Reseña publicada en Chasqui 33.3 (Nov. 2005). 182-84
La primera sección de Cultural Residues se titula “Policies and Politics of Memory, Techniques of Forgetting” y está dividida a su vez en dos subsecciones: Cities/Sites of Violence: Convulsions of Sense of Official Routines” y “Torments and Obscenities.” Allí se estudia la cuestión de la memoria desde la perspectiva de su relación con el lenguaje y, de nuevo, con las fisuras de la representación. Según la autora, tanto la democracia neoliberal de Chile como la globalización en general han contribuido notablemente a disipar el valor de la historicidad y del recuerdo de la terrible experiencia de la dictadura de Pinochet. Poco a poco, el mundo del mercado y de la publicidad están borrando y anulando la amarga memoria de la injusticia y de la impunidad de los asesinos, como bien saben los detenidos-desaparecidos y sus familiares. Así, el Chile de la transición está produciendo—gracias a lo que la autora denomina “tecnologías del olvido”—, una serie de secuencias dislocadas, de historias sin una narrativa que las justifique. Por medio de los eufemismos, el oportunismo y la falta de compromiso, se está eliminando la memoria histórica de un pasado que ahora no resulta conveniente. En “Tormentos and Obscenities” Richard se pregunta por la falta de lealtad, la amnesia colectiva y la ausencia de un debate público ni en la prensa ni en la televisión chilenas. Una de las “obscenidades” a las que se refiere el título es el hecho de que no se produjera un debate público a raíz de la confesión pública de mujeres que, tras haber sido torturadas, se pasaron al bando enemigo y colaboraron con sus torturadores.
La Segunda sección se titula “The Popular and the Urban: Scenic Fragments” y queda divida en tres subcapítulos: “Neobaroque Debris: Scabs and Decorations”, “The Congealment of the Pose and Urban Velocities” y “Dismantlings of Identity, Perversions of Codes”. En este apartado se critica el hecho de que lo “popular” haya pasado a identificarse, en una versión folclórica y esencialista, con lo autóctono y el mito de la pureza incólume del origen. De acuerdo a la autora, las nuevas definiciones teóricas de lo popular privilegian el consumo como ejemplo de resemantización. El primer subcapítulo se concentra en las transgresiones estéticas que aparecen en la poética del libro El padre mío, un testimonio de un desamparado esquizofrénico grabado por Diamela Eltit, que se interpreta como discurso representativo de la sociedad despolitizada del Chile neoliberal de hoy. El segundo estudia la memoria chilena según aparece representada en una colección de fotografías de Eugenio Dittborn, realizadas en los años setenta en la Plaza Italia de Santiago. En contraste con las imágenes de la misma plaza hoy en día, las poses de las mujeres que allí aparecen, junto con el paisaje urbano de fondo, muestran los cambios padecidos por la sociedad capitalina y por su ciudad, Santiago, plagada de nuevos símbolos urbanos. El tercer capítulo se concentra en la interpretación de una instalación titulada American Residues (1983) en la que podía verse ropa usada de Estados Unidos con el sonido de fondo de una operación cerebral a un indígena. Por medio del tema de la ropa usada mencionado anteriormente, se observa que las excéntricas combinaciones producidas por la disparidad de estilos produce significados metafóricos decisivos para comprender el Chile de hoy.
La tercera parte, “Academic borders and Hybrid Knowledges”, que cuenta con dos capítulos, “The Academic Citation and Its Others” y “Antidiscipline, Transdiscipline, and the Redisciplining of Knowledge”, trata de fomentar los estudios culturales y la interdisciplinaridad. Junto con una crítica al rígido sistema universitario chileno, Richard propone ir más allá de los límites de especialización disciplinaria que predomina en la universidad de este país. Asimismo, elogia el valor de la incertidumbre y del relativismo en contraste con lo que ella considera “reductionism of the scholarly paper industry and the academic bureaucratization of knowledge” (9). La sección cuatro, “Polemics and Transvestisms”, se divide en los subcapítulos “The Graphic Model of an Advertising Identity”, “Turbulence, Anachronism, and Degenerations” y “Genders, Values, and Difference(s)”. Cada uno de ellos se enfoca en debates públicos que recibieron gran atención por parte de la prensa chilena. En el primero se comenta la representación de Chile en la Exposición Universal que tuvo lugar en Sevilla en 1992. Para la ocasión, se decidió llevar un iceberg que acabó simbolizando lo blanco del chileno (en contraste con la piel morena de sus vecinos latinoamericanos) y la supuesta pureza del proceso democrático posdictatorial. Implícito quedaba también el intento de vaciar la memoria de su referente histórico; es decir, de la tragedia nacional que acababa de tener lugar. Los otros dos capítulos versan sobre el caso de el cuadro paródico de un Simón Bolívar travestido realizado por el artista Juan Dávila, que causó un conflicto con el gobierno venezolano, y de la polémica que se creó en el senado chileno en torno al uso del término “género”, que en su momento fue definido como algo importado y ajeno a la cultura nacional. En ambos casos el travestismo, la sexualidad y los conflictos de género chocan con la defensa retrógrada de la moralidad sexual, los símbolos y las tradiciones nacionales que se suponen intocables. Como señala Richard, este conservadurismo moral impuesto por la Iglesia Católica chilena contrasta, paradójicamente, con los nuevos valores que propone el mercado, y que la misma Iglesia y la democracia neoliberal promocionan incondicionalmente.
La sección que cierra el libro, “Points of Flight and Lines of Escape”, cuenta con dos subcapítulos: “Take the Sky by Assault: Political Transgression and Flight of Metaphors” y “For Love of Art: Critical Ruptures and Flights of Fancy”. El primero analiza el valor simbólico que llegó a tener la aventura de unos presos pertenecientes al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que consiguieron fugarse de una prisión de alta seguridad con la ayuda de un helicóptero. Al parecer, la espectacular bofetada que ello supuso a un sistema de supervisión que hasta entonces se consideraba inexpugnable despertó todo un imaginario utópico de la huida y la liberación en el subconsciente colectivo nacional. El segundo subcapítulo, por su parte, también tiene que ver, en cierto modo, con el imaginario de la fuga. Allí se analiza y elogia el libro El infarto del alma de Diamela Eltit y Paz Errázuriz, en el que se va más allá del género testimonial para presentar una serie de fotografías y comentarios sobre la locura, el deseo y el amor entre enfermos mentales de una institución de Putuendo.
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Ignacio López-Calvo
University of California, Merced
Cultural Residues. Chile in Transition. Nelly Richard. Trans. Alan West-Durán y Theodore Quester. Minneapolis y Londres: University of Minnesota Press, 2004. 210 pp.
El título de este estudio en su versión original en castellano es Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la transición) y fue publicado en Santiago de Chile en 1998. El libro cuenta con un prólogo de Jean Franco y está dividido en cinco secciones (que incluyen fotos de cuadros, foto-perfomances, y retratos de desaparecidos, chilenas de los años setenta y parejas de enfermos mentales), seguidas de las notas de cada capítulo y de una bibliografía sorprendentemente corta de veinticinco entradas. Ciertas partes del libro ya habían aparecido publicadas con anterioridad en forma de ensayos en distintas revistas profesionales y antologías. El título tiene que ver precisamente con uno de los asuntos que se estudian: la venta de ropa usada de Estados Unidos en Chile. Estos temas y otros depósitos o residuos culturales que han sido rechazados y menospreciados por el poder hegemónico tienen, según Nelly Richard, un significado transcendental que, sin embargo, ha sido ignorado por un panorama cultural definido principalmente por el conocimiento disciplinario. En este sentido, el estudio de la ropa usada y cómo la usan aquellas personas que deciden comprarla (en el marco del panorama sociocultural del Chile posdictatorial o de transición democrática), por ejemplo, queda fuera de los parámetros de cualquiera de las disciplinas universitarias.
Dicho estudio de los “residuos culturales” ya aparecía, por cierto, en en el libro de la argentina Beatriz Sarlo Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, publicado diez años antes, donde Buenos Aires se convierte en el punto de enfoque para tratar “la cultura argentina como cultura de mezcla, donde coexisten elementos defensivos y residuales junto a programas renovadores” (28). Sarlo añadía unas líneas más tarde que “en la izquierda del campo intelectual los desechos que estos procesos van dejando encuentran su voz” (29).
Richard aboga, por tanto, por los estudios culturales e interdisciplinarios que se ocupan de estas prácticas culturales que han quedado olvidadas en los intersticios de las disciplinas. Su postura teórica tiene mucho que ver con la sospecha metódica de la deconstrucción, con ese leer entre líneas que anima al lector a hacer una crítica cultural que ponga en duda la transparencia del lenguaje y rompa sus significados prefabricados. Muy en la línea de Michel Foucault, propone también la revisión de las relaciones entre conocimiento (significado, valor, estética, cultura) y poder (política). Desde este marco teórico, Richard insiste una y otra vez en subrayar los inevitables artificios de la representación y del significado que contrastan con la supuesta monorreferencialidad de los conceptos de verdad presentados por las narrativas de la autoridad. Esta idea, por cierto, ya aparecía en el título de su libro La insubordinación de los signos, publicado en 1994.
Richard aboga, por tanto, por los estudios culturales e interdisciplinarios que se ocupan de estas prácticas culturales que han quedado olvidadas en los intersticios de las disciplinas. Su postura teórica tiene mucho que ver con la sospecha metódica de la deconstrucción, con ese leer entre líneas que anima al lector a hacer una crítica cultural que ponga en duda la transparencia del lenguaje y rompa sus significados prefabricados. Muy en la línea de Michel Foucault, propone también la revisión de las relaciones entre conocimiento (significado, valor, estética, cultura) y poder (política). Desde este marco teórico, Richard insiste una y otra vez en subrayar los inevitables artificios de la representación y del significado que contrastan con la supuesta monorreferencialidad de los conceptos de verdad presentados por las narrativas de la autoridad. Esta idea, por cierto, ya aparecía en el título de su libro La insubordinación de los signos, publicado en 1994.
La primera sección de Cultural Residues se titula “Policies and Politics of Memory, Techniques of Forgetting” y está dividida a su vez en dos subsecciones: Cities/Sites of Violence: Convulsions of Sense of Official Routines” y “Torments and Obscenities.” Allí se estudia la cuestión de la memoria desde la perspectiva de su relación con el lenguaje y, de nuevo, con las fisuras de la representación. Según la autora, tanto la democracia neoliberal de Chile como la globalización en general han contribuido notablemente a disipar el valor de la historicidad y del recuerdo de la terrible experiencia de la dictadura de Pinochet. Poco a poco, el mundo del mercado y de la publicidad están borrando y anulando la amarga memoria de la injusticia y de la impunidad de los asesinos, como bien saben los detenidos-desaparecidos y sus familiares. Así, el Chile de la transición está produciendo—gracias a lo que la autora denomina “tecnologías del olvido”—, una serie de secuencias dislocadas, de historias sin una narrativa que las justifique. Por medio de los eufemismos, el oportunismo y la falta de compromiso, se está eliminando la memoria histórica de un pasado que ahora no resulta conveniente. En “Tormentos and Obscenities” Richard se pregunta por la falta de lealtad, la amnesia colectiva y la ausencia de un debate público ni en la prensa ni en la televisión chilenas. Una de las “obscenidades” a las que se refiere el título es el hecho de que no se produjera un debate público a raíz de la confesión pública de mujeres que, tras haber sido torturadas, se pasaron al bando enemigo y colaboraron con sus torturadores.
La Segunda sección se titula “The Popular and the Urban: Scenic Fragments” y queda divida en tres subcapítulos: “Neobaroque Debris: Scabs and Decorations”, “The Congealment of the Pose and Urban Velocities” y “Dismantlings of Identity, Perversions of Codes”. En este apartado se critica el hecho de que lo “popular” haya pasado a identificarse, en una versión folclórica y esencialista, con lo autóctono y el mito de la pureza incólume del origen. De acuerdo a la autora, las nuevas definiciones teóricas de lo popular privilegian el consumo como ejemplo de resemantización. El primer subcapítulo se concentra en las transgresiones estéticas que aparecen en la poética del libro El padre mío, un testimonio de un desamparado esquizofrénico grabado por Diamela Eltit, que se interpreta como discurso representativo de la sociedad despolitizada del Chile neoliberal de hoy. El segundo estudia la memoria chilena según aparece representada en una colección de fotografías de Eugenio Dittborn, realizadas en los años setenta en la Plaza Italia de Santiago. En contraste con las imágenes de la misma plaza hoy en día, las poses de las mujeres que allí aparecen, junto con el paisaje urbano de fondo, muestran los cambios padecidos por la sociedad capitalina y por su ciudad, Santiago, plagada de nuevos símbolos urbanos. El tercer capítulo se concentra en la interpretación de una instalación titulada American Residues (1983) en la que podía verse ropa usada de Estados Unidos con el sonido de fondo de una operación cerebral a un indígena. Por medio del tema de la ropa usada mencionado anteriormente, se observa que las excéntricas combinaciones producidas por la disparidad de estilos produce significados metafóricos decisivos para comprender el Chile de hoy.
La tercera parte, “Academic borders and Hybrid Knowledges”, que cuenta con dos capítulos, “The Academic Citation and Its Others” y “Antidiscipline, Transdiscipline, and the Redisciplining of Knowledge”, trata de fomentar los estudios culturales y la interdisciplinaridad. Junto con una crítica al rígido sistema universitario chileno, Richard propone ir más allá de los límites de especialización disciplinaria que predomina en la universidad de este país. Asimismo, elogia el valor de la incertidumbre y del relativismo en contraste con lo que ella considera “reductionism of the scholarly paper industry and the academic bureaucratization of knowledge” (9). La sección cuatro, “Polemics and Transvestisms”, se divide en los subcapítulos “The Graphic Model of an Advertising Identity”, “Turbulence, Anachronism, and Degenerations” y “Genders, Values, and Difference(s)”. Cada uno de ellos se enfoca en debates públicos que recibieron gran atención por parte de la prensa chilena. En el primero se comenta la representación de Chile en la Exposición Universal que tuvo lugar en Sevilla en 1992. Para la ocasión, se decidió llevar un iceberg que acabó simbolizando lo blanco del chileno (en contraste con la piel morena de sus vecinos latinoamericanos) y la supuesta pureza del proceso democrático posdictatorial. Implícito quedaba también el intento de vaciar la memoria de su referente histórico; es decir, de la tragedia nacional que acababa de tener lugar. Los otros dos capítulos versan sobre el caso de el cuadro paródico de un Simón Bolívar travestido realizado por el artista Juan Dávila, que causó un conflicto con el gobierno venezolano, y de la polémica que se creó en el senado chileno en torno al uso del término “género”, que en su momento fue definido como algo importado y ajeno a la cultura nacional. En ambos casos el travestismo, la sexualidad y los conflictos de género chocan con la defensa retrógrada de la moralidad sexual, los símbolos y las tradiciones nacionales que se suponen intocables. Como señala Richard, este conservadurismo moral impuesto por la Iglesia Católica chilena contrasta, paradójicamente, con los nuevos valores que propone el mercado, y que la misma Iglesia y la democracia neoliberal promocionan incondicionalmente.
La sección que cierra el libro, “Points of Flight and Lines of Escape”, cuenta con dos subcapítulos: “Take the Sky by Assault: Political Transgression and Flight of Metaphors” y “For Love of Art: Critical Ruptures and Flights of Fancy”. El primero analiza el valor simbólico que llegó a tener la aventura de unos presos pertenecientes al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que consiguieron fugarse de una prisión de alta seguridad con la ayuda de un helicóptero. Al parecer, la espectacular bofetada que ello supuso a un sistema de supervisión que hasta entonces se consideraba inexpugnable despertó todo un imaginario utópico de la huida y la liberación en el subconsciente colectivo nacional. El segundo subcapítulo, por su parte, también tiene que ver, en cierto modo, con el imaginario de la fuga. Allí se analiza y elogia el libro El infarto del alma de Diamela Eltit y Paz Errázuriz, en el que se va más allá del género testimonial para presentar una serie de fotografías y comentarios sobre la locura, el deseo y el amor entre enfermos mentales de una institución de Putuendo.
En definitivia, Cultural Residues representa un ejemplo modélico de crítica cultural en el que se mezcla el análisis de la “alta cultura” (la literatura y el arte) con otras prácticas culturales y estéticas (como los medios de comunicación de masas, la moda, los sucesos de la vida diaria y el travestismo), que podrían considerarse cultura popular u otro tipo de expresiones que no tienen cabida en los parámetros disciplinarios. Desde una perspectiva teórica deconstruccionista, en Cultural Residues Richard trata de promover los estudios culturales y de dar ejemplos prácticos de cómo pueden llevarse a cabo para promover la recuperación de la memoria colectiva y reintepretar un pasado doloroso y lleno de fracturas traumáticas, pero que no debería nunca obviarse.
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