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El edificio fue desmantelado cuidadosamente, numerando cada piedra y colocándolas en cajas de madera también numeradas y llenas de paja. Randolph lo compró en 1925 por 40.000 dólares pero, tras sufrir una grave crisis financiera durante la Gran Depresión, decidió no reconstruirlo. Además había surgido un problema: las cajas en que venían las piedras se pusieron en cuarentena debido a la fiebre aftosa que afectaba al ganado segoviano de la época. Más tarde, parte de la información del etiquetado se perdió porque, después de que quemar la paja de las cajas en prevención de posibles contagios, los encargados no se fijaron en los bien números y las colocaron como quisieron. El rancho californiano del multimillonario se quedó sin su claustro segoviano.
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Además de servir oficialmente como templo episcopaliano, el “Antiguo monasterio español”, como se lo conoce ahora”, se ha convertido en atracción turística, que lógicamente es de especial interés para los segovianos (por si tienen interés, la dirección es 16711 West Dixie Highway, North Miami Beach, Florida 33160). Allí se celebran ahora misas y bodas. Afortunadamente, la abadía románica sigue siendo uno de los principales monumentos de Sacramenia.
Parte del desinterés que se demostró en la época por este edificio se debe a que después de siete siglos de uso religioso y como consecuencia de la desamortización de Mendizábal en 1835, que nacionalizó los bienes de los monasterios, el monasterio cisterciense pasó a manos de un terrateniente de la comarca que lo transformó en granero y establo. De la Iglesia de San Martín de Fuentidueña, cerca de Sacramenia, también se llevaron los norteamericanos un ábside, que ahora cumple las funciones de sala de conciertos en The Cloisters, parte de Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. En el mismo lugar se encuentran partes de otras iglesias españolas.
Aunque algunas agencias internacionales acusan a España de estar a la cola de Europa en el cuidado del patrimonio artístico, afortunadamente pruebas del desprecio por las joyas artísticas nacionales como éstas son ya cosa del pasado. No obstante, siguen abandonados los valiosos restos otros monasterios que cayeron también a raíz de la desamortización de Mendizábal, como el de las Hoces del Duratón y muchos otros que se hallan cerca de la capital, que desde luego podrían haberse cuidado mejor.
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