Un amigo acaba de
colgar en mi muro de Facebook un artículo que resume las cinco maneras más
vergonzosas en que EEUU lidera al mundo: en obesidad, los gastos en salud y en
el parto, uso energético per cápita y los gastos en defensa. Este amigo y todos mis
amigos saben que yo soy el primero en reconocer todo lo que puede tener de malo del país en el que he
residido la mitad de mi vida, sobre todo si se trata de la política exterior
del gobierno. Por cierto, el mismo poco trabajo me cuesta reconocer los
defectos del país en que nací.
No obstante, a
veces tengo que corregir a gente que habla de un país que realmente no conoce.
Y lo curioso es que la gente más vehemente a la hora de opinar sobre la
sociedad estadounidense es la que jamás ha puesto un pie aquí. Otros me
preguntan incrédulos qué hago yo viviendo en el Imperio desde hace veintidós
años, siendo de una ciudad tan bonita como Segovia y "con lo bien que se
vive en España". Yo mismo me lo he preguntado más de una vez y la
respuesta no es fácil, pero creo que sí ha habido factores influyentes. Uno de
ellos tiene que ver con la situación en que se encontraba España en esa época
(les sonará familiar): cuando yo salí, también teníamos un 25 por ciento de la
población activa en paro. En contraste, en Estados Unidos no había
prácticamente paro en mi campo ni en muchos otros, por lo que las expectativas laborales eran
infinitamente mejores.
Pero hay más. Recuerdo
mi estado de shock por aquel año de 1991 cuando al ir a sacar un libro en la
biblioteca de la Universidad de Georgia, me dijo la bibliotecaria, con toda
naturalidad, que podía sacar todos los que quisiera y por un plazo mucho más
largo del que yo estaba acostumbrado. En la Complutense de entonces solo me
permitían sacar uno y cuando lo devolvía e intentaba volver a sacarlo a la
siguiente semana, muchas veces el libro había desaparecido misteriosamente. En
contraste con mi experiencia universitaria en Madrid (mejor no entrar en mucho
detalle…), en Athens (Georgia) mis profesores me invitaban amablemente a
charlar en sus horas de oficina y todos ellos sabían mi nombre. Me sorprendió
también ver cómo todos los años había exalumnos que hacían ingentes donaciones
a la universidad en agradecimiento por todo lo que ésta les había dado en su
juventud. En realidad, es posible que sea precisamente la experiencia
universitaria a ambos lados del Atlántico lo que me animara que vivir aquí.
Por
otro lado, aunque mi experiencia, sin duda, ha sido muy diferente de las de los
inmigrantes indocumentados y las de los braceros que vienen a trabajar en el
campo, lo cierto es que en numerosas ocasiones a lo largo de mi carrera un
grupo de colegas norteamericanos me ha elegido (y sin tener enchufe ninguno) para un trabajo
que podría haber hecho perfectamente un compatriota suyo. Recuerdo, por
contrapartida, cómo en mis tiempos de universitario, mis profesores ingleses en
la Complutense no paraban de quejarse de que les pagaban menos que a los
nacionales; estoy seguro de que esas cosas ya no ocurren en España, pero en los
años 80, así era. En otras palabras, sería sumamente ingrato no reconocer lo
bien que se me ha tratado casi siempre en este país.
Hay muchas otras
razones, claro. Una de ellas es que aquí, en Estados Unidos, conocí a la que ahora es mi esposa. Y me di
cuenta de otra leyendo al peruano Fernando Iwasaki, quien, en su libro El descubrimiento de
España (1995), afirma ingeniosamente: "Cada vez que me preguntan si he
dejado de ser peruano, siempre respondo que si la 'patria' es la 'tierra de los
padres,' la 'tierra de los hijos' todavía carece de sustantivo y acaso sea más
esencial y entrañable que la otra. ¿Debo hacer hincapié en que España es la
tierra de mis hijos?". California y Estados Unidos son la tierra de mi
hija Sofía. Creo que no hace falta decir nada más. Muchos años antes de leer a
Iwasaki, un sentimiento similar me llevó a escribir este poemita:
AMÉRICA, TERRA ALENA
Te doy gracias
y no por enseñarme
a ver mi tierra,
ni a hallarla en otros aires,
sino por desvelarme
que en todos los rincones
del planeta
hay un exilio.
*U.S. copyright law prohibits reproduction of the articles on this site "for any purpose other than private study, scholarship, or research" (see Title 17, US Code for details). If you would like to copy or reprint these articles for other purposes, please contact the publisher to secure permission.
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