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Ignacio López-Calvo
Cristián Ricci
La historiografía permite evidenciar que fue en el Al-Andalus multicultural, plurilingüe y multiétnico de la alta Edad Media donde árabes y judíos comenzaron a darle matices orientales a un castellano en ciernes. El balbuceo poético y eminentemente popular de las jarchas da paso, ya en la baja Edad Media, al erudito aporte filosófico, filológico y científico de las culturas semíticas, base fundacional de uno de los grandes monumentos culturales del medievalismo europeo: la escuela de traductores de Toledo. La historia medieval de España siempre había aceptado que sus reyes fuesen también “reyes de las tres religiones”, recordando que los “Emperadores de Hesperia” eran legítimos descendientes de una civilización antigua, quizás atlántica.
En esta antología volvemos a insistir, aunque desde el libro, en la necesidad de crear un locus amoenus donde los herederos culturales del médico y humanista judío Maimónides (su nombre en hebreo era רבי משה בן מיימון; Moshe ben Maimon) y del filósofo, médico y matemático árabe Averroes (su nombre en árabe era د بن محمد بن احمد بن احمد بن رشد; Al-Walid Muhammad Ibn Ahmad Ibn Muhammad Ibn Ahmad Ibn Ahmad Ibn Rushd, o simplemente Ibn Rushd) sigan contribuyendo a la expansión del castellano y al entendimiento de los pueblos. En efecto, estos dos inmortales cordobeses del siglo XII usaron como suya este idioma común que vuelve a unir en esta antología a dos pueblos semitas hermanos. Proponemos, entonces, seguir y energizar las labores de un gran sector de la población progresista y elitista española e internacional que desde los estudios seminales de Américo Castro promueve el semitismo medieval. Retomamos la posta del filólogo castellano con el afán de seguir contribuyendo a la aparición y consolidación de los estudios arabistas y hebraicos que, a la postre, también han ayudado a crear un ambiente de interculturalidad en los ámbitos universitarios.
Al enterarse de la publicación de esta antología, el director de teatro, ópera y televisión Peter Sellars nos motivó a seguir nuestro proyecto arguyendo que el arte y la literatura son las únicas alternativas de cuestionamiento que se presentan en un mundo moderno carente de líderes que rechacen un discurso político beligerante, intransigente, obtuso al diálogo entre culturas. El estadounidense, quien ya en 1991 y durante la primera Guerra del Golfo se animaba a desafiar a la intelligentsia norteamericana con La muerte de Klinghoffer, una ópera que por primera vez presentaba coros palestinos y judíos, nos estimula consecuentemente a repensar los vacíos de comunicación en Oriente Medio que emanan sangre, dolor y lágrimas. Donde San Agustín decía “las lágrimas son la sangre del alma” queremos poner, junto a Oliver Wendell Holmes, “la lengua es la sangre del alma”. Qué mejor que la lengua castellana, plasma lingüístico medieval conformado por eritrocitos y leucocitos árabes y hebreos, sea una de las arterias que propicie un diálogo de buen entendimiento y clara distensión entre ambos pueblos, y, a la vez, sea el vehículo oxigenante del hispanismo del siglo XXI.
Ya en el ámbito de la literatura árabe de expresión castellana debemos decir que los marroquíes son los más prolíficos. Motivos históricos y geopolíticos como la presencia española en el país magrebí (1912-1956), la intervención de militares y civiles marroquíes en la Guerra Civil española en ambos bandos de la contienda y el nuevo flujo migratorio, que registra importantes cifras desde la definitiva inserción de España en el contexto de la economía de Europa en los años noventa del siglo pasado, parecen ser los temas predominantes de su producción literaria. Para la mayoría de los escritores marroquíes de expresión castellana, Palestina o -“el problema palestino”- tiende a estar lejos de sus proyectos literarios inmediatos. Se puede entender que dicha ausencia sea debida a que Marruecos es uno de los pocos países del mundo árabe-musulmán donde todavía siguen conviviendo las tres religiones monoteístas con alto grado de respeto y convivencia. La participación de una mayoría de colaboradores marroquíes nos alienta a dirigir la mirada hacia España; una España que en estos últimos meses ha vuelto a ser noticia, como ya lo fue en los acontecimientos del 7 de febrero de 1992, de un nuevo arribo masivo de inmigrantes africanos que causa estupor en aquellas personas y entidades políticas que la piensan como una nación cultural y religiosamente homogénea, blanca y definitivamente inserta en el concierto europeo. A finales del siglo XX, con la afirmación de España dentro de la economía europea, se produce el fenómeno de la producción agrícola de los campos de Almería y Murcia y la historia se vuelve a repetir al igual que hace 400 años. Hasta mediados de los ochenta, al no contar con los medios básicos de subsistencia, los trabajadores de estas provincias, por aquel entonces yermas, emigraban a Alemania y Francia en busca de mejores oportunidades económicas. Paradójicamente, estas mismas provincias son las que ahora acogen grandes grupos de inmigrantes del Magreb y del sur del Sáhara. Hoy se compara a Almería, bordeada por todas partes por bancos y cajas de ahorros, hoteles suntuosos, supermercados, prostíbulos y casas de juego, con la California de la fiebre del oro. Los “chinos” primero fueron los andaluces de provincias limítrofes y ahora son magrebíes y subsaharianos.
Esta antología, por ende, responde en gran parte al llamado humanista en el que la España de los nuevos ricos parece no reaccionar ante una nueva serie de asesinatos, maltratos y explotación a inmigrantes por el simple hecho de serlo. He aquí lo que muchos intelectuales españoles vienen pronunciando desde hace más de cincuenta años. Nuestra antología aspira a colocarse junto con los estudios y creaciones literarias de Juan Goytisolo (Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián, Juan sin Tierra, Crónicas Sarracinas, Makbara, El peaje de la vida, España y sus ejidos), Ángel Vázquez (La vida perra de Juanita Narboni), Lorenzo Silva (Del Rif a Yebala, La puerta de los vientos), Andrés Sorel (Las voces del estrecho), Oriol Vergés (Un pueblo contra los Hamid), Antonio Lozano (Donde mueren los ríos), José Manuel García Marín (Azafrán), y los de todos aquéllos que en los últimos quince años ha propuesto en algunos medios de prensa y en los ámbitos políticos y educativos secundarios una imagen realista de los inmigrantes magrebíes.
En esta antología se podrán leer textos de la mayoría de los escritores que han fundado la Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española (AEMLE) en el año 1997. En primer lugar, se advierte que el noventa y cinco por ciento de las contribuciones corresponden al género del relato corto. No es un detalle mínimo, aunque sí predecible: el relato corto tiene una tradición ancestral en la literatura marroquí y árabe en general. En estas narraciones se observa un alto grado de realismo. De hecho, muchos autores llegan a colocar en los prólogos de sus textos que no hacen más que reproducir anécdotas que han vivido. La mayoría de los relatos corresponden al norte de Marruecos, específicamente ciudades como Tánger, Larache y Tetuán. Presentamos también los aportes de dos escritores de origen palestino. Uno vive en Chile y preside varias asociaciones árabo-palestinas en el país trasandino. Su contribución es definitivamente fundamental no sólo por la importante presencia de árabes en el continente americano, sino también por el creciente interés comercial y cultural de los países árabes en Sudamérica. En esta vena, no resulta extraño que en Argentina se esté por fundar la biblioteca árabe más grande en suelo no musulmán. El otro escritor palestino ejerce la docencia en Estados Unidos y es un valuarte de los estudios hispanoarábicos en Norteamérica.
Volviendo al tema que impulsa esta antología, pocos conflictos internacionales han recibido tanta atención de la prensa internacional y han durado tanto tiempo en el subconsciente colectivo de la comunidad internacional como la incesante lucha armada entre israelíes y palestinos. Para mayor desconcierto, la llama de la incertidumbre se ha avivado aún más con la desaparición de Sharon y Arafat del panorama político, el resultado de las elecciones democráticas en los territorios palestinos y las protestas contra la controvertida publicación, el 30 de septiembre de 2005, de doce caricaturas del profeta islámico Mahoma en el periódico danés Jyllands-Post y más tarde en otros diarios europeos. Hasta ahora, dicha polémica ha causado más de un centenar de muertos, la quema de varios consulados generales y embajadas e, inesperadamente, un mayor antagonismo contra el mundo judío, a raíz de la convocatoria por un diario iraní de un concurso para dibujantes de caricaturas que deseen mofarse del Holocausto. Con estos y otros asuntos en mente, pusimos en marcha un proyecto con el título provisional de Unidos por un idioma (que más tarde fue bautizado con el de Caminos para la paz), cuyo propósito era la edición de una colección de textos literarios escritos en castellano por autores árabes e israelíes. A priori, nuestra intención era que la mayoría de las contribuciones, si no todas, trataran de algún modo el tema del desencuentro entre árabes e israelíes en Oriente Medio, para ofrecer así una vía alternativa de diálogo, la literatura, que quedara lo más lejos posible de un debate político que hasta ahora parece haber sofocado el verdadero diálogo y el avance hacia la paz. La idea, dicho sea de paso, nació inspirada por el espíritu de la escuela de entrenamiento musical para niños palestinos e israelíes que en su momento crearon el director de orquesta israelí-argentino Daniel Baremboim y el difunto académico y ensayista palestino Edward Said, y que les valió el Premio Príncipe de Asturias para la Concordia. En lugar de la música, en este caso el punto de partida que una estos dos mundos enfrentados desde hace más de medio siglo ha de ser esa lengua a la que ambos pueblos (y el árabe en especial) tanto contribuyeron. Las palabras, y no las balas, sirven aquí de escalera para trepar muros y salvar obstáculos. Por desgracia, cada nuevo derramamiento de sangre (y van 3000 muertes en ambos bandos desde septiembre de 2000) aleja ese utópico (en el sentido optimista de la palabra) momento en que triunfen la reconciliación y la fraternidad.
Una de las especialidades de Cristián Ricci es la literatura marroquí en castellano y una de las de Ignacio López-Calvo, la literatura judía de Latinoamérica. No obstante, nuestra postura ha sido desde un principio de absoluta neutralidad. La publicación de anuncios en varias páginas Web y revistas académicas en las que solicitábamos contribuciones para la colección atrajo respuestas de variado pelaje. Los unos esperaban una buena paga; los otros se negaban a participar porque el proyecto les parecía “inútil y demasiado utópico” (esta vez en el mal sentido de la palabra). También recibimos textos demasiado incendiarios y sin la más mínima intención de abrir puertas al diálogo y al intercambio de ideas, de intentar comprender la postura del otro. Algunos, por lo que se nos contó, fueron intimados e incluso amenazados por sus propios compañeros al enterarse de su idea de colaborar en la antología. En cambio, muchos otros autores, tanto del mundo árabe como residentes en Israel, enviaron contribuciones, muchas de ellas, como se verá, de excelente calidad, en las que quedaba claro lo que desde el comienzo esperábamos hallar: que a pesar de la incredulidad, la desesperación y la rabia, entre líneas, y a menudo abiertamente, se descifra el deseo común de un futuro de armonía y convivencia pacífica. Según nos confesaron varias escritoras y escritores de origen argentino, uruguayo, chileno, colombiano, y mexicano veían en esta colección una oportunidad para regresar al hogar común del idioma. Otros correos, si bien no incluían texto alguno para la colección, simplemente nos felicitaban por la idea y nos deseaban suerte. Éstos fueron también sumamente útiles para nosotros. Entre los escritores residentes en Israel, o que vivieron muchos años en Israel, veremos hombres y mujeres originales del Cono Sur latinoamericano (la mayoría de ellos de Argentina) que se vieron obligados a abandonar sus respectivos países a causa de las represiones dictatoriales. Algunos de ellos emigraron animados por la esperanzadora creación de un Estado soberano para todos los judíos del mundo; otros, como Clody Plotnitky, paseaban por esas tierras de turistas y acabaron asentándose allí quizá para siempre. Caso aparte es el de Margalit Matitiahu, escritora nacida en Israel y de origen sefardí, que escribe su producción literaria en el dialecto ladino que heredó de sus antepasados.
La verdad sea dicha, en un principio quedamos algo decepcionados, pues las contribuciones del lado israelí eran mucho más numerosas que las del lado árabe, a pesar de nuestros constantes esfuerzos por conseguir un equilibrio en cuanto al número de autores de uno y otro “bando”, si se puede usar tan feo término. Más tarde, empezaron a llegar gota a gota, con lo que—ya pasada la fecha límite que habíamos anunciado—se fue logrando darle más coherencia y sentido a la antología. Lo inesperado, sin embargo, fue que un autor palestino (cuyo nombre prometimos no mencionar) decidió retirar su contribución tras recibir amenazas de muerte—según dice—por parte de los propios colegas a los que había invitado a participar en el proyecto. A pesar de la decepción que ello supuso, nos pareció un excelente ejemplo del potencial creativo del proyecto y de las ideas en general, por utópicas e ilusas que pueda parecer. Lejos de intimidarnos, eso nos animó a seguir adelante con nuestra humilde utopía. De momento, la antología ha producido, ya antes de su publicación, resultados muy positivos, tales como el nacimiento de una amistad entre una novelista israelí y un poeta palestino que por ahora aspiran al simple placer de poderse tomarse un café el bendito día en que se levanten las barreras. No hace mucho, el permiso israelí fue concedido, pero el encuentro no pudo darse después de todo por el resurgimiento de una violencia que, por momentos, parece interminable. Aunque sólo se consiga esta amistad (y esperamos que vaya más lejos, claro), el esfuerzo ha merecido la pena.
Después de meses de intercambio de información, contamos ya con veinticuatro autores residentes en Israel, un autor judío de Marruecos (León Cohen Mesonero) y doce árabes. Sin duda a causa de que la condición era que debían escribir en castellano, la mayoría de los autores árabes son marroquíes y sólo dos de ellos son palestinos. En cualquier caso, he aquí una hermosa colección de textos más o menos polémicos. Los hay de varios géneros y han sido escritos por hombres y mujeres de varias generaciones, todos ellos dispuestos a dialogar si bien indirectamente, por medio de la literatura y la creatividad. Quizá sea éste el paso a algún congreso internacional, a otras publicaciones, a libros de crítica literaria... quién sabe, quizá un pequeña avance para esa paz tan deseada como resbaladiza. Nuestro sueño se va cumpliendo: que sea éste sea el primer paso de uno de los muchos caminos que se podrían abrir en vistas al diálogo para la esperanza. Como dice el proverbio chino, hasta el camino más largo empieza con un solo paso. Y, como decía Gandhi, en la diferencia entre lo que hacemos y lo que podríamos hacer está potencialmente la solución a la mayoría de los problemas del mundo. En efecto, en el campo académico, no se hace lo suficiente. Que sirva de “holocausto”, en el sentido etimológico de ofrenda sacrificial, esta antología.
Ignacio López-Calvo
Cristián Ricci
La historiografía permite evidenciar que fue en el Al-Andalus multicultural, plurilingüe y multiétnico de la alta Edad Media donde árabes y judíos comenzaron a darle matices orientales a un castellano en ciernes. El balbuceo poético y eminentemente popular de las jarchas da paso, ya en la baja Edad Media, al erudito aporte filosófico, filológico y científico de las culturas semíticas, base fundacional de uno de los grandes monumentos culturales del medievalismo europeo: la escuela de traductores de Toledo. La historia medieval de España siempre había aceptado que sus reyes fuesen también “reyes de las tres religiones”, recordando que los “Emperadores de Hesperia” eran legítimos descendientes de una civilización antigua, quizás atlántica.
En esta antología volvemos a insistir, aunque desde el libro, en la necesidad de crear un locus amoenus donde los herederos culturales del médico y humanista judío Maimónides (su nombre en hebreo era רבי משה בן מיימון; Moshe ben Maimon) y del filósofo, médico y matemático árabe Averroes (su nombre en árabe era د بن محمد بن احمد بن احمد بن رشد; Al-Walid Muhammad Ibn Ahmad Ibn Muhammad Ibn Ahmad Ibn Ahmad Ibn Rushd, o simplemente Ibn Rushd) sigan contribuyendo a la expansión del castellano y al entendimiento de los pueblos. En efecto, estos dos inmortales cordobeses del siglo XII usaron como suya este idioma común que vuelve a unir en esta antología a dos pueblos semitas hermanos. Proponemos, entonces, seguir y energizar las labores de un gran sector de la población progresista y elitista española e internacional que desde los estudios seminales de Américo Castro promueve el semitismo medieval. Retomamos la posta del filólogo castellano con el afán de seguir contribuyendo a la aparición y consolidación de los estudios arabistas y hebraicos que, a la postre, también han ayudado a crear un ambiente de interculturalidad en los ámbitos universitarios.
Al enterarse de la publicación de esta antología, el director de teatro, ópera y televisión Peter Sellars nos motivó a seguir nuestro proyecto arguyendo que el arte y la literatura son las únicas alternativas de cuestionamiento que se presentan en un mundo moderno carente de líderes que rechacen un discurso político beligerante, intransigente, obtuso al diálogo entre culturas. El estadounidense, quien ya en 1991 y durante la primera Guerra del Golfo se animaba a desafiar a la intelligentsia norteamericana con La muerte de Klinghoffer, una ópera que por primera vez presentaba coros palestinos y judíos, nos estimula consecuentemente a repensar los vacíos de comunicación en Oriente Medio que emanan sangre, dolor y lágrimas. Donde San Agustín decía “las lágrimas son la sangre del alma” queremos poner, junto a Oliver Wendell Holmes, “la lengua es la sangre del alma”. Qué mejor que la lengua castellana, plasma lingüístico medieval conformado por eritrocitos y leucocitos árabes y hebreos, sea una de las arterias que propicie un diálogo de buen entendimiento y clara distensión entre ambos pueblos, y, a la vez, sea el vehículo oxigenante del hispanismo del siglo XXI.
Ya en el ámbito de la literatura árabe de expresión castellana debemos decir que los marroquíes son los más prolíficos. Motivos históricos y geopolíticos como la presencia española en el país magrebí (1912-1956), la intervención de militares y civiles marroquíes en la Guerra Civil española en ambos bandos de la contienda y el nuevo flujo migratorio, que registra importantes cifras desde la definitiva inserción de España en el contexto de la economía de Europa en los años noventa del siglo pasado, parecen ser los temas predominantes de su producción literaria. Para la mayoría de los escritores marroquíes de expresión castellana, Palestina o -“el problema palestino”- tiende a estar lejos de sus proyectos literarios inmediatos. Se puede entender que dicha ausencia sea debida a que Marruecos es uno de los pocos países del mundo árabe-musulmán donde todavía siguen conviviendo las tres religiones monoteístas con alto grado de respeto y convivencia. La participación de una mayoría de colaboradores marroquíes nos alienta a dirigir la mirada hacia España; una España que en estos últimos meses ha vuelto a ser noticia, como ya lo fue en los acontecimientos del 7 de febrero de 1992, de un nuevo arribo masivo de inmigrantes africanos que causa estupor en aquellas personas y entidades políticas que la piensan como una nación cultural y religiosamente homogénea, blanca y definitivamente inserta en el concierto europeo. A finales del siglo XX, con la afirmación de España dentro de la economía europea, se produce el fenómeno de la producción agrícola de los campos de Almería y Murcia y la historia se vuelve a repetir al igual que hace 400 años. Hasta mediados de los ochenta, al no contar con los medios básicos de subsistencia, los trabajadores de estas provincias, por aquel entonces yermas, emigraban a Alemania y Francia en busca de mejores oportunidades económicas. Paradójicamente, estas mismas provincias son las que ahora acogen grandes grupos de inmigrantes del Magreb y del sur del Sáhara. Hoy se compara a Almería, bordeada por todas partes por bancos y cajas de ahorros, hoteles suntuosos, supermercados, prostíbulos y casas de juego, con la California de la fiebre del oro. Los “chinos” primero fueron los andaluces de provincias limítrofes y ahora son magrebíes y subsaharianos.
Esta antología, por ende, responde en gran parte al llamado humanista en el que la España de los nuevos ricos parece no reaccionar ante una nueva serie de asesinatos, maltratos y explotación a inmigrantes por el simple hecho de serlo. He aquí lo que muchos intelectuales españoles vienen pronunciando desde hace más de cincuenta años. Nuestra antología aspira a colocarse junto con los estudios y creaciones literarias de Juan Goytisolo (Señas de identidad, Reivindicación del conde don Julián, Juan sin Tierra, Crónicas Sarracinas, Makbara, El peaje de la vida, España y sus ejidos), Ángel Vázquez (La vida perra de Juanita Narboni), Lorenzo Silva (Del Rif a Yebala, La puerta de los vientos), Andrés Sorel (Las voces del estrecho), Oriol Vergés (Un pueblo contra los Hamid), Antonio Lozano (Donde mueren los ríos), José Manuel García Marín (Azafrán), y los de todos aquéllos que en los últimos quince años ha propuesto en algunos medios de prensa y en los ámbitos políticos y educativos secundarios una imagen realista de los inmigrantes magrebíes.
En esta antología se podrán leer textos de la mayoría de los escritores que han fundado la Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española (AEMLE) en el año 1997. En primer lugar, se advierte que el noventa y cinco por ciento de las contribuciones corresponden al género del relato corto. No es un detalle mínimo, aunque sí predecible: el relato corto tiene una tradición ancestral en la literatura marroquí y árabe en general. En estas narraciones se observa un alto grado de realismo. De hecho, muchos autores llegan a colocar en los prólogos de sus textos que no hacen más que reproducir anécdotas que han vivido. La mayoría de los relatos corresponden al norte de Marruecos, específicamente ciudades como Tánger, Larache y Tetuán. Presentamos también los aportes de dos escritores de origen palestino. Uno vive en Chile y preside varias asociaciones árabo-palestinas en el país trasandino. Su contribución es definitivamente fundamental no sólo por la importante presencia de árabes en el continente americano, sino también por el creciente interés comercial y cultural de los países árabes en Sudamérica. En esta vena, no resulta extraño que en Argentina se esté por fundar la biblioteca árabe más grande en suelo no musulmán. El otro escritor palestino ejerce la docencia en Estados Unidos y es un valuarte de los estudios hispanoarábicos en Norteamérica.
Volviendo al tema que impulsa esta antología, pocos conflictos internacionales han recibido tanta atención de la prensa internacional y han durado tanto tiempo en el subconsciente colectivo de la comunidad internacional como la incesante lucha armada entre israelíes y palestinos. Para mayor desconcierto, la llama de la incertidumbre se ha avivado aún más con la desaparición de Sharon y Arafat del panorama político, el resultado de las elecciones democráticas en los territorios palestinos y las protestas contra la controvertida publicación, el 30 de septiembre de 2005, de doce caricaturas del profeta islámico Mahoma en el periódico danés Jyllands-Post y más tarde en otros diarios europeos. Hasta ahora, dicha polémica ha causado más de un centenar de muertos, la quema de varios consulados generales y embajadas e, inesperadamente, un mayor antagonismo contra el mundo judío, a raíz de la convocatoria por un diario iraní de un concurso para dibujantes de caricaturas que deseen mofarse del Holocausto. Con estos y otros asuntos en mente, pusimos en marcha un proyecto con el título provisional de Unidos por un idioma (que más tarde fue bautizado con el de Caminos para la paz), cuyo propósito era la edición de una colección de textos literarios escritos en castellano por autores árabes e israelíes. A priori, nuestra intención era que la mayoría de las contribuciones, si no todas, trataran de algún modo el tema del desencuentro entre árabes e israelíes en Oriente Medio, para ofrecer así una vía alternativa de diálogo, la literatura, que quedara lo más lejos posible de un debate político que hasta ahora parece haber sofocado el verdadero diálogo y el avance hacia la paz. La idea, dicho sea de paso, nació inspirada por el espíritu de la escuela de entrenamiento musical para niños palestinos e israelíes que en su momento crearon el director de orquesta israelí-argentino Daniel Baremboim y el difunto académico y ensayista palestino Edward Said, y que les valió el Premio Príncipe de Asturias para la Concordia. En lugar de la música, en este caso el punto de partida que una estos dos mundos enfrentados desde hace más de medio siglo ha de ser esa lengua a la que ambos pueblos (y el árabe en especial) tanto contribuyeron. Las palabras, y no las balas, sirven aquí de escalera para trepar muros y salvar obstáculos. Por desgracia, cada nuevo derramamiento de sangre (y van 3000 muertes en ambos bandos desde septiembre de 2000) aleja ese utópico (en el sentido optimista de la palabra) momento en que triunfen la reconciliación y la fraternidad.
Una de las especialidades de Cristián Ricci es la literatura marroquí en castellano y una de las de Ignacio López-Calvo, la literatura judía de Latinoamérica. No obstante, nuestra postura ha sido desde un principio de absoluta neutralidad. La publicación de anuncios en varias páginas Web y revistas académicas en las que solicitábamos contribuciones para la colección atrajo respuestas de variado pelaje. Los unos esperaban una buena paga; los otros se negaban a participar porque el proyecto les parecía “inútil y demasiado utópico” (esta vez en el mal sentido de la palabra). También recibimos textos demasiado incendiarios y sin la más mínima intención de abrir puertas al diálogo y al intercambio de ideas, de intentar comprender la postura del otro. Algunos, por lo que se nos contó, fueron intimados e incluso amenazados por sus propios compañeros al enterarse de su idea de colaborar en la antología. En cambio, muchos otros autores, tanto del mundo árabe como residentes en Israel, enviaron contribuciones, muchas de ellas, como se verá, de excelente calidad, en las que quedaba claro lo que desde el comienzo esperábamos hallar: que a pesar de la incredulidad, la desesperación y la rabia, entre líneas, y a menudo abiertamente, se descifra el deseo común de un futuro de armonía y convivencia pacífica. Según nos confesaron varias escritoras y escritores de origen argentino, uruguayo, chileno, colombiano, y mexicano veían en esta colección una oportunidad para regresar al hogar común del idioma. Otros correos, si bien no incluían texto alguno para la colección, simplemente nos felicitaban por la idea y nos deseaban suerte. Éstos fueron también sumamente útiles para nosotros. Entre los escritores residentes en Israel, o que vivieron muchos años en Israel, veremos hombres y mujeres originales del Cono Sur latinoamericano (la mayoría de ellos de Argentina) que se vieron obligados a abandonar sus respectivos países a causa de las represiones dictatoriales. Algunos de ellos emigraron animados por la esperanzadora creación de un Estado soberano para todos los judíos del mundo; otros, como Clody Plotnitky, paseaban por esas tierras de turistas y acabaron asentándose allí quizá para siempre. Caso aparte es el de Margalit Matitiahu, escritora nacida en Israel y de origen sefardí, que escribe su producción literaria en el dialecto ladino que heredó de sus antepasados.
La verdad sea dicha, en un principio quedamos algo decepcionados, pues las contribuciones del lado israelí eran mucho más numerosas que las del lado árabe, a pesar de nuestros constantes esfuerzos por conseguir un equilibrio en cuanto al número de autores de uno y otro “bando”, si se puede usar tan feo término. Más tarde, empezaron a llegar gota a gota, con lo que—ya pasada la fecha límite que habíamos anunciado—se fue logrando darle más coherencia y sentido a la antología. Lo inesperado, sin embargo, fue que un autor palestino (cuyo nombre prometimos no mencionar) decidió retirar su contribución tras recibir amenazas de muerte—según dice—por parte de los propios colegas a los que había invitado a participar en el proyecto. A pesar de la decepción que ello supuso, nos pareció un excelente ejemplo del potencial creativo del proyecto y de las ideas en general, por utópicas e ilusas que pueda parecer. Lejos de intimidarnos, eso nos animó a seguir adelante con nuestra humilde utopía. De momento, la antología ha producido, ya antes de su publicación, resultados muy positivos, tales como el nacimiento de una amistad entre una novelista israelí y un poeta palestino que por ahora aspiran al simple placer de poderse tomarse un café el bendito día en que se levanten las barreras. No hace mucho, el permiso israelí fue concedido, pero el encuentro no pudo darse después de todo por el resurgimiento de una violencia que, por momentos, parece interminable. Aunque sólo se consiga esta amistad (y esperamos que vaya más lejos, claro), el esfuerzo ha merecido la pena.
Después de meses de intercambio de información, contamos ya con veinticuatro autores residentes en Israel, un autor judío de Marruecos (León Cohen Mesonero) y doce árabes. Sin duda a causa de que la condición era que debían escribir en castellano, la mayoría de los autores árabes son marroquíes y sólo dos de ellos son palestinos. En cualquier caso, he aquí una hermosa colección de textos más o menos polémicos. Los hay de varios géneros y han sido escritos por hombres y mujeres de varias generaciones, todos ellos dispuestos a dialogar si bien indirectamente, por medio de la literatura y la creatividad. Quizá sea éste el paso a algún congreso internacional, a otras publicaciones, a libros de crítica literaria... quién sabe, quizá un pequeña avance para esa paz tan deseada como resbaladiza. Nuestro sueño se va cumpliendo: que sea éste sea el primer paso de uno de los muchos caminos que se podrían abrir en vistas al diálogo para la esperanza. Como dice el proverbio chino, hasta el camino más largo empieza con un solo paso. Y, como decía Gandhi, en la diferencia entre lo que hacemos y lo que podríamos hacer está potencialmente la solución a la mayoría de los problemas del mundo. En efecto, en el campo académico, no se hace lo suficiente. Que sirva de “holocausto”, en el sentido etimológico de ofrenda sacrificial, esta antología.
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