Palabras clave: castellano, conflicto en Oriente Medio, palestinos, paz, israelíes
Por Ignacio López-Calvo
Publicado en Contratiempo. Chicago, Illinois. 30 (Nov. 2005): 28 “The Jews and Arabs should settle their dispute in the true spirit of Christian charity” (Senator Alexander Wiley)
Pocos conflictos internacionales han recibido tanta atención de la prensa internacional y han durado tanto tiempo en el subconsciente colectivo de la comunidad internacional como la incesante lucha armada entre israelíes y palestinos. Para mayor desconcierto, la llama de la incertidumbre se ha avivado aún más con la desaparición de Sharon y Arafat del panorama político, el resultado de las elecciones democráticas en los territorios palestinos y las protestas contra la controvertida publicación, el 30 de septiembre de 2005, de doce caricaturas del profeta islámico Mahoma en el periódico danés Jyllands-Post y más tarde en otros diarios europeos. Hasta ahora, dicha polémica ha causado más de cien muertos, la quema de varios consulados generales y embajadas e, inesperadamente, un mayor antagonismo contra el mundo judío, a raíz de la convocatoria por un diario iraní de un concurso para dibujantes de caricaturas que deseen mofarse del Holocausto. Con estos y otros asuntos en mente, un colega mío, Cristián Ricci, pusimos en marcha un proyecto con el título provisional de Unidos por un idioma (que más tarde fue bautizado con el de Caminos para la paz), cuyo propósito era la edición de una colección de textos literarios escritos en castellano por autores árabes e israelíes. A priori, nuestra intención era que la mayoría de las contribuciones, si no todas, trataran de algún modo el tema del desencuentro entre árabes e israelíes en Oriente Medio, para ofrecer así una vía alternativa de diálogo, la literatura, que quedara lo más lejos posible de un debate político que hasta ahora parece haber sofocado el verdadero diálogo y el avance hacia la paz. La idea, dicho sea de paso, nació inspirada por el espíritu de la escuela de entrenamiento musical para niños palestinos e israelíes que en su momento crearon el director de orquesta israelí-argentino (y ahora también tiene un pasaporte palestino) Daniel Baremboim y el difunto académico y ensayista palestino Edward Said, y que les valió el Premio Príncipe de Asturias para la Concordia. En lugar de la música, en este caso el punto de partida que una estos dos mundos enfrentados desde hace más de medio siglo ha de ser esa lengua a la que ambos pueblos (y el árabe en especial) tanto contribuyeron. Las palabras, y no las balas, sirven aquí de escalera para trepar muros y salvar obstáculos. Por desgracia, cada nuevo derramamiento de sangre (y van 3000 muertes en ambos bandos desde septiembre de 2000) aleja ese utópico (en el sentido optimista de la palabra) momento en que triunfen la reconciliación y la fraternidad.
Una de las especialidades de Cristián Ricci es la literatura marroquí en castellano y una de las mías es la literatura judía de Latinoamérica. No obstante, nuestra postura ha sido desde un principio de absoluta neutralidad. La publicación de anuncios en varias páginas Web y revistas académicas en las que solicitábamos contribuciones para la colección atrajo respuestas de variado pelaje. Los unos esperaban una buena paga; los otros se negaban a participar porque el proyecto les parecía “inútil y demasiado utópico” (esta vez en el mal sentido de la palabra). También recibimos textos demasiado incendiarios y sin la más mínima intención de abrir puertas al diálogo y al intercambio de ideas, de intentar comprender la postura del otro. Algunos, por lo que se nos contó, fueron intimados e incluso amenazados por sus propios compañeros al enterarse de su idea de colaborar en la antología. En cambio, muchos otros autores, tanto del mundo árabe como residentes en Israel, enviaron contribuciones, muchas de ellas de excelente calidad, en las que quedaba claro lo que desde el comienzo esperábamos hallar: que a pesar de la incredulidad, la desesperación y la rabia, entre líneas, y a menudo abiertamente, se descifra el deseo común de un futuro de armonía y convivencia pacífica. Según nos confesaron varios escritores y escritoras de origen argentino, uruguayo, chileno, colombiano y mexicano veían en esta colección una oportunidad para regresar al hogar común del idioma. Otros correos, si bien no incluían texto alguno para la colección, simplemente nos felicitaban por la idea y nos deseaban suerte. Éstos fueron también sumamente útiles para nosotros. Entre los escritores residentes en Israel, o que vivieron muchos años en Israel, veremos hombres y mujeres originales del Cono Sur latinoamericano (la mayoría de ellos de Argentina) que se vieron obligados a abandonar sus respectivos países a causa de las represiones dictatoriales. Algunos de ellos emigraron animados por la esperanzadora creación de un Estado soberano para todos los judíos del mundo; otros, como Clody Plotnitky, paseaban por esas tierras de turistas y acabaron asentándose allí quizá para siempre. Caso aparte es el de Margalit Matitiahu, escritora nacida en Israel y de origen sefardí, que escribe su producción literaria en el dialecto ladino que heredó de sus antepasados.
La verdad sea dicha, en un principio quedamos algo decepcionados, pues las contribuciones del lado israelí eran mucho más numerosas que las del lado árabe, a pesar de nuestros constantes esfuerzos por conseguir un equilibrio en cuanto al número de autores de uno y otro “bando”, si se puede usar tan feo término. Más tarde, empezaron a llegar gota a gota, con lo que—ya pasada la fecha límite que habíamos anunciado—se fue logrando darle más coherencia y sentido a la antología. Lo inesperado, sin embargo, fue que un autor palestino (cuyo nombre prometimos no mencionar) decidió retirar su contribución tras recibir amenazas de muerte—según dice—por parte de los propios colegas a los que había invitado a participar en el proyecto. A pesar de la decepción que ello supuso, nos pareció un excelente ejemplo del potencial creativo del proyecto y de las ideas en general, por utópicas e ilusas que pueda parecer. Lejos de intimidarnos, eso nos animó a seguir adelante con nuestra humilde utopía. De momento, la antología ha producido, ya antes de su publicación, resultados muy positivos, tales como el nacimiento de una amistad entre una novelista israelí y un poeta palestino que por ahora aspiran al simple placer de poderse tomarse un café el bendito día en que se levanten las barreras. No hace mucho, el permiso israelí fue concedido, pero el encuentro no pudo darse después de todo por el resurgimiento de una violencia que, por momentos, parece interminable. Aunque sólo se consiga esta amistad (y esperamos que vaya más lejos, claro), el esfuerzo ha merecido la pena.
Después de meses de intercambio de información, contamos ya con veinticuatro autores residentes en Israel, un autor judío de Marruecos (León Cohen Mesonero) y doce árabes. Sin duda a causa de que la condición era que debían escribir en castellano, la mayoría de los autores árabes son marroquíes y sólo dos de ellos son palestinos. En cualquier caso, he aquí una hermosa colección de textos más o menos polémicos. Los hay de varios géneros y han sido escritos por hombres y mujeres de varias generaciones, todos ellos dispuestos a dialogar si bien indirectamente, por medio de la literatura y la creatividad. Quizá sea éste el paso a algún congreso internacional, a otras publicaciones, a libros de crítica literaria... quién sabe, quizá un pequeña avance para esa paz tan deseada como resbaladiza. Nuestro sueño se va cumpliendo: que sea éste sea el primer paso de uno de los muchos caminos que se podrían abrir en vistas al diálogo para la esperanza. Como dice el proverbio chino, hasta el camino más largo empieza con un solo paso. Y, como decía Gandhi, en la diferencia entre lo que hacemos y lo que podríamos hacer está potencialmente la solución a la mayoría de los problemas del mundo. En efecto, en el campo académico, no se hace lo suficiente. Que sirva de “holocausto”, en el sentido etimológico de ofrenda sacrificial, esta antología.
La verdad sea dicha, en un principio quedamos algo decepcionados, pues las contribuciones del lado israelí eran mucho más numerosas que las del lado árabe, a pesar de nuestros constantes esfuerzos por conseguir un equilibrio en cuanto al número de autores de uno y otro “bando”, si se puede usar tan feo término. Más tarde, empezaron a llegar gota a gota, con lo que—ya pasada la fecha límite que habíamos anunciado—se fue logrando darle más coherencia y sentido a la antología. Lo inesperado, sin embargo, fue que un autor palestino (cuyo nombre prometimos no mencionar) decidió retirar su contribución tras recibir amenazas de muerte—según dice—por parte de los propios colegas a los que había invitado a participar en el proyecto. A pesar de la decepción que ello supuso, nos pareció un excelente ejemplo del potencial creativo del proyecto y de las ideas en general, por utópicas e ilusas que pueda parecer. Lejos de intimidarnos, eso nos animó a seguir adelante con nuestra humilde utopía. De momento, la antología ha producido, ya antes de su publicación, resultados muy positivos, tales como el nacimiento de una amistad entre una novelista israelí y un poeta palestino que por ahora aspiran al simple placer de poderse tomarse un café el bendito día en que se levanten las barreras. No hace mucho, el permiso israelí fue concedido, pero el encuentro no pudo darse después de todo por el resurgimiento de una violencia que, por momentos, parece interminable. Aunque sólo se consiga esta amistad (y esperamos que vaya más lejos, claro), el esfuerzo ha merecido la pena.
Después de meses de intercambio de información, contamos ya con veinticuatro autores residentes en Israel, un autor judío de Marruecos (León Cohen Mesonero) y doce árabes. Sin duda a causa de que la condición era que debían escribir en castellano, la mayoría de los autores árabes son marroquíes y sólo dos de ellos son palestinos. En cualquier caso, he aquí una hermosa colección de textos más o menos polémicos. Los hay de varios géneros y han sido escritos por hombres y mujeres de varias generaciones, todos ellos dispuestos a dialogar si bien indirectamente, por medio de la literatura y la creatividad. Quizá sea éste el paso a algún congreso internacional, a otras publicaciones, a libros de crítica literaria... quién sabe, quizá un pequeña avance para esa paz tan deseada como resbaladiza. Nuestro sueño se va cumpliendo: que sea éste sea el primer paso de uno de los muchos caminos que se podrían abrir en vistas al diálogo para la esperanza. Como dice el proverbio chino, hasta el camino más largo empieza con un solo paso. Y, como decía Gandhi, en la diferencia entre lo que hacemos y lo que podríamos hacer está potencialmente la solución a la mayoría de los problemas del mundo. En efecto, en el campo académico, no se hace lo suficiente. Que sirva de “holocausto”, en el sentido etimológico de ofrenda sacrificial, esta antología.
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