Palabras clave: Corpus Christi, cuadro, judeofobia
Por Ignacio López-Calvo
Publicado por El Adelantado de Segovia y El Norte de Castilla
"Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio." Albert Einstein
Llegaron puntuales con una amplia sonrisa en la cara y se sentaron frente a nosotros. Yo sé palabras en español que tú desconoces-me dijo sin esperar Itzhak, un judío sefardita original de Ishmir, Turquía. ¿Como cuál?-pregunté. --Bueno, cuando visité Toledo-contestó en un ladino fácilmente comprensible-vi un cartel que decía Calle Chapinería. Entonces entré en una de las tiendas de la calle y pregunté si conocían el significado de la palabra. Claro, no sabían. Chapín es lo nosotros decimos en judío para "zapato." Itzhak se refería al ladino, bien como "judío," "judeo-español," o simplemente "español." La conversación con Itzhak, Yaakov, Josephine-tres sefarditas--y Annie, de la diáspora germana (ashkenazim), continuó llena de vocablos interesantes como "mansevica," "cualo," "ansí" o foráneos, como las voces equivalentes de la palabra vosotros: tech, comitesh, durmitesh, vinitesh. Me pareció interesantísima la ortografía reconstruida del artículo de periódico que me mostró, llena de kas como el euskera, y se confundían la uve y la u como en latín. Los dos hombres hablaban ladino entre ellos, su lengua materna, e irradiaban su orgullo cultural. La mujer de Yaakov, Josephine, era sefardita marroquí, pero su mundo había desaparecido íntegramente. Fue Josephine quien me preguntó, --nostálgica y amargamente-si aún existía el prejuicio antisemita entre los españoles. Me apresuré a negarlo e insistí en el orgullo con que mis profesores me habían enseñado a apreciar la rica herencia judía y árabe palpable aun hoy en día en España, especialmente en mi ciudad. De repente, temí ruborizarme al recordar el cuadro que ocupa la pared frontal de la hoy iglesia del Corpus Christi. Recientemente, alguien tuvo la "feliz" idea de decorar la antigua sinagoga con un cuadro que rememora una de las numerosas leyendas antisemitas que aun perviven en la tradición segoviana. "Cuando los malvados judíos iban a quemar la hostia consagrada, ésta voló de las llamas aterrorizándolos y abriendo una brecha en la pared que todavía se puede contemplar hoy," me explicaban cuando era niño. Cuando volví este verano a mi ciudad quise enseñarle a mi esposa la única antigua sinagoga que existe hoy en día. Pude comprobar que la brecha en la pared estaba reparada pero que, lamentablemente, la absurda leyenda había sido inmortalizada en un enorme cuadro, por cierto de muy dudosa calidad. Allí vi avergonzado las enormes narices estereotípicas de los ladrones de la hostia, antes de apresurarme a inventar una excusa para salir lo antes posible de aquella casa de Dios, casa de amor y reconciliación.
*U.S. copyright law prohibits reproduction of the articles on this site "for any purpose other than private study, scholarship, or research" (see Title 17, US Code for details). If you would like to copy or reprint these articles for other purposes, please contact the publisher to secure permission.
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Llegaron puntuales con una amplia sonrisa en la cara y se sentaron frente a nosotros. Yo sé palabras en español que tú desconoces-me dijo sin esperar Itzhak, un judío sefardita original de Ishmir, Turquía. ¿Como cuál?-pregunté. --Bueno, cuando visité Toledo-contestó en un ladino fácilmente comprensible-vi un cartel que decía Calle Chapinería. Entonces entré en una de las tiendas de la calle y pregunté si conocían el significado de la palabra. Claro, no sabían. Chapín es lo nosotros decimos en judío para "zapato." Itzhak se refería al ladino, bien como "judío," "judeo-español," o simplemente "español." La conversación con Itzhak, Yaakov, Josephine-tres sefarditas--y Annie, de la diáspora germana (ashkenazim), continuó llena de vocablos interesantes como "mansevica," "cualo," "ansí" o foráneos, como las voces equivalentes de la palabra vosotros: tech, comitesh, durmitesh, vinitesh. Me pareció interesantísima la ortografía reconstruida del artículo de periódico que me mostró, llena de kas como el euskera, y se confundían la uve y la u como en latín. Los dos hombres hablaban ladino entre ellos, su lengua materna, e irradiaban su orgullo cultural. La mujer de Yaakov, Josephine, era sefardita marroquí, pero su mundo había desaparecido íntegramente. Fue Josephine quien me preguntó, --nostálgica y amargamente-si aún existía el prejuicio antisemita entre los españoles. Me apresuré a negarlo e insistí en el orgullo con que mis profesores me habían enseñado a apreciar la rica herencia judía y árabe palpable aun hoy en día en España, especialmente en mi ciudad. De repente, temí ruborizarme al recordar el cuadro que ocupa la pared frontal de la hoy iglesia del Corpus Christi. Recientemente, alguien tuvo la "feliz" idea de decorar la antigua sinagoga con un cuadro que rememora una de las numerosas leyendas antisemitas que aun perviven en la tradición segoviana. "Cuando los malvados judíos iban a quemar la hostia consagrada, ésta voló de las llamas aterrorizándolos y abriendo una brecha en la pared que todavía se puede contemplar hoy," me explicaban cuando era niño. Cuando volví este verano a mi ciudad quise enseñarle a mi esposa la única antigua sinagoga que existe hoy en día. Pude comprobar que la brecha en la pared estaba reparada pero que, lamentablemente, la absurda leyenda había sido inmortalizada en un enorme cuadro, por cierto de muy dudosa calidad. Allí vi avergonzado las enormes narices estereotípicas de los ladrones de la hostia, antes de apresurarme a inventar una excusa para salir lo antes posible de aquella casa de Dios, casa de amor y reconciliación.
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