Reseña publicada en Alba de América (2007): 551-56
Ignacio López-Calvo
University of California, Merced
Latin American Postmodernisms. Women Writers and Experimentation. Cynthia Margarita Tompkins. Gainesville: University Press of Florida, 2006. 226 pp. ISBN 0-8130-3010-2
La tradicional asociación que se suele hacer entre un enfoque posmoderno y la falta de compromiso ético explícito queda subvertida en Latin American Postmodernisms. De acuerdo a Cynthia Tompkins, en los textos analizados en su estudio la subversión lúdica de convenciones genéricas y la parodia irónica de la metaficción historiográfica van acompañadas de un cuestionamiento del status quo desde una perspectiva ginocéntrica. Se caracterizan, además, por llevar a cabo un riguroso examen de la coyuntura política, que tiende a ceder la voz a personajes subalternos: “the writers included in this book espouse a nonfoundational ethics of dissensus that emphasizes embodiment, stresses responsibility fo rthe Other, and privileges local interventions” (9). En este sentido, si bien el compromiso ético y feminista acerca estas novelas posmodernas a la escritura del post-Boom, su interés por el lenguaje establece igualmente nexos con el vanguardismo, la Nueva Narrativa, el Boom, el Neobarroco y la posmodernidad. Sorprende, asimismo, el que Tompkins incluya a autoras como Luisa Valenzuela y Albalucía Ángel entre los autores del Boom latinoamericano cuando, a pesar de la gran variedad de listas proporcionadas por la crítica, casi todas suelen coincidir en la exclusión de la literatura femenina.
Latin American Postmodernisms se propone corregir las lagunas dejadas por la crítica: “this book sets out to redress the lack of critical and comprehensive studies on postmodern Spanish American women novelists who produce ludic, experimental, deconstructive, and self-reflective texts. This text privileges experimental works that subvert narrative conventions such as plot, characterization, and casuality” (1). Según Tompkins, sólo Raymond Williams e Ivonne Jehenson han prestado alguna atención a las novelistas posmodernas latinoamericanas. Las únicas autoras posmodernas latinoamericanas que han sido estudiadas con más asiduidad son Julieta Campos, Clarice Lispector, Luisa Valenzuela, Albalucía Ángel, Fanny Buitrago, Diamela Eltit y Carmen Buillosa. Tompkins denuncia no sólo la exclusión de las demás autoras de los cánones literarios, sino también la política sexista de muchas casas editoriales.
La prosa de estas autoras se caracteriza, según Tompkins, por la búsqueda de un lenguaje femenino y por la subversión de las convenciones patriarcales que gobiernan tanto el idioma como la sexualidad. En la introducción se mencionan los muchos obstáculos que tuvieron que superar algunos de los hitos en la escritura femenina latinoamericana, incluyendo a Sor Juana Inés de la Cruz, Clorinda Matto de Turner y Mercedes Cabello de Carbonera. En esta tradición de literatura femenina sobresalen, asimismo, Victoria Ocampo, María Luisa Bombal, Lydia Cabrera (a la que Tompkins define como introductora del realismo mágico en Latinoamérica) y Rosario Castellanos. Propone, igualmente, hitos históricos en el feminismo latinoamericano, tales como la presencia de las Madres de la Plaza de Mayo y grupos similares en otros países, y la participación de la mujer en la lucha armada en Cuba, Nicaragua, El Salvador, el Cono Sur, Brasil, Perú y Chiapas.
Tras un prefacio y la introducción, el primer capítulo establece la distinción entre posmodernidades latinoamericanas y posmodernidades literarias latinoamericanas. La autora contextualiza las numerosas definiciones de “postmodernity” propuestas por Hutcheon, Jameson, Yúdice, Hopenhayn y otros críticos, y enumera rasgos normalmente asociados con la posmodernidad literaria, tales como la incertidumbre ontológica, la fragmentación, la parodia, la experimentación lingüística y la autorreferencialidad, entre otros. Tompkins resume algunas de las tendencias que acercan a estos escritores a la posmodernidad: “[They] critique the reproduction of hegemonic discourse. They refuse to engage in essentialist gestures and totalizing assumptions. Moreover, insofar as their micro-political utopias place women and marginal sectors of the population at the center, they posit a post-modern social conscience. They share the postmodern assumption of the split subjectivity. Finally, but no less paradoxically, their ethics of dissensus celebrates gendered, racial-ethnic, sexual, and political difference along nonfoundational lines” (11).
Los ocho siguientes capítulos están dedicados a escritoras posmodernas latinoamericanas: tres argentinas, Alicia Steimberg, Luisa Valenzuela y Alicia Borinsky; una cubano-mexicana, Julieta Campos; una colombiana, Albalucía Ángel; una mexicoamericana, Brianda Domecq; una venezolana, Ana Teresa Torres; una chilena, Diamela Eltit; y una mexicana, Carmen Boullosa. Como señala la misma autora, la selección de nombres para un estudio como éste es siempre arbitraria; no obstante, llama la atención el hecho de que Argentina, con tres autoras, sea el único país con más de una representante. Cada capítulo comienza con una breve introducción biobibliográfica de la autora escogida. Los títulos se limitan al nombre de la autora allí se estudia y los subtítulos, a sus novelas. Aunque la mayoría de las novelas seleccionadas se publicó en la década de 1980 o posteriormente, se incluyen también textos feministas de tres generaciones de autoras publicados desde 1965 a 2004. Tompkins mantiene que, si bien todas las novelas analizadas en el volumen coinciden en el enfoque feminista y en el ataque al falocentrismo, una de las principales diferencias entre estas autoras es su postura con respecto al realismo mágico.
El segundo capítulo se concentra en Julieta Campos (1932-) y queda dividido en secciones dedicadas a sus novelas Muerte por agua, Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabrina, El miedo a perder a Eurídice y La forza del destino. Tompkins enfatiza el hecho de que la narrativa de esta autora entronca con el Nouveau Roman y el Boom. Por el mismo camino, al imitar y parodiar la escritura automática de los surrealistas crea una écriture feminine metaficcional e idiosincrásica. En su enciclopédica novela La forza del destino el realismo mágico surge como una técnica que naturaliza la interacción entre la rapidez y la muerte. En este texto, Campos critica tanto la Cuba de Batista como la posrevolucionaria. Si bien en Muerte por agua la autora caracteriza a los personajes de acuerdo a sus efectos personales (es decir, lo que su clase y raza les ha permitido comprar), en Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina los múltiples posicionamientos del sujeto se presentan como posibilidades narrativas discursivas. Su estilo se enfrenta al falocentrismo por medio de un fluir de conciencia reminiscente de la escritura automática de los surrealistas.
El tercer capítulo estudia la obra de Alicia Steimberg (1933-) y se divide en cuatro secciones dedicadas a sus novelas La loca 101, Amatista, Cuando digo Magdalena, La selva. Estas tres últimas novelas, que critican males sociales argentinos como el hedonismo y el terrorismo estatal, se caracterizan por una posmodernidad híbrida y
por desplegar la intertextualidad y la intratextualidad como différance. Al mismo tiempo, explica Tompkins, estos textos inscriben y subvierten principios narrativos tales como el tema, la caracterización, las expectativas genéricas, la parodia posmoderna y el contrapunto intertextual. Del mismo modo, su crítica irónica del falocentrismo se evidencia, según Tompkins, en los comentarios autorreflexivos sobre las variaciones culturales de la lengua española, así como en la mofa del “español universal”.
La obra de Luisa Valenzuela (1938), que se analiza en el capítulo 4, se caracteriza por la recurrencia del erotismo, la experimentación estilística y el compromiso con el feminismo y los derechos humanos. Según Tompkins, en sus novelas metaficcicionales El gato eficaz, Como en la guerra, Cola de lagartija, Novela negra con argentinos y La travesía, Valenzuela continúa una insistente búsqueda de identidades latinoamericanas a la vez que deconstruye el logocentrismo por medio de la ironía y el erotismo. Con este mismo objetivo, recurre también al realismo mágico, por ejemplo en la recreación de escenas primigenias y rituales esotéricos en Como en la guerra y Cola de lagartija. Su lenguaje narrativo se caracteriza, además, por sus rasgos lúdicos y eróticos y por la subversión de las convenciones genéricas. Un tema común a Realidad nacional desde la cama, Novela negra con argentinos y La travesía es el estudio de las graves consecuencias de la culpa colectiva. Como explica Tompkins, Valenzuela enfatiza la necesidad de asumir la responsabilidad personal y colectiva por el Otro y denuncia las desigualdades creadas por la tradicional división entre Buenos Aires y el resto del país.
El quinto capítulo, dedicado a Albalucía Ángel, es el más breve del libro con sólo seis páginas. Allí se mencionan brevemente Los girasoles en invierno, Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón y Misiá Señora, y se analiza la novela Las andariegas, en la que aparecen varios personajes femeninos famosos o anónimos, esparcidos en diferentes civilizaciones y períodos históricos, que sirven para denunciar abusos patriarcales a lo largo de la historia occidental. La construcción de la subjetividad múltiple y el ataque al falocentrismo del lenguaje, explica Tompkins, se llevan a cabo en parte por medio de un pronombre plural femenino. No obstante, según la autora, Las andariegas adolece de una cierta tendencia al esencialismo.
El capítulo sexto, dedicado a la obra de Brianda Domecq, contiene la única sección del libro que no corresponde al título de una novela posmoderna latinoamericana: “Historiographic Metafiction and the New Latin American Novel.” La otra sección estudia la novela polifónica La insólita historia de la Santa de Cabora, en la que una narradora feminista exige una “agencia” femenina. Según Tompkins, la protagonista, Teresa de Urrea, se presenta como precursora de la Revolución Mexicana por su denuncia de la opresión del indígena y del campesino durante el Porfiriato. Simboliza, asimismo, el fracaso de la Modernidad en México.
La novela Doña Inés contra el olvido, de Ana Teresa Torres se estudia en el séptimo capítulo. Según propone Tompkins, esta obra posmoderna, que critica los problemas de los sistemas tradicionales de justicia, “may be read as a revisionist text that traces the history of Venezuelan black resistance from the eighteenth century through the present” (92). Allí se critican el racismo y el catolicismo que mantienen a la protagonista en la sumisión y que han afectado la historia venezolana durante 250 años, incluyendo el período de la esclavitud. Por tanto, Doña Inés contra el olvido reescribe la historia venezolana esta vez desde la perspectiva de una mujer negra.
Las novelas de Alicia Borinsky Mina cruel, Sueños de un seductor abandonado y Cine continuado se analizan en el octavo capítulo. Destacan, en particular, la influencia proto-deconstructivista de Macedonio Fernández y los nexos posteriores con las teorías de Derrida. La obra de Borinsky, al igual que la de Diamela Eltit, se caracteriza por su actitud paródica con respecto al realismo mágico. Coincide también con Eltit en su denuncia de los peligros del neoliberalismo. Por otra parte, Borinsky critica la demagogia del populismo en Mina cruel y la corrupción del peronismo neoliberal de la administración de Menem en Sueños de un seductor abandonado. Además, como explica la autora, “In Borinsky’s novels the queering is playful and often an unintended result of patriarcal actions, Duch as the institutionalization of ugly women in Sueños de un seductor abandonado” (153).
El penúltimo capítulo, con veintiocho páginas, es, con diferencia, el más largo del libro y estudia cuatro novelas experimentales de Diamela Eltit: Lumpérica, Por la patria; Vaca sagrada y Mano de obra. En ellas que se combina el dominio de la historia y crítica literarias que tiene la autora con su proyecto experimental y posmoderno de fracturar el lenguaje y atacar su naturaleza falocéntrica, a la vez que subvierte las convenciones genéricas. El deconstructivismo experimental de Eltit incorpora el sustrato mapuche y se aprovecha del conocimiento de la historia de la lengua española que tiene la autora. Al entremezclar género, etnia y clase, su parodia utópica denuncia el status quo chileno y el latinoamericano. Según Tompkins, de todas las autoras incluidas en el volumen, Eltit es la que incorpora más decididamente la marginalidad. Su reinscripción del subalterno se basa en los leitmotifs de la represión, la pobreza y la cosmovisión mapuche. En este contexto, estos personajes ya abandonan sus pretensiones de autoconocimiento vanguardista para dedicarse de pleno a la resistencia.
El capítulo que cierra el libro analiza la obra de Carmen Boullosa con énfasis en Son vacas, somos puercos que, para Tompkins, es un caso paradigmático de metaficción historiográfica. Allí se critica el imperialismo occidental colocando al Otro silenciado—indígenas, mujeres y esclavos africanos—en el centro de la narrativa. Tompkins sugiere que ésta es una novela de transición por el humor negro con que describe la escena en que los esclavos de un galeón español muerden al que los atormenta hasta matarlo. En esta obra el narrador se convierte en una función que circula entre sujetos aparentemente intercambiables. Por tanto, la subjetividad se construye por medio de una voz sin cuerpo. Como explica la autora, esta obra ataca la heteronormatividad y estudia las relaciones de poder asociadas a la violación: “[It] reinscribed the silenced and marginal others—African slaves, indigenous peoples, and women at the center of the store of the Brotherhood of the COSAT—noting that racism, sexism, and capitalism ultimately undermined the homoerotic utopia” (152).
La conclusión de Latin American Postmodernisms resume las similitudes y discrepancias del enfoque analítico y temático de todas las autoras analizadas. En resumidas cuentas, Latin American Postmodernisms es una muy útil contribución al campo de la literatura y cultura latinoamericanas. El libro está escrito de una manera clara y concisa y, a pesar de la diversidad de textos y autoras, el nivel de coherencia temática del estudio hace que nunca lleguemos a distraernos del mensaje central del texto. Además, el estudio se caracteriza por su solidez teórica y por el novedoso acercamiento a algunos textos que ya habían recibido bastante atención de la crítica. Como la misma autora indica, este volumen viene a llenar un injusto vacío en la crítica y a corregir deficiencias en el canon literario latinoamericano. No obstante, el título del estudio es en cierto modo problemático pues, al equiparar la producción posmoderna y la tradición experimental, parece darse a entender que posmodernidad y experimentación narrativa son la misma cosa. Por otra parte, quizá el libro se habría beneficiado de una introducción en la que se resumieran brevemente los capítulos y de otro tipo de estructura menos rígida y más integradora, puesto que la división que sigue el estudio de autora por capítulo (con el nombre de la autora por título del capítulo y con secciones dedicadas a cada novela) tiende a evocar taxonomías tipo catálogo.
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