadamente literarios de autores no hispanos como Roland Barthes y Edward Said.
 
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