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Prólogo
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Prólogo
Ignacio López-Calvo
University of California, Merced
A pesar de ser uno de los más
famosos vates de su época, la obra del soldado, poeta y dramaturgo medieval
palentino Gómez Manrique (ca.
1412-ca. 1491), sobrino del Marqués de Santillana y tío del poeta Jorge
Manrique (quien acabaría imitando su copla de pie quebrado o estrofa manriqueña),
no se publicó hasta 1885, cuando Antonio Paz y Mélia editó por fin su Cancionero. Tras varias otras ediciones,
José I. Suárez nos ofrece ahora una nueva versión corregida y refinada que
merece la pena descubrir.
Tras ser nombrado corregidor de
Toledo como premio a su fidelidad a los Reyes Católicos, Gómez Manrique tuvo un
destacado papel en la protección de los judíos conversos, quienes padecían por
aquel entonces el constante acoso del resto del pueblo. Así, explica Antonio
Paz y Mélia en su introducción de 1885:
De
su humanidad y elevación de sentimientos queda también evidente muestra cuando en 1484, á raíz de la persecución de los
judaizantes de Andalucía, donde, según Palencia, fueron quemados en tres años, y sólo en Sevilla, cerca de 500, sin
contar los que huyeron ó fueron
condenados á cárcel perpetua, se pretendía hacer inquisición acerca de la vida
y costumbres de los de Toledo. Temerosos
los moradores de las funestas consecuencias que
el hecho podría acarrear á la ciudad, que ya había sufrido tres ó cuatro veces
graves alteraciones por causa de
aquéllos, rogaron á su Corregidor Gómez Manrique que evitara la pesquisa; y este ilustre varón, dice el mismo
Palencia, dotado de suma nobleza, y
escudado en la autoridad que le daban su prudencia y su justicia, logró
persuadir á la Reina, por multitud de
razones, de la conveniencia de aplazar aquella medida, librando así la vida de muchos desdichados y á la
ciudad de escenas dolorosas. (xxiv-xxv)
No obstante, Gómez Manrique seguía siendo un hombre de su época y su
cancionero refleja, como era común en los textos de la época, una rancia
judeofobia que había infiltrado hasta el vocabulario de la lengua castellana.
Según se observa en la presente edición, junto a la inevitable representación
del "moro" como la otredad indiscutible del caballero cristiano
español, se observa el céntrico papel que tenían el judío y lo judío en el
imaginario colectivo de una España que, a pesar de todo, empezaba a entrar ya
en el Renacimiento. Así, las referencias al pueblo judío en el Cancionero son numerosas:
Primero seyendo cortadas
las vñas e los cabellos,
podían casar entr’ellos
sus catiuas aforradas
los judíos, y linpiadas,
fazerlas ysrraelitas
puras, linpias y benditas,
a la su ley consagradas.
Nuevas referencias más o menos neutrales reaparecen en el manuscrito:
Y los sentimientos míos
fueran mezclados con lloros,
sy bien commo fueron
moros,
vos catiuaran judíos,
porque commo çahareño,
¡qué donayre!
conoçiérades el ayre
de pequeño.
O más adelante:
No penséys qu’el Macabeo,
mas el que desesperó,
porque syendo byuo yo,
a tal onbre medrar veo
con sus trobas d’almazén,
forjadas de hierro viejo,
no con fuego, mas con frío.
¡O, Señor, no fagáys byen
a ese gordo vençejo,
que fue, commo yo, judío!
Pero el tono no tarda en enturbiarse a medida que va avanzando el
manuscrito. La judeofobia popular se refleja, por ejemplo, en expresiones como
la de "toro judío", donde se sobrentiende la cobardía del pueblo
hebreo:
E como toro judío
busca por donde fuyr,
andaua del todo frío
desde las cuestas al rryo
catando por do salir;
La palabra "judío" vuelve a ser antónima de "esforzado"
o valiente en los siguientes versos:
Qué será de mí, sandyo,
a quien vos avéys tornado
d’esforçado tan judío
e de libre, catyuado?
En otras estrofas Gómez Manrique critica a personajes judíos concretos,
como aquel que arruina a un pariente suyo por medio del juego:
Sabe Dios que me pesó,
amado pariente mío,
del encuentro que vos dio
aquel puto de judío;
sope que vos encontrara
en la buelta del escudo,
e que sin rronper la vara,
vos dexó medio desnudo.
Y siguiendo la tradición judeófoba popular, un personaje critica a un judío
el que su pueblo "matara a Dios":
E luego dixistes vos
estas palabras ally:
—Avnque matastes a Dios,
no penséys matar a mí;
si a todas suertes arreo,
no dezís, pues me ganáys,
en la mi ley yo no creo,
sy vos no me lo pagáys.
El contexto bíblico continúa contextualizando la vida de los judíos
españoles en otros pasajes abiertamente antisemitas:
—Vosotros con otro engaño
adorastes Dios estraño
con el bezerro de plata;
y pues soys tan desonestos
contra mí, que bien me
rrigo,
judíos, groseros çestos,
fazed sacrifiçio d’estos,
commo Abrahán de su hijo.
O haciendo uso de un humor sarcástico, se hace burla del aspecto físico del
pueblo hebreo:
Eres para loco frío,
y para cuerdo, vellaco;
tienes el cuerpo de taco,
la presençia de judío;
tus mayores sabrosías
son a costa de tu dueño;
con agenas truhanías
echas en la casa sueño.
Y así como se condena al judío, se menciona también sarcásticamente al
criptojudío o "marrano", según se le denomina en el cancionero, y se
le acusa de haber vendido a Dios como Judas:
Poeta no mantuano,
sabio syn forma ni modo,
no judío ni cristiano,
mas exçelente marrano,
fecho de piedra y de lodo,
vos causastes el caos,
quando desnudo en camisa
enforcastes vuestro cos
porque vendistes a Dios
segunt Lucas lo deuisa.
Además de reflejar la intolerancia religiosa y el racismo tanto latente
como manifiesta de su época, el elocuente Cancionero
de Gómez Manrique se hace eco también de la conciencia social del poeta. La
crítica aparece esporádicamente y a menudo dirigida con especial acidez contra
los malos gobernantes:
En vn pueblo donde moro
al neçio fazen alcalde;
fierro preçian más que
oro,
la plata, danla de balde;
la paja guardan los tochos
e dexan perder los panes;
caçan con los aguilochos,
cómense los gauilanes.
Queman los nueuos oliuos,
guardan los espinos
tuertos;
condenan a munchos biuos,
quieren saluar a los
muertos;
los mejores valen menos,
¡mirad qué gouernaçión,
ser gouerrnados los buenos
por los que tales no son!
Se observa, asimismo, la misoginia
típicamente medieval que aparece en otros textos como El Corbacho, escrito en 1438 por Alfonso Martínez de Toledo,
arcipreste de Talavera de la Reina. Así, junto a numerosos versos de alabanza a
la Virgen María, leemos en las siguientes estrofas una larga lista de
estereotipos negativos de la mujer:
Pues quesistes argüir
contra las donas perfetas,
no por coplas indiscretas,
mas llenas de maldezir,
vos deuiéredes mirar
como la más mala tiene
vergüeña de rrequestar,
y el bien considerar
que de las mugeres viene.
Son todas naturalmente
malinas e sospechosas,
malsecretas, mentirosas
e mouibles çiertamente;
fuyen como foja al uiento,
ponen lo ausente en
oluido,
quieren contentar a çiento
y es el que más contento
más çerca d’aborreçido.
[…]
Sintiendo que son subgetas
e sin ningún poderío,
a fin de auer señorío
tienen engañosas setas;
entienden en afeytar,
en gestos para traer,
saben mentir sin pensar,
rreyr sin causa e llorar
y enbaydoras ser.
[…]
De ley de prouecho son,
el fin de todas sus obras
en guarda de las soçobras
suple temor e feçión;
si por temor detenida
la maldad d’ellas no
fuese,
o por feçión ascondida,
no sería onbre que vida
con ellas fazer pudiese.
[…]
Esta es la condición
de las mugeres comuna,
pero virtud las rrepuna
quales consiente rrazón;
así la parte mejor
munchas dispone seguir
e tanto an más gran loor
quanto al defeto mayor
ellas mereçen venir.
Algunas estrofas didáctico-morales tratan también de prevenir a la mujer
contra el pecado capital de la lujuria:
Pues sy deuen los varones
fuyr los tales aferes,
más deurían las mujeres
esquiuar las tentaçiones,
fuyendo las ocasiones
e los achaques de tramas,
por que no sus claras
famas
disputen por los
rryncones.
Además de la crítica social,
algunos de sus poemas muestran un elevado tono lírico, como aquel escrito a
raíz de la muerte de dos hijos suyos, "Consolatoria á Doña Juana de
Mendoza", o a la de su compañero de armas Garcilaso de la Vega,
"Defunzion de Garcilaso de la Vega". En este último, por ejemplo,
destaca el álgido lirismo de su alabanza:
Est’es aquel que sangre
fazía
primero que nadie en los
enemigos;
est’es aquel que por sus
amigos
la vida e fazienda de
grado ponía;
est’es aquel que tanto valía
que nunca por çierto
morirse deuiera.
Murió por gran falta de
vna bauera
que, por yr más suelto,
traer no quería.
Este jamás perdió su
rreposo
por grandes peligros nin
fuertes temores,
antes en priesas e miedos
mayores
allí se mostraua menos
temeroso;
este fue tanto en armas dichoso
que non lo fue más el fijo
mayor
del buen rrey troyano nin
su matador,
por muncho que Omero lo
pinte famoso.
Est’es aquel mançebo
nonbrado
que non fue Troylo en su
tienpo más;
est’es aquel que nunca
jamás
fue visto vençido, maguer
que sobrado;
este sin duda a bien
demostrado
en quantas peleas e casos
se vio,
venir del linaje de aquel
que pasó
con tanto peligro primero
el Salado.
Aqueste que vedes aquí
muerto ya,
por quien esta gente tan
fuerte se clama,
aquí començó la su buena
fama,
la qual muncho tarde o
nunca morrá;
en aqueste mesmo lugar
dond’est
lo armó cauallero en vna
gran lid
Rrodrigo Manrrique, el
segundo Cid,
a quien de su muerte
muncho pesar.
Según se observa, Gómez Manrique se sentía igualmente cómodo escribiendo
tanto poesía elegiaca, como religiosa, satírica, social, didáctico-moral o
lírico-amorosa.
Es de interés también su dedicatoria a Rodrigo Pimentel,
en donde aparece su propia versión el "discurso de las armas y las
letras" que popularizaría siglos más tarde Cervantes en el Quijote, inclinando la balanza, como es
bien sabido, a favor del uso de
las armas "porque el fin de las armas es—dijo—traer y mantener la paz
entre los hombres; y, fuera de Dios, no cabe pensar en más alto fin". En
este caso, Gómez Manrique argumenta que habría sido más fácil para él
coger la lanza que la pluma:
Bien puedo dezir con
verdad, muy magnífico e virtuoso señor don
Rrodrigo Pimentel, Conde de Benauente, que con menor enbaraço
tomaría la lança en la mano para con aquella conplir lo que por
vuestra merçet me fuese mandado, que tomo la pluma
para satisfazer a lo que por algunas letras de vuestra señoría me ha
seído escrito, encargándome por aquellas que vos enbiase vna
copilaçión de mis obras trobadas.
Rrodrigo Pimentel, Conde de Benauente, que con menor enbaraço
tomaría la lança en la mano para con aquella conplir lo que por
vuestra merçet me fuese mandado, que tomo la pluma
para satisfazer a lo que por algunas letras de vuestra señoría me ha
seído escrito, encargándome por aquellas que vos enbiase vna
copilaçión de mis obras trobadas.
No obstante, según él contra la opinión de algunos de sus contemporáneos,
considera las armas y las letras perfectamente compatibles, e incluso aconseja
a los gobernantes la lectura de las hazañas de los grandes dirigentes del
pasado:
Y
esto no podré dezir que aya fecho en el estudio de las sçiençias ni
del arte de la poesía. Porque yo estas nunca aprendí nin toue maestro
que me las mostrase. De lo qual las mesmas obras mías dan
verdadero testimonio, y avn no valgo más por ello, que
commoquiera que algunos haraganes digan ser cosa sobrada el leer y
saber a los caualleros, commo si la cauallería fuera a perpetua
rrudeza condepnada, yo soy de muy contraria opinión, porque a
estos digo yo ser conplidero el leer e saber las leyes e fueros e
regimientos e gouernaçiones de los pasados que bien rrygieron e
gouernaron sus tierras e gentes e las fazañas e vidas e muertes de
muchos famosos varones que vida virtuosa biuieron e virilmente
acabaron.
del arte de la poesía. Porque yo estas nunca aprendí nin toue maestro
que me las mostrase. De lo qual las mesmas obras mías dan
verdadero testimonio, y avn no valgo más por ello, que
commoquiera que algunos haraganes digan ser cosa sobrada el leer y
saber a los caualleros, commo si la cauallería fuera a perpetua
rrudeza condepnada, yo soy de muy contraria opinión, porque a
estos digo yo ser conplidero el leer e saber las leyes e fueros e
regimientos e gouernaçiones de los pasados que bien rrygieron e
gouernaron sus tierras e gentes e las fazañas e vidas e muertes de
muchos famosos varones que vida virtuosa biuieron e virilmente
acabaron.
Pese a la modestia típica de los prólogos de la época, por tanto, Gómez
Manrique acaba por presentarse a sí mismo como el prototipo de caballero
español, del hombre de armas y letras.
Como estos, se advierten muchos
otros temas de interés en los más de cien poemas que Gómez Manrique recopiló en
su Cancionero. Queda, pues, para el
lector la tarea de disfrutarlos en esta nueva edición de la obra de uno de los
autores más insignes de la transición de la Edad Media al Renacimiento en
España.
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