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jueves, 16 de noviembre de 2017
lunes, 13 de noviembre de 2017
sábado, 11 de noviembre de 2017
Reseña de Toma y daca: Transculturación y presencia de escritores chino-latinoamericanos, de Huei Lan Yen. West Lafayette, Indiana: Purdue University Press, 2017. ISBN: 978-1-55753-748-5. 166 pages.
Ignacio
López-Calvo
University
of California, Merced
Para leer una versión publicada de esta reseña pulsar aquí
Presencia
y voces de escritores chino-latinoamericanos, de Huei Lan Yen es un interesante estudio sobre
literatura sinolatinoamericana enfocado en cuatro autores: el cubano Regino
Pedroso, el peruano Siu Kam Wen, el mexicano Óscar Wong y el panameño Carlos
Francisco Changmarín. Este libro viene a aumentar la creciente lista de
estudios sobre la presencia asiática en las Américas y sobre la producción
cultural de latinoamericanos de origen asiático. Lo primero que llama la
atención es la ausencia de autoras en la lista, así como la falta de
justificación por esta omisión: no queda claro si la autora simplemente
considera a estos cuatro autores los más representativos contando tanto hombres
como mujeres o si simplemente queda implícitamente expresado que no hay autoras
sinolatinoamericanas importantes. Lo que sí menciona Yen
es que se trata de cuatro autores prolíficos y con cierta reputación, que han
recibido ya varios premios literarios. Además, añade, su obra refleja su propia
experiencia transcultural y de busca de identidad. Paradójicamente, como
explica la misma autora, ése no es precisamente el caso ni de Wong ni de Changmarín,
cuya obra raramente hace referencia a su bagaje étnico de origen chino, como
indica la propia autora.
A mi juicio, la contribución más importante es la de
los dos últimos capítulos, sobre Wong y Changmarín, dos autores sobre los que
se han publicado menos estudios que sobre Pedroso y Siu Kam Wen. Quizás por
esta misma razón los capítulos dos y tres parecen no aportar mucho a lo ya
dicho anteriormente por la crítica. En cualquier caso, se trata de un estudio con
un sólido enfoque teórico basado principalmente en los estudios sobre
orientalismo, mestizaje, transculturación, zonas de contacto, heterogenidad e
hibridez de críticos como Ángel Rama, Fernando Ortiz, Antonio
Cornejo Polar y Homi Bhaba, entre otros, que puede abrir la puerta a futuros nuevos análisis
sobre literatura sinoperuana. El extraño título del libro hace referencia
precisamente a las transferencias interculturales de la transculturación, como
señala Silvia Spitta: “Ortiz insiste don understanding intercultural dynamics
as a two-way toma y daca (give and
take)” (4). Por otra parte, la autora parece haber consultado varios de los
trabajos de referencia sobre autores latinoamericanos de origen asiático, si
bien a veces da la impresión de que llega a las mismas conclusiones o
parafrasea sin citar las fuentes originales.
El primer capítulo resume el contexto histórico de
la inmigración china a los cuatro países representados en el libro, desde el
siglo XIX hasta nuestros días, enfatizando la situación de injusticia,
explotación, marginación y la frecuente exploración de las identidades étnicas
y nacionales. Yen enfatiza acertadamente el hecho de
que, a pesar de todos los obstáculos, los inmigrantes chinos contribuyeron
notablemente al devenir cultural de los países en que se asentaron. Repasando la experiencia de las primeras
décadas, la autora asevera que los chinos culíes eran “víctimas de la
discriminación y de los prejuicios raciales, eran indeseados, rechazados y
reducidos a esclavos” (4). Si bien las arduas condiciones de vida y trabajo
padecidas por los culíes son reminiscentes en algunos casos de la esclavitud
africana, existen diferencias importantes. Por ejemplo, en contraste con los
esclavos africanos, los “colonos” chinos, como se les llamaba legalmente,
ganaban unos cuatro pesos al mes y después de unos años, muchos quedaron libres
para renovar el contrato o bien buscar trabajo en otros lugares, a pesar de que
es cierto que en muchas ocasiones no se respetó dicho contrato. Entre otros
críticos, los historiadores peruanos Humberto Rodríguez
Pastor y Fernando de Trazegnies han señalado las diferencias entre los dos
grupos, indicando que los africanos normalmente no recibían ningún tipo de
salario y además el dueño con frecuencia controlaba su reproducción.
El
segundo capítulo, dedicado a Pedroso, se enfoca en la auto-orientalización
evidente en su libro El ciruelo de Yuan
Pei Fu, algo que ya han señalado anteriormente otros críticos, así como al
compromiso social antiimperialista con el obrero y a la celebración de sus
herencias africana y china en Nosotros.
Refiriéndose a la primera obra, Yen advierte: “El
poeta asume la máscara de un filósofo chino para criticar las normas literarias
de Occidente y, con ello, cuestionar no sólo el contenido, sino la naturaleza
hegemónica, elitista y exclusivista de la literatura en sí” (69). La autora,
además, describe el ciruelo del título como una teoría de la vida, del
universo, del conocimiento y la iluminación, y como un símbolo del paso del
tiempo, que además sirve para proporcionar una cosmovisión alternativa a las
visiones eurocéntricas y colonizadores. En definitiva, Pedroso “transcultura,
‘selecciona e inventa’ materiales a partir de lo que les ha transmitido la
cultura europea para la creación de una imagen propia” (151).
El
capítulo tres repasa temas identitarios así como el reflejo de la
transculturación en la comunidad china de Perú, según se refleja en la obra de
Siu Kam Wen. La autora señala que el peruano “quiere rectificar la presencia
denigrante de este grupo étnico, haciéndolo más humano y menos exótico” (6), lo
cual no es necesariamente cierto si uno se enfoca en la colección de cuentos La última espada del imperio, en la que
Siu Kam Wen continúa el proceso de auto-orientalización iniciado por Pedroso en
Cuba. Quizás la principal virtud de este capítulo sea la contextualización de
la obra del peruano con la culturas chinas que la autora conoce de primera mano
(como se observa en los párrafos dedicados a la transcripción fonética de
dialectos chinos), así como los estudios de Antonella Ceccagno y Chee Beng Tan sobre
la importancia de la lengua china entre grupos étnicos de la diáspora china, el
de Lynn Pan sobre las diferencias políticas entre emigrantes de china y de
Taiwán, o el de David Yau-fai Ho sobre algunas idiosincrasias culturales chinas.
No obstante, algunos párrafos, como el siguiente, resultan en cierto modo
problemáticos: “el narrador refleja la idiosincrasia de la mayoría peruana
desde una perspectiva transculturada y, dese esta postura critica algunas
prácticas y costumbres chinas tachándolas de anticuadas y retrógradas” (99).
Conviene, a mi juicio, no caer en la tentación de pensar que toda autocrítica
de un personaje chino contra las costumbres de su grupo étnico sea
necesariamente un reflejo de transculturación o de la adopción de los sistemas
axiológicos peruano u occidental. Más bien, puede tratarse simplemente del
desfase generacional que ocurre con frecuencia entre padres e hijos. En
resumidas cuentas, según Yen el autor peruano traduce el
imaginario chino al español para sus lectores peruanos, combatiendo así, desde
dentro, la invisibilidad de su grupo étnico.
El
cuarto capítulo, uno de los más originales, analiza tres poemarios de Wong
desde la perspectiva del pensamiento taoísta (los temas del vacío y el silencio,
en especial) y la filosofía del yin-yang sobre la unidad de los contrarios,
buscando las exploración de la pluralidad cultural china y mexicana: “En sus
textos vemos una fuerte identificación y compromiso, tanto con la cultura y
literatura mexicanas como con su propia cultura,
subrayando de esta manera la hibridez de su identidad” (6; el énfasis es mío).
Curiosamente, las palabras que enfatizo en la cita parecen sugerir que la
cultura mexicana no es suya, cuando se podría argüir fácilmente que el origen
chino de Wong no hace necesariamente que el autor vea la cultura mexicana como
ajena. En cualquier caso, como indica la misma Yen,
la obra de Wong “hace poca o ninguna referencia directa a su herencia china”
(104), a pesar de que el autor sí dice visualizar elementos orientales en su
escritura. Sin embargo, su escritura se hace eco de la coexistencia armónica de
dos culturas: “implica un movimiento transcultural permanente, un traslado de
símbolos orientales y mayas” (151).
El
capítulo que cierra el libro, dedicado a la búsqueda de identidad y a la
transculturación en la obra de Changmarín, se enfoca también en la condena que
hace el autor panameño de la situación marginal del indígena, el campesino y el
afropanameño: “Changmarín recupera lo indígena y lo campesino no sólo como
tema, sino que también nos muestra que en la coexistencia de dos sistemas
culturales subyace la imposición de un mundo sobre otro, y la colonización de
una cultura sobre otra produce una oposición irremediable” (128). Una vez más, Yen señala que Changmarín no hace referencias a su herencia china en
su obra. Y en la excelente conclusión al capítulo, advierte: “las obras de este
escritor veragüense representan un esfuerzo por ensayar un discurso de la
descolonización, con ello la des-orientalización. En dicho contexto planteamos
que su literatura busca exteriorizar, poner en evidencia el carácter
impositivo, colonial y excluyente de los discursos nacionalistas hegemónicos”
(146)
En
definitiva, Yen presenta a
estos cuatro “autores transculturales” como traductores culturales
latinoamericanos que acaban por apropiarse del discurso orientalista: “El autor
como traductor, mediador entre las lenguas y las culturas que lo conforman,
crea en su literatura transculturada la posibilidad de un diálogo
intercultural, actuando, de esta manera, como agente activo del intercambio”
(17). Si bien unos autores se esfuerzan por definir nítidamente la cultura de
su grupo étnico o la transculturación de ésta con las culturas locales, otros
se alejan del discurso étnica o racial para centrarse en temas universales como
la opresión, la injusticia y la desigualdad.
Finalmente, y esto no supene una crítica a la autora
sino a la editorial, me gustaría señalar un inexplicable error en la
contraportada del libro cuando se afirma: “Prior studies have treated
Chinese-Latin Americans as characters. However, this is the first sustained
study of the work of Chinese-Latin American authors.” Como es lógico, en el
limitado espacio asignado para una reseña, no cabe incluir la cada vez más
larga lista de estudios sobre autores latinoamericanos de origen chino y
asiático, en general, que se publica cada año desde que Debbie Lee-Distefano y
yo publicáramos los primeros libros sobre este tema en 2008, pero de todos
modos, creo que antes de hacer afirmaciones de este calibre, convendría hacer
al menos una breve búsqueda en Google.
*U.S. copyright law prohibits reproduction of the articles on this site "for any purpose other than private study, scholarship, or research" (see Title 17, US Code for details). If you would like to copy or reprint these articles for other purposes, please contact the publisher to secure permission.
Reseña de Toma y daca: Transculturación y presencia de escritores chino-latinoamericanos, de Huei Lan Yen.
Huei
Lan Yen. Toma y daca: Transculturación y
presencia de escritores chino-latinoamericanos. West Lafayette, Indiana:
Purdue University Press, 2017. ISBN: 978-1-55753-748-5. 166 pages.
Ignacio
López-Calvo
University
of California, Merced
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Presencia
y voces de escritores chino-latinoamericanos, de Huei Lan Yen es un interesante estudio sobre
literatura sinolatinoamericana enfocado en cuatro autores: el cubano Regino
Pedroso, el peruano Siu Kam Wen, el mexicano Óscar Wong y el panameño Carlos
Francisco Changmarín. Este libro viene a aumentar la creciente lista de
estudios sobre la presencia asiática en las Américas y sobre la producción
cultural de latinoamericanos de origen asiático. Lo primero que llama la
atención es la ausencia de autoras en la lista, así como la falta de
justificación por esta omisión: no queda claro si la autora simplemente
considera a estos cuatro autores los más representativos contando tanto hombres
como mujeres o si simplemente queda implícitamente expresado que no hay autoras
sinolatinoamericanas importantes. Lo que sí menciona Yen
es que se trata de cuatro autores prolíficos y con cierta reputación, que han
recibido ya varios premios literarios. Además, añade, su obra refleja su propia
experiencia transcultural y de busca de identidad. Paradójicamente, como
explica la misma autora, ése no es precisamente el caso ni de Wong ni de Changmarín,
cuya obra raramente hace referencia a su bagaje étnico de origen chino, como
indica la propia autora.
A mi juicio, la contribución más importante es la de
los dos últimos capítulos, sobre Wong y Changmarín, dos autores sobre los que
se han publicado menos estudios que sobre Pedroso y Siu Kam Wen. Quizás por
esta misma razón los capítulos dos y tres parecen no aportar mucho a lo ya
dicho anteriormente por la crítica. En cualquier caso, se trata de un estudio con
un sólido enfoque teórico basado principalmente en los estudios sobre
orientalismo, mestizaje, transculturación, zonas de contacto, heterogenidad e
hibridez de críticos como Ángel Rama, Fernando Ortiz, Antonio
Cornejo Polar y Homi Bhaba, entre otros, que puede abrir la puerta a futuros nuevos análisis
sobre literatura sinoperuana. El extraño título del libro hace referencia
precisamente a las transferencias interculturales de la transculturación, como
señala Silvia Spitta: “Ortiz insiste don understanding intercultural dynamics
as a two-way toma y daca (give and
take)” (4). Por otra parte, la autora parece haber consultado varios de los
trabajos de referencia sobre autores latinoamericanos de origen asiático, si
bien a veces da la impresión de que llega a las mismas conclusiones o
parafrasea sin citar las fuentes originales.
El primer capítulo resume el contexto histórico de
la inmigración china a los cuatro países representados en el libro, desde el
siglo XIX hasta nuestros días, enfatizando la situación de injusticia,
explotación, marginación y la frecuente exploración de las identidades étnicas
y nacionales. Yen enfatiza acertadamente el hecho de
que, a pesar de todos los obstáculos, los inmigrantes chinos contribuyeron
notablemente al devenir cultural de los países en que se asentaron. Repasando la experiencia de las primeras
décadas, la autora asevera que los chinos culíes eran “víctimas de la
discriminación y de los prejuicios raciales, eran indeseados, rechazados y
reducidos a esclavos” (4). Si bien las arduas condiciones de vida y trabajo
padecidas por los culíes son reminiscentes en algunos casos de la esclavitud
africana, existen diferencias importantes. Por ejemplo, en contraste con los
esclavos africanos, los “colonos” chinos, como se les llamaba legalmente,
ganaban unos cuatro pesos al mes y después de unos años, muchos quedaron libres
para renovar el contrato o bien buscar trabajo en otros lugares, a pesar de que
es cierto que en muchas ocasiones no se respetó dicho contrato. Entre otros
críticos, los historiadores peruanos Humberto Rodríguez
Pastor y Fernando de Trazegnies han señalado las diferencias entre los dos
grupos, indicando que los africanos normalmente no recibían ningún tipo de
salario y además el dueño con frecuencia controlaba su reproducción.
El
segundo capítulo, dedicado a Pedroso, se enfoca en la auto-orientalización
evidente en su libro El ciruelo de Yuan
Pei Fu, algo que ya han señalado anteriormente otros críticos, así como al
compromiso social antiimperialista con el obrero y a la celebración de sus
herencias africana y china en Nosotros.
Refiriéndose a la primera obra, Yen advierte: “El
poeta asume la máscara de un filósofo chino para criticar las normas literarias
de Occidente y, con ello, cuestionar no sólo el contenido, sino la naturaleza
hegemónica, elitista y exclusivista de la literatura en sí” (69). La autora,
además, describe el ciruelo del título como una teoría de la vida, del
universo, del conocimiento y la iluminación, y como un símbolo del paso del
tiempo, que además sirve para proporcionar una cosmovisión alternativa a las
visiones eurocéntricas y colonizadores. En definitiva, Pedroso “transcultura,
‘selecciona e inventa’ materiales a partir de lo que les ha transmitido la
cultura europea para la creación de una imagen propia” (151).
El
capítulo tres repasa temas identitarios así como el reflejo de la
transculturación en la comunidad china de Perú, según se refleja en la obra de
Siu Kam Wen. La autora señala que el peruano “quiere rectificar la presencia
denigrante de este grupo étnico, haciéndolo más humano y menos exótico” (6), lo
cual no es necesariamente cierto si uno se enfoca en la colección de cuentos La última espada del imperio, en la que
Siu Kam Wen continúa el proceso de auto-orientalización iniciado por Pedroso en
Cuba. Quizás la principal virtud de este capítulo sea la contextualización de
la obra del peruano con la culturas chinas que la autora conoce de primera mano
(como se observa en los párrafos dedicados a la transcripción fonética de
dialectos chinos), así como los estudios de Antonella Ceccagno y Chee Beng Tan sobre
la importancia de la lengua china entre grupos étnicos de la diáspora china, el
de Lynn Pan sobre las diferencias políticas entre emigrantes de china y de
Taiwán, o el de David Yau-fai Ho sobre algunas idiosincrasias culturales chinas.
No obstante, algunos párrafos, como el siguiente, resultan en cierto modo
problemáticos: “el narrador refleja la idiosincrasia de la mayoría peruana
desde una perspectiva transculturada y, dese esta postura critica algunas
prácticas y costumbres chinas tachándolas de anticuadas y retrógradas” (99).
Conviene, a mi juicio, no caer en la tentación de pensar que toda autocrítica
de un personaje chino contra las costumbres de su grupo étnico sea
necesariamente un reflejo de transculturación o de la adopción de los sistemas
axiológicos peruano u occidental. Más bien, puede tratarse simplemente del
desfase generacional que ocurre con frecuencia entre padres e hijos. En
resumidas cuentas, según Yen el autor peruano traduce el
imaginario chino al español para sus lectores peruanos, combatiendo así, desde
dentro, la invisibilidad de su grupo étnico.
El
cuarto capítulo, uno de los más originales, analiza tres poemarios de Wong
desde la perspectiva del pensamiento taoísta (los temas del vacío y el silencio,
en especial) y la filosofía del yin-yang sobre la unidad de los contrarios,
buscando las exploración de la pluralidad cultural china y mexicana: “En sus
textos vemos una fuerte identificación y compromiso, tanto con la cultura y
literatura mexicanas como con su propia cultura,
subrayando de esta manera la hibridez de su identidad” (6; el énfasis es mío).
Curiosamente, las palabras que enfatizo en la cita parecen sugerir que la
cultura mexicana no es suya, cuando se podría argüir fácilmente que el origen
chino de Wong no hace necesariamente que el autor vea la cultura mexicana como
ajena. En cualquier caso, como indica la misma Yen,
la obra de Wong “hace poca o ninguna referencia directa a su herencia china”
(104), a pesar de que el autor sí dice visualizar elementos orientales en su
escritura. Sin embargo, su escritura se hace eco de la coexistencia armónica de
dos culturas: “implica un movimiento transcultural permanente, un traslado de
símbolos orientales y mayas” (151).
El
capítulo que cierra el libro, dedicado a la búsqueda de identidad y a la
transculturación en la obra de Changmarín, se enfoca también en la condena que
hace el autor panameño de la situación marginal del indígena, el campesino y el
afropanameño: “Changmarín recupera lo indígena y lo campesino no sólo como
tema, sino que también nos muestra que en la coexistencia de dos sistemas
culturales subyace la imposición de un mundo sobre otro, y la colonización de
una cultura sobre otra produce una oposición irremediable” (128). Una vez más, Yen señala que Changmarín no hace referencias a su herencia china en
su obra. Y en la excelente conclusión al capítulo, advierte: “las obras de este
escritor veragüense representan un esfuerzo por ensayar un discurso de la
descolonización, con ello la des-orientalización. En dicho contexto planteamos
que su literatura busca exteriorizar, poner en evidencia el carácter
impositivo, colonial y excluyente de los discursos nacionalistas hegemónicos”
(146)
En
definitiva, Yen presenta a
estos cuatro “autores transculturales” como traductores culturales
latinoamericanos que acaban por apropiarse del discurso orientalista: “El autor
como traductor, mediador entre las lenguas y las culturas que lo conforman,
crea en su literatura transculturada la posibilidad de un diálogo
intercultural, actuando, de esta manera, como agente activo del intercambio”
(17). Si bien unos autores se esfuerzan por definir nítidamente la cultura de
su grupo étnico o la transculturación de ésta con las culturas locales, otros
se alejan del discurso étnica o racial para centrarse en temas universales como
la opresión, la injusticia y la desigualdad.
Finalmente, y esto no supene una crítica a la autora
sino a la editorial, me gustaría señalar un inexplicable error en la
contraportada del libro cuando se afirma: “Prior studies have treated
Chinese-Latin Americans as characters. However, this is the first sustained
study of the work of Chinese-Latin American authors.” Como es lógico, en el
limitado espacio asignado para una reseña, no cabe incluir la cada vez más
larga lista de estudios sobre autores latinoamericanos de origen chino y
asiático, en general, que se publica cada año desde que Debbie Lee-Distefano y
yo publicáramos los primeros libros sobre este tema en 2008, pero de todos
modos, creo que antes de hacer afirmaciones de este calibre, convendría hacer
al menos una breve búsqueda en Google.
*U.S. copyright law prohibits reproduction of the articles on this site "for any purpose other than private study, scholarship, or research" (see Title 17, US Code for details). If you would like to copy or reprint these articles for other purposes, please contact the publisher to secure permission.
viernes, 10 de noviembre de 2017
miércoles, 8 de noviembre de 2017
lunes, 30 de octubre de 2017
jueves, 26 de octubre de 2017
miércoles, 25 de octubre de 2017
“Constructing an Ethnic Space through Cultural Production: The Case of the Tusan and Nikkei in Peru”
Included in Le comparatisme comme approche critique. Local et mondial : Circulations / Comparative Literature as a Critical Approach. Local and Global: Circulations. Vol. 5 Ed. Anne Tomiche. Paris: Classiques Garnier, 2017. 269-78
To read the printed copy click here
Ignacio
López-Calvo
University of
California, Merced
In
spite of the unquestionable influence of the Chinese and Japanese communities
in Peru’s history and culture, the study of their cultural production has been,
for the most part, overlooked. This presentation will focus on the cultural
production of these two Peruvian minorities and migrant groups. Through their
literature, they negotiate cultural difference and propose a decolonial
knowledge that repositions contemporary Peruvian culture as transnational. As
will be seen, writing ultimately provides these communities with a voice and a
collective agency. Asian Peruvian cultural production contests the traditional
dichotomy that limits Peruvian culture to the traditional confrontation between
the Andean/indigenous and Criollo/coastal worldviews. However,
for different reasons, while certain Asian Peruvian authors reflect their
ethnic background in their writings, others do not; these differences can be
considered as evidence of the heterogeneity within their respective ethnic
communities. The emergence of Tusán (Chinese Peruvians) and Nikkei writers
in Peru in recent decades reflects the emergence of two diasporic, minority
discourses. In the case of Tusán cultural production, we go from Zulen’s
indigenist writings, to Siu Kam Wen’s self-exploitation narratives, to Sui
Yun’s and Julia Wong’s cosmopolitan perspectives, Julio Villanueva Chang’s
chronicles and profiles, or Mario Wong’s and León’s analyses of political
violence in 1980s Peru. Nikkei cultural production, in turn, offers
Seiichi Higashide testimonial of the deportation of Japanese Peruvians to
internment camps in the United States, explicit Okinawan nationalism in the
works of Doris Moromisato, Ricardo Ganaja, and Juan Shimabukuro Inami,
Nippo-Peruvian self-identification in Augusto Higa’s fiction and testimonial,
Fernando Iwasaki’s ostensive delinking from Nikkei or Japanese identity,
Carlos Yushimito’s post-nationalist and post-identitarian short stories, and
José Watanabe’s politics of cultural belonging.
Beyond
the study of the exotic ethnographic object or of stereotypical representations
of the cultural other, it is far more appropriate to problematize stable Tusán
and Nikkei identities, allowing them to emerge, with all their
complexities, as fluid, hybrid, and changing subjectivities. In both
Sino-Peruvian and Nippo-Peruvian literature, authors and characters undergo
processes of de-ethnification and re-ethnification that complicate the idea of
a unified identity.
Tusán Ethnocultural Discourse
Certain
Tusán literary and cultural productions, e.g., Pedro Zulen’s privileging
of indigenous issues, Mario Wong’s and Julio León’s narrative rendering of
political violence, Julio Villanueva Chang’s stress on international topics and
personalities in his chronicles and profiles, or Eugenio Chang Rodríguez’s
experiences as a Peruvian academic living in the United States, are void of
ethnicity. In contrast, other Sino-Peruvian works rely on Chinese ethnicity as
a source of inspiration: Siu fictionalizes his trials and tribulations, as a
Chinese-born, Peruvian-reared young man, in confronting racial discrimination
and family self-exploitation; Julia Wong and Sui Yun reflect on their ethnicity
through a post-national and cosmopolitan approach. Some texts denote a yearning
for an unrecoverable past (e.g., Siu Kam Wen’s La primera espada del imperio2 and Julia Wong’s Bocetos para un cuadro de familia3); others denounce past oppression and marginalization to
avoid future silence, dismissal, and societal amnesia (Siu Kam
Viaje
a Ítaca4, and Julia Wong’s Doble felicidad5). I believe that the conjuring of a historical past, i.e.,
a timeless ancestral land and traumatic episodes of oppression in Peru, denotes
an incipient and veiled Tusán nationalistic discourse. An internal
colonial scar resulting from historical discrimination, along with a nostalgia
for an often idealized, mythical Chinese past, inform the creation of an
imagined Tusán community. The Tusán identity emerging from this
cultural production is, therefore, the outcome of a process of reification of
fantasies and of sometimes idealized individual and social “memories”. In some
cases, it leans dangerously toward self-orientalization and self-nativism (Siu
Kam Wen’s La primera espada del imperio); in others, the author excludes
her non-Chinese readers from knowledge shared by all Chinese (Julia Wong’s Los
últimos blues de Buddha6). All in all, among authors
who establish direct links between their ethnicity and their writing, we find
the unstated intent of first shedding their internal colonial trappings to then
affirm their own identities as either Peruvian or cosmopolitan subjects.
There
is also a turn, in Tusán cultural production, toward cosmopolitism (Sui
Yun and Julia Wong) and postmodernism (Mario Wong). It is tempting to see a
connection between this evolution and the neoliberal, late capitalist reforms
that have taken place in Peru in recent decades. After all, Frederic Jameson
argues that “every position on postmodernism in culture – whether apologia or
stigmatization – is also at one and the same time, and necessarily, an
implicitly or explicitly political stance on the nature of multinational
capitalism today7”. Jameson links the economic
changes that took place in the base during this third stage of capitalism to
the generation, in the superstructure, of postmodern cultural production: “What
has happened is that aesthetic production today has become integrated into
commodity production generally: the frantic economic urgency of producing fresh
waves of ever more novel-seeming goods . . . now assigns an increasingly
essential structural function and position to aesthetic innovation and experimentation8.”
I
argue, however, that in the case of Tusán cultural production other
factors are involved (cultural trends and personal beliefs or circumstances,
among others) that are perhaps more influential than the economic changes
taking place in Peru and in countries where Sino-Peruvian authors live. While
it may be argued that ideological transformations in Peru are indeed intimately
linked to recent economic changes, the evolution of Tusán cultural
production has not been tied to the emergence of a modern, capitalist
publishing industry. This is particularly relevant to a literary corpus that
finds its identitarian coherence along ethnic rather than social class lines.
Inter-ethnic
minority relations must be taken into account when studying these works.
Besides the interactions between Afro-Peruvians and Chinese during the coolie
period and Nikkei-Tusán relations (noticeable in Julia Wong’s and
Seiichi Higashide’s works), some authors confess to having learned important
lessons from other minority groups. Siu, for example, admits, in the preface to
the Casatomada edition of El tramo final9, the profound influence on his work of Isaac Goldemberg’s
(b. 1945) literary depictions of his Jewish Peruvian ethnic group. Given that
Goldemberg was born in Chepén, like Julia Wong, he apparently influenced her
writing as well. Of particular interest is Zulen’s inter-ethnic relation with
the indigenous community and his devotion to their emancipation, while
surprisingly keeping silent in regard to physical attacks on the Chinese
community. Furthermore, the identification of Tusán and Nikkei authors
with Peru’s indigenous people may be read as a creation of strategic and
imaginary genealogical links to aid in the national acceptance of their
belonging. Authors such as Pedro Zulen, Julia Wong, and Ricardo Ganaja at times
go so far as to claim their own indigeneity by rhetorically considering
themselves as “one of them”. Similarly, Sui Yun appeared dressed in Amazonian
indigenous attire at the presentation of one of her collections of poems.
Interestingly,
Sui Yun and Julia Wong have expressed their awareness of how the People’s
Republic of China’s new economic and political influence on Latin America (the
ironic term “Lachinoamérica” depicts this power) has changed the image
of local ethnic Chinese communities in the region and will probably increase
their political weight as well. It is to be expected that, since Chinese
corporations see Sino-Latin American communities as a strategic asset, Tusán
cultural production will gain increasing traction. Thus, whereas in Siu Kam
Wen’s and Julia Wong’s stories the shop counter becomes the quintessential Tusán
chronotope, the office of a Chinese corporation or bank may become the new
chronotope in the future. As Lausent-Herrera argued, ethnic Chinese in Peru and
other countries (approximately fifty million Chinese living abroad) may resent
China’s excessive influence in their local affairs. Another possible risk for
the survival of the Tusán community in Peru, in my view, is similar to
what the Nikkei community is facing: the possibility of renewed
immigration. In Peru, however, the creation of the Asociación Peruano China,
led by the influential Erasmo Wong, is proof that the Tusán community is
aware of their strategic position. It plans to stand its ground against the
increasing power of mainland Chinese corporations and the influence of new
immigrant entrepreneurs at the head of many Chinese associations in Peru. In
the first chapter of China, Past and Present, Nobel laureate Pearl S.
Buck (1892-1973) states: “Nothing and no one can destroy the Chinese people.
They are relentless survivors. They are the oldest civilized people on earth.
Their civilization passes through phases but its basic characteristics remain
the same. They yield, they bend to the wind, but they never break10.” If one follows the historical trajectory of the Chinese
and Tusán in Peru, from oppression to expression, from semi-slavery to
major contributions to Peruvian society and culture, it is safe to assume that
they will resiliently continue to develop new strategies for empowerment.
Hopefully, Tusán cultural production will remain one of these
strategies.
Nikkei Ethnocultural Discourse
Why
study literature and other forms of cultural production in relation to
Nippo-Peruvian identity and history? Nikkei writing may be interpreted
as a call for acceptance into the imaginary of the Peruvian nation, which
challenges the traditional criollo-indigenous duality (as Sino-Peruvian,
Afro-Peruvian, or Jewish Peruvian cultural productions do as well). While some
discursive practices establish cultural differences between Nikkei and
non-Nikkei, or between Okinawans and Nihonjin, others are devoted
to proving the essential Peruvianness of Nikkei writers and their ethnic
community. These works construct an ethnic space that inscribes the Japanese
and their descendants in Peru’s present and future history (in this regard,
Alberto Fujimori positioned the Nikkei community as a model for a future
Peru). It also reflects the process of racial formation and the evolution of
this community’s public image from the negative “yellow peril” to the more
recent idea of a “model minority” that can set the path to a better future for
the country. A series of symbolic and historic milestones has become recurrent
in this racialized group’s representative writings: the inception of the
immigration process, the lootings of May 1940, the deportations during World
War II, the victory of Alberto Fujimori in the 1990 presidential election, and
the dekasegi phenomenon, which threatens to continue weakening a
community that has lost many of its young and most promising members. Nikkei
writing also depicts the evolution from insular mentality with closely and
firmly integrated organization and institutions to a new generation of Japanese
Peruvians who are open to integration and intermarriage, and whose choice of
ethnic self-identification is less rigid. Evidence of a surviving fear of
victimization persists, as found in the Nikkei community’s anxiety about
the potentially adverse consequences of Fujimori’s victory in the 1990
presidential election.
Several
texts, such as Augusto Higa’s La iluminación de Katzuo Nakamatsu11, or Doris Moromisato’s Diario de la mujer esponja12 expose the at times insurmountable obstacle that their Asian
phenotype poses for the Nikkei in their quest for integration into
mainstream Peruvian society. On the other hand, this physical appearance
nowadays carries with it positive connotations of honesty and diligence, a
stereotype that, paired with Japan’s international prestige, Fujimori used to
his advantage during his political career. His campaign’s motto during the
first presidential election, “work, honesty, and technology”, suggested that
Peru was a country in need of “Japanization”. More importantly, besides the
many cases of nativism, xenophobia, Nippophobia, and racism depicted in works
such as Adiós to Tears13 by Seiichi Higashide, several
texts, such as Okinawa, Un siglo en el Perú14 by Doris Moromisato and Juan Shimabukuro Inami, Okinawa,
el reino de la cortesía, y testimonio de un peruano okinawense15 by Ricardo Ganaja, La iluminación de Katzuo Nakamatsu by
Augusto Higa, and Doris Moromisato’s poetry collections also show the often
painful process of transculturation and cross-cultural hybridization that have
taken place in Peru since the arrival of the first Japanese immigrants. In
addition, they reveal an obvious negotiation of national allegiances and
cultural identities that exposes the fluidity of identitarian layers. This
process sometimes allows the character or testimonialist (author of the testimonio)
to enjoy multiple public and private identities, or to enter and leave
Japaneseness strategically, depending on what approach is politically advisable
in each case.
Referring
to Chinese in West Indian literature and to those narratives used in the
articulation of national identity as belonging, Anne-Marie Lee-Loy argues:
“There is more than one way to imagine the boundaries of national belonging,
and the fictional images of the Chinese capture this inherent instability16.” Indeed, one could argue that the same may be said about
the Japanese in Peru: Japanese and Nikkei characters often represent the
human borderland between the Peruvian and non-Peruvian, becoming self-evident
in the recurrent phrase “even the Japanese”. In texts written by Nikkei authors,
traces of an inner struggle are found, a quest for one’s own identity that goes
beyond the authors themselves to encompass the rest of their ethnic
communities. These heterogeneous representations and explorations of the self
also contest the often stereotypical, anamorphous, or grotesque Japanese and Nikkei
characters appearing in works by non-Nikkei Peruvian authors, such
as José María Arguedas’s novel El sexto17; Mario Vargas Llosa’s novels La casa verde, Historia
de Mayta, and Travesuras de la niña mala18; and Mario Bellatín’s novel El jardín de la señora
Murakami19, Shiki Nagaoka, Una nariz de ficción,
Biografía ilustrada de Mishima, and his short story “Bola negra20”, among many others. And by so doing, it explores and
challenges notions about what it means to be a Nikkei and what
constitutes Peruvianness.
Other
than the formal innovations of Watanabe’s take on Japanese haiku (adopting its
visual and conceptual approach and its thematic content, but rarely its form),
Nippo-Peruvian writing does not deviate much in form from the rest of Peruvian
and Latin American cultural production. Neither does it present a significant
chronological evolution in its themes or worldviews, which should not be
surprising if we consider that most Nikkei Peruvian cultural productions
have been recently published. What is recurrent, as mentioned, are the
different levels of ethnic identification as well as the different phases, from
ethnification to de-ethnification (or vice versa) and sometimes an ulterior
re-ethnification, noticeable in particular in Ricardo Ganaja’s Okinawa, el
reino de la cortesía and Higa’s La iluminación de Katzuo Nakamatsu and
Japón no da dos oportunidades. On the other hand, while some texts
concentrate on political and historical vindication while embracing
internationalism (Adiós to Tears), others, such as Okinawa, el reino
de la cortesía and Okinawa: Un siglo en el Perú, add Okinawan
(sub)ethnic difference and pride. Equally important are the examples of the
opposite: a more or less explicit rejection of ethno-cultural and national
identity that sometimes flirts with a postmodern worldview, as seen in most of
Fernando Iwasaki’s and Carlos Yushimito’s texts. When studying these authors’
works, it is particularly important not to overemphasize their Japanese
cultural heritage to avoid reaching simplistic conclusions. Doris Moromisato’s
poetry adds, to the Okinawan cultural identity already present in her narratives,
dimensions of gender and sexual identification, as well as an ecological
perspective. These approaches complement one another in and its place within
Peruvianness.
Conclusion
My
study of Tusán and Nikkei cultural production is an attempt to
contribute to Antonio Cornejo Polar’s Escribir en el aire21 (Writing in the Air, 1994) by providing an Asian
ethnicity component to his concept of sociocultural heterogeneity.
Intellectuals such as Zulen, in fact, connect directly with Cornejo Polar’s
analysis of the relation between writing and orality among Andean cultures:
Zulen’s goal was to apply the power of the written word to gaining the
liberation of indigenous peoples with only oral traditions. Through this
literary corpus, Tusán and Nikkei struggles, desires, and dreams
weave themselves into the fabric of Peruvian national imagination. To Cornejo
Polar, the Peruvian subject begins to understand “that his identity is also the
Other’s destabilizing identity, a mirror or shadow that he incorporates, in a dark
and conflictive manner, as an option between alienation or fulfillment22”. Tusán and Nikkei writings sustain a
longstanding Peruvian tradition of legitimization of the mestizo condition
that, as Cornejo Polar points out, began with Inca Garcilaso de la Vega’s Comentarios
reales de los incas (Royal Commentaries of the Incas, 1609). Tusán
and Nikkei authors, through their writing, try to validate and
vindicate their ethnicity. By historicizing their experience, they also demand
a place in the Peruvian social imaginary. In Siu Kam Wen and Julia Wong, for
example, the recovery of the collective history of the Chinese community goes
hand in hand with the self-exploration implicit in their (semi-)auto-biographical
texts. These authors claim the right to their ethnic heritage by proposing an
alternative modernity and a decolonial knowledge liberated from traditional,
Eurocentric, and homogenizing worldviews.
As
Walter Mignolo posits, “it requires an act of humility to realize that there is
no longer room for abstract universals and truth without parenthesis. And it
takes a moment of rage and of losing fear to move from the colonial wound to
decolonial scientia23”. Tusán and Nikkei writings
provide numerous examples of these types of parentheses that negotiate cultural
differences and suspend essentialist notions of overarching Chineseness,
Japaneseness or Peruvianness. They likewise exemplify the movement from a
simplistic cultural celebration or a nostalgic lamentation of past subjection
to a development of an alternative, decolonial knowledge that challenges eurocentrism
and other homologizing discourses. Homi Bhabha argues that “The study of world
literature might be the study of the way in which cultures recognize themselves
through their projections of ‘otherness24’”. Tusán and Nikkei literature often reflects
this encounter with otherness, whether mainstream, criollo Peruvian or Nikkei
culture. Several texts are avowed acts of self-exploration (most by Sui
Yun, Julia Wong, Siu Kam Wen, Doris Moromisato, Augusto Higa) that also
contribute to articulate a counter-narrative challenging how the Tusán and
Nikkei communities have been racialized and “Othered”. Certain works may
be read as both claim to national belonging (Zulen, Mario Wong, Julio León,
Watanabe, Higa) and condemnation of the exclusion of Asian Peruvians from the
national discourse. The erasure of this group from the national imagination is
apparent, for instance, in the Casa de la Literatura Peruana’s selection of
authors or in Escribir en el aire, which focuses almost entirely on the criollo-
indigenous dichotomy, with sporadic passages devoted to Afro-Peruvians.
It
is my hope that these studies will contribute to the inclusion of Tusán and
Nikkei authors in the Peruvian cultural canon, which would amplify the
understanding of what it means to be Peruvian and would also highlight the
complexities of racial and ethnic identity in Peru and Latin America.
Notes
1
Part of the information included in this essay was previously published in my
books Dragons in the Land of the Condor, Writing Tusán in Peru, Tuscon,
University of Arizona Press, 2015, and The Affinity of the Eye: Writing
Nikkei in Peru, Tucson, University of Arizona Press, 2013.
2 Siu Kam Wen, La primera espada del imperio (The
First Sword of the Empire), Lima, Instituto Nacional de Cultura, 1988.
3 Julia Wong, Bocetos para un cuadro de familia (Sketches
for a Family Portrait), Lima, Borrador, 2008.
4 Siu Kam Wen, Viaje a Ítaca (Voyage to
Ithaca), Morrisville, North Carolina, Diana, 2004.
5 Julia Wong, Doble felicidad (Double
Happiness), Lima, Editatú, 2012.
6 Julia Wong, Los últimos blues de Buddha (Buddha’s
Last Blues), Lima, Noevas Editoras, 2002.
7 Frederic Jameson, Postmodernism, or the Cultural
Logic of Late Capitalism, Durham, Duke
University Press, 1991, p. 3.
8 Id., p. 5.
9
Siu Kam Wen, El tramo final (The Final Strech), Lima, Casatomada,
2009.
10
Pearl S. Buck, China, Past and Present, New York, John Day Co., 1972, p.
19.
11 Augusto Higa, La iluminación de Katzuo Nakamatsu
(Katzuo Nakamatsu’s Enlightenment), Lima, San Marcos, 2008.
12
Doris Moromisato, Diario de la mujer esponja, (Diary of a Panja
Woman), Lima, Flora Tristán, 2004.
13 Seiichi Higashide, Adiós to Tears, The Memoirs
of a Japanese-Peruvian Internee in U.S. Concentration Camps, Seattle,
University of Washington Press, 2000.
14 Doris Moromisato and Juan Shimabukuro Inami, Okinawa:
Un siglo en el Perú (Okinawa, A Century in Peru), Lima, Ymagino
Publicidad S.A.C, 2006.
15 Ricardo Ganaja, Okinawa, el reino de la
cortesía, y testimonio de un peruano okinawense (Okinawa, the Kingdom of
Kindness, and the Testimonial of an Okinawan Peruvian), Lima, OKP, 2008.
16 Anne-Marie Lee-Loy, Searching for Mr. Chin:
Constructions of Nation and the Chinese in West Indian Literature,
Philadelphia, Temple University Press, 2010, p. 4.
17 José María Arguedas, El sexto (The Sixth),
Lima, Horizonte, 1969.
18 Mario Vargas Llosa, La casa verde (The
Green House) Madrid, Alfaguara, 1999; Historia de Mayta (The Real
Life of Alejandro Mayta), Barcelona, Seix Barral, 1984; Travesuras de la
niña mala (The Bad Girl), Lima, Alfaguara, 2006.
19 Mario Bellatín, El jardín de la señora Murakami (Mrs.
Murakami’s Garden), Barcelona, Tusquets, 2001.
20 Shiki Nagaoka, Una nariz de ficción (A
Nose of Fiction), Buenos Aires, Sudamericana, 2001; Biografía ilustrada
de Mishima (An Illustrated Biography of Mishima), Lima, Matalamanga,
2009; “Bola negra” (“Black Ball”), in Tres novelas, Mérida, Venezuela,
El Otro, El Mismo, 2005.
21 Antonio Cornejo Polar, Escribir en el aire:
Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas [1994],
Lima, Latinoamericana Editores, 2003. 22 “Que su identidad es también
la desestabilizante identidad del otro, espejo o sombra a la que incorpora
oscura, desgarrada y conflictivamente como opción de enajenamiento o de
plenitud.” (Antonio Cornejo Polar, Escribir en el aire, op. cit., p.
80. Unless otherwise indicated, all further translations are mine.)
23 Walter Mignolo, The Darker Side of Western
Modernity: Global Futures, Decolonial Options, Durham/London, Duke
University Press, 2011, p. 114.
24 Homi Bhabha, The Location of Culture, London
/ New York, Routledge, 2004, p. 12.
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