martes, 14 de febrero de 2012

El lenguaje en Gods Go Begging, de Alfredo Véa

Ventana abierta 9.31 (Fall 2011): 30-33

Ignacio López-Calvo
University of California, Merced


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Roberto Cantú mantiene que la estética crítica de Alfredo Véa no se “reduce a la crítica de tipo ‘interés especial’ que suele asociarse con las literaturas étnicas (y por la que se las descarta como insignificantes, dado lo supuestamente estrecho de su campo de enfoque)” (Images 3). No obstante, como explica este crítico en Latino and Latina Writers, si bien algunas reseñas de la tercera novela de Véa, Gods Go Begging (1999), ponen de relieve el “comentario astuto y profundamente filosófico” de los personajes (Ann Peterpaul; Weekly Wire 1), otras, como la de James Lough, critican su estilo narrativo: “Tanta elevada retórica olía a kitsch. Pensé que quizá podría disfrutarlo como algo irónico, camp, igual que uno disfruta las antiguas películas de miedo o las lámparas de mesa de tiendas de segunda mano espléndidamente malas. ‘Es tan malo que es bueno’. Pero pronto me di cuenta de que el escritor no intentaba ser kitsch” (Denver Post 2). Coincidiendo con esta opinión, uno de los reseñadores de Kirkus Reviews subraya “la sobrecargada (y a menudo estridente) elocuencia de muchos de los personajes” (1). En este ensayo se considerarán las expectativas que tienen los críticos, editores y casas editoriales al leer y editar a autores chicanos. Asimismo, se interpretará el estilo narrativo de Véa como una reacción a la literatura chicana contemporánea tal y como la percibe él mismo. Con este fin, se explorará hasta qué punto el lenguaje filosófico de la novela puede llegar a considerarse “profundo y astuto”, como afirma uno de los reseñadores, o bien “camp y kitsch,” como observa el otro. Susan Sontag, en su libro Against Interpretation, ha estudiado el concepto de camp:

El dandy a la vieja usanza odiaba la vulgaridad. El nuevo dandy, al que le encanta el Camp, aprecia la vulgaridad. En los casos en que el dandy se sentiría ofendido o aburrido continuamente, el entendido del Camp se siente continuamente entretenido, encantado. El dandy se ponía un pañuelo perfumando en la nariz y podía desmayarse; el entendido del Camp husmea el hedor y se enorgullece de su aguante . . . El Camp es un solvente de la moralidad. Neutraliza la indignación moral y es partidario de lo lúdico. (291-92)


Si adoptamos esta acepción, el estilo narrativo de Véa no tiene por qué caer necesariamente en lo kitsch o lo camp pues, como admite el reseñador del Denver Post, el autor nunca pretende dotar de esos matices a su obra.

Una de las principales herramientas heurísticas de Véa es el uso de la parodia y la sátira, cuya mera presencia, por cierto, disminuye de nuevo la probabilidad de que existan matices kitsch en la novela. Cabe apuntar que dicha parodia (que—como advertía Cantú más arriba—distancia a la novela de los supuestos enfoques monoglósicos y centrípetos que se suelen asignar a las literaturas étnicas) critica no sólo a objetivos obvios como los racistas que abogan por la supremacía blanca, sino, lo que es más relevante, también a las compañías multinacionales e incluso las directrices de ciertos educadores y políticos que defienden los llamados dialectos étnicos en las comunidades afroamericana y chicana. Por tanto, a pesar de que, como es obvio, Gods Go Begging se inspira en un discurso ideológico de tipo étnico y nacionalista, el autor permite que sus personajes cuestionen, por medio de la parodia, la posición de ciertos líderes de las comunidades chicana y afroamericana. En este contexto, el protagonista autobiográfico, un abogado chicano de San Francisco, se ve obligado a enseñar a hablar de una manera “apropiada” a su cliente, Calvin “The Biscuit Boy” Thibault, si quiere tener alguna posibilidad de ganar el juicio. En la novela, por tanto, se propone la alfabetización como una de las principales herramientas para la sobrevivencia y la superación social.

Como se mencionó, James Lough y otros reseñadores critican el grandilocuente lenguaje filosófico que, en su ímpetu por sacar a luz las injusticias sociales, utilizan tanto el narrador como los personajes de esta novela:

Lo que es más, todos estos personajes se las arreglan para hablar con el mismo lenguaje pretencioso, un lenguaje que también usa el narrador omnisciente de la novela. Si el lenguaje fuera convincente, no sería tan irritante, pero a lo largo de la novela el lenguaje es demasiado retórico, dramático e inflado. Cualquier lector puede cerrar los ojos, abrir el libro, dejar caer el dedo en una página al azar y caerá en una página llena de flagrante verbosidad. (Lough 1)

Sin embargo, como ya se indicó, la novela se aleja de los efectos kitsch que se le han atribuido. Curiosamente, algunas de las fuentes del estilo narrativo de Véa pueden hallarse en sus respuestas en distintas entrevistas, en particular en lo concerniente a la recepción de la literatura chicana:

Fíjese en cómo se tilda de “burgueses” a artistas chicanos cuya escritura no era abiertamente política. Fíjese en la plétora de escritos “pochos” simplistas que han infestado todas las librerías políticamente correctas. . . . Sin embargo, es un lugar común entre la gente colonizada que ve el arte de la cultura dominante como legítimo y el de la raza colonizada como una mera parodia cuyo único propósito es hacer valer una agenda política . . . Implícito en el concepto de literatura “chicana” está la agenda política más que la agenda de divisar dónde ha quedado el listón artístico y esforzarse por superarla. (Biggers 1)

De estas lecturas que hace Véa de la literatura chicana reciente y de su propia obra, se deduce que uno de sus principales objetivos es la superación los parámetros originales que, a su juicio, han dejado la producción cultural estancada en lo políticamente correcto y en un folclorismo predecible. Por tanto, su “gran filosofar” podría entenderse como una reacción a la supuesta simplicidad del habla y el discurso de los típicos personajes chicanos.

Por otra parte, cabría preguntarnos también si la misma profundidad intelectual de los personajes chicanos de Véa puede llegarles a parecer absurda e improbable a algunos críticos. A este propósito, el concepto foucaultiano del “autor-función” resulta útil para exponer la manera en que las relaciones sociales influyen el discurso. Desde esta perspectiva, ¿debemos dar por sentado que, al incorporar personajes chicanos elocuentes y perspicaces, Véa se sale de los límites “tolerables” para la literatura chicana? Más bien, deberíamos reconsiderar el horizonte de expectativas de la recepción de los trabajos chicanos y el efecto que estos textos tienen en ciertos lectores. El propio Véa nos proporciona una pista en la novela, cuando el protagonista salva a su cliente, Calvin, haciéndole leer una novela de Ralph Ellison en la que los personajes afroamericanos se caracterizan por su capacidad mental y no por sus atributos físicos como se acostumbraba. Gods Go Begging, por tanto, podría verse como una versión chicana de la propuesta de Ellison.

Así pues, es obvio que Gods Go Begging debe leerse en el contexto de la historia de la literatura chicana y de su recepción por parte de Véa. Lo que los críticios citados anteriormente ven como un abuso del lenguaje pomposo, no es más que la reacción y la protesta de Véa ante el tipo de personaje chicano superficial y sin elocuencia que, a su juicio, abunda en el mercado de la literatura chicana contemporánea, quizá porque así es como se concibe y se prefiere lo chicano desde fuera, desde el mundo de los críticos literarios y lectores anglosajones. Algunos críticos parecen predispuestos a leer cierto tipo de literatura “políticamente correcta” en la que la mayoría de los personajes chicanos usan un lenguaje poco pulido y, por tanto, no apto para entablar discusiones filosóficas. Quizá por ello, se sorprenden al leer algo inesperado en un “escritor chicano”: un argumento arriesgado, lleno de profundidad ética y filosófica que cuestiona los cimientos de la sociedad estadounidense y que critica sin subterfugios el paradigma que marca el panorama actual de la literatura chicana.

Obras citadas

Aristophanes. Lysistrata. Great Books of the Western World. Vol. 4. Ed. Mortimer J. Adler. Estados Unidos: Encyclopaedia Britannica, 1993.
Augenbraum, Harold. Library Journal. 29 mayo 2004.

Biggers, Jeff. “Weekly Wire Interview with Alfredo Véa, Jr.” 24 mayo, 2004.
Cantú, Roberto. “Alfredo Véa.” Latino and Latina Writers. Ed. Alan West-Durán. Eds. asociados María Herrera-Sobek, César A. Salgado. Nueva York: Charles Scribner’s Sons, 2004.
- - -. “Images of War and Combat in Alfredo Véa’s Narrative Trilogy, 1993-1999.” Violence and Transgression in World Ethnic Literatures. University of Wurzburg, Germany. (In press).
Iser, Wolfgang. The Act of Reading: A Theory of Aesthetic Response. Baltimore: The Johns Hopkins U.P., 1994.
Foucault, Michel. “What is an author?” Critical Theory since 1965. Eds. Hazard Adams and Leroy Searle. Tallahassee, Florida: University Presses of Florida, 1986. 138-48.
Holdridge, Randall. “Crime With Passion.” 13 Sept. 1999. 29 mayo, 2004.

Jauss, Hans Robert. “Literary History as a Challenge to Literary Theory.” Critical Theory since 1965. Hazard Adams and Leroy Searle, eds. Tallahassee, Florida: University Presses of Florida, 1986. 164-83.
Kirkus Reviews. 1999. 29 mayo 2004.

Lough, James. “Plot, point of view take back seat in ambitious ‘Gods’” The Denver Post. 24 mayo, 2004.
McMains, Victoria. “Reflection on tragedy.” The Press Democrat. 23 feb. 2000.

Sontag, Susan. Against Interpretation. New York: Dell Publishing Co., 1969.
Véa, Alfredo. Gods Go Begging. Nueva York: Dutton, 1999.
Zarazua, Daniel D. “An Interview with Alfredo Véa.” Mi gente. Mar. 2000. 24 mayo 2004. 



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